La fiesta comenzó entre lujos y excentricidades. Incluso las charolas que llevaban los meseros, estaban hechas en su totalidad de oro. Muchos tenían claro, que esa celebración era mucho más una cuestión de exhibición, que una obra benéfica. Los Patterson adoraban presumir su infinita riqueza cada vez que podían, y esa noche de cada año era la oportunidad perfecta. —Su atención, por favor. Su atención, damas y caballeros —decía el señor Patterson. Parado justo al pie de las elegante escaleras, con un micrófono en la mano, y la intención de llamar la atención de todos los presentes. —Quería hacerles un importante anuncio. Quiero decirles que estoy sumamente feliz de que todos ustedes nos acompañen en esta importante reunión, pero les confieso que estoy aún más feliz de que mi hijo pueda estar acompañándonos hoy. Todos aplaudían modestamente, con sonrisas en los rostros. Jack solamente subía su copa en dirección de su padre, como señal de agradecimiento por el buen gesto. Entre la mu
—Muy bien, señora Blas. Le doy la bienvenida a mi oficina. Es un placer para mí, recibirla y escuchar todo lo que tenga que decir acerca del caso de su hija. —¿Qué espera que le diga, detective? —Cualquier cosa que pueda ayudarme a encontrar el culpable, estaría bien. —Aquí no hay nada que encontrar, detective. Todos saben quién fue el culpable, fue Jack Patterson. Él fue quién raptó a mi hija, y quién sabe en dónde estará ella ahora. —Con todo respeto, señora Blas, pero yo mismo hice toda la investigación a Jack Patterson, fue el primer sospechoso cuándo hubo la desaparición —indicó el detective— lo inrerrogamos con mucha presión, revisamos toda su casa, y también lo sometimos a la máquina detectora de mentiras. Jack Patterson siempre salió bien librado, así que no tenemos pruebas para señalarlo como el posible responsable por la desaparición de Serena. —¿Y si yo misma lo hubiera escuchado amenazar a mi hija de manera pública? —¿A qué se refiere? —Me refiero a que yo misma est
—Detective Castillo, tiene que venir a ver esto. —Agente Fabiola, ¿Que no ve que estoy con una testigo ahora mismo? —Le aseguro que es algo muy importante, señor. —¿Puede decírmelo ahora mismo? —Me temo es sumamente confidencial. —Entiendo.... Bueno señora Blas, le prometo que haré una investigación acerca de lo que acaba de contarme, e iré a hablar con el señor Jack Patterson personalmente. Pase por la otra oficina para que alguien tome su declaración por escrito, y luego la firme. —Muchas gracias, detective Castillo. La señora Blas salió de la oficina del detective Castillo, y de inmediato el infierno de desató. —Ahora sí, Fabiola, ¿Qué diablos pasa? —Apareció otra. —¿Otra qué? —Otra chica muerta. También tiene exactamente los mismos rasgos que Serena Blas, pero no es ella. —Demonios, vamos de inmediato. El detective Castillo y la agente Fabiola se movilizaron rápidamente hasta la escena del crimen, la orilla de un oscuro lago, en dónde ya se encontraba el agente Ramíre
—Entonces eso es lo que cree, cree que yo lo hice. A ver, respóndame algo, detective Castillo, Si eso es lo que cree, ¿Porqué no me arresta y me saca de la mansión esposado frente a todas esas personas? —preguntó Jack—. Yo le diré porqué, porqué no está seguro. Solamente está lanzando flechas al azar, quiere ver si por casualidad da en el blanco, pero la verdad es que solamente se encuentra caminando en la oscuridad, no sabe quién lo hizo, y mucho menos tiene un sospechoso claro. Jack Patterson se levantó para acercarse al detective Castillo. —Yo no he matado a Serena, jamás le haría daño, yo la amo demasiado para hacerle algo así, y si no puede confiar en mi palabra, entonces vamos a su oficina y me coloca frente a su estúpida máquina detectora de mentiras, o haga las pruebas que tenga que hacer, pero siempre va a tener el mismo resultado, ¿sabe porqué?, porque yo no lo hice. Jack estaba realmente exaltado. —Así que si no va a arrestarme ahora mismo, me temo que tendré que ped
— ¡Serena! — Jack... No es lo que parece.... Puedo explicarlo. — ¿Cómo pudiste hacerlo? — Solo guarda esa pistola, Jack. Podemos hablar como personas civilizadas. — Jack, amigo....— ¡No me llames amigo! — gritó con furia — estás con mi esposa, en mi cama, y en mi casa.— No cometas una locura, Jack. Mírame bien, soy tu esposa. — Ese precisamente es el gran problema, Serena... ¿Cómo fuiste capaz? — No te hagas el sorprendido, Jack. Sabías perfectamente que nunca te amé. Tú solamente has comprado mi cariño y compañía todos éstos años, pero es realmente Albert el amor de mi vida. — ¡Malditos! — exclamó con lágrimas en los ojos — los puedo hacer pagar por su traición, solamente con tirar de este gatillo. — ¡Entonces hazlo! — se levantó — sabes que no tienes las bolas para hacerlo. — Serena...— Tranquilo, Albert, yo sé lo que hago. Te conozco muy bien, Jack. Sé que no me harás daño. Todo esto es un show barato que estás armado para aparentar que eres un hombre respetado, pero no
— ¡Te amo! — dijo Serena acariciando suavemente el rostro de Jack mientras la brillante luz del sol se colaba por la ventana. — ¡Yo también te amo! Ese perfecto sueño fue interrumpido cuándo la cabeza de Jack Patterson fue metida dentro de agua muy fría. De regreso a la silla de interrogación. — Una vez más, señor Patterson, ¿En dónde está su esposa?— Ya te dije que no lo sé. — Mis compañeros examinaron toda su casa. — ¿Y la hallaron allí? — No, señor Patterson. Serena no estaba allí. — ¿Entonces que hago aquí? — Como le dije, usted es el principal sospechoso. Jamás había visto un caso como el suyo. Existen miles de pistas que apuntan directamente hacia usted. Tengo muchas preguntas que hacerle antes de dejarlo ir. — Hagas sus malditas preguntas de una vez. — Cuide su vocabulario. — Lo siento. Es que acaban de golpearme dos gorilas, y casi me ahogan en una tina congelada. — Si.... ¡Gajes del oficio! ... ¿Cigarrillo? El detective Castillo puso el cigarrillo en la boca de
— Buenos días, señor Brad Patterson. Soy el detective Castillo. Supongo que sabe por qué está aquí sentado en mi despacho. — Por supuesto. Es por la ramera de Serena Blas. De antemano le digo que está perdiendo su tiempo. Yo no tengo nada que ver con la desaparición de esa mujerzuela. — Ouch... "Ramera" es una palabra muy fea y muy fuerte, ¿No le parece? — Patrañas. Esa es la manera perfecta para describir a esa arpía, que desde el día que llegó a la vida de mi hijo fue su perdición. — Me gustaría saber más acerca de esa historia. De cómo se conocieron ellos dos, y como nació ese odio por la mujer que en algún momento hizo tan feliz a su hijo. ¿Sería tan amable de contarme un poco? — No le veo nada de sentido a esto, pero si eso hará que me dejen en paz, está bien. El año era 1999. — ¿Hace veinticuatro años? — Exacto, detective. Jack tenía veinte años y era un jóven estúpido y engreído, hijo de padres millonarios. — ¡Apresúrate, Jaime!, Necesito esas maletas en mi habitación d
— Si detective Castillo, yo también la amaba. Ella despertó en mí un fuego que jamás imaginé tener dentro de mí. Los encuentros con ella eran algo de otro mundo. El problema es que no era mía, ni mucho menos era de mi hijo. Ese tipo de mujeres es imposible no llegar a odiarlas mientras te mueres por volverlas a ver. — ¿Y Jack lo supo? — Si lo supo, pero algún tiempo después. Todo se mantuvo en secreto. Mientras él creía engañarme con su tonto plan de huir con ella, yo lo engañaba haciéndole el amor a su futura esposa. Ella era la única que sabía en dónde estaba parada. — ¿Estás lista para tu nueva sorpresa? — Si mi amor, sorpréndeme. — ¡Tarán! Jack se quitó la camisa para revelar el tatuaje que acababa de hacerce en la espalda. El nombre de Serena con letras grandes y legibles. Jack era un loco enamorado, valga la redundancia, porque locura y amor son exactamente lo mismo. — ¿Te gusta? — ¡Jack, es precioso!— No más precioso que tú. — ¡Qué cosas dices! — sonrió — haces que m