Prólogo

El equipo de voleibol femenil de la secundaria Bringhton estaba disperso mientras el entrenador caminaba de un lado a otro por la cancha techada sonando su silbato mientras las estudiantes golpeaban el balón, la temporada estaba por empezar y el espíritu de competencia se sentía en cada uno de los miembros del equipo. Adriana amaba jugar la mayoría del tiempo a pesar de que había tenido un año del asco, de vez en cuando el deporte le servía un poco para desahogarse, debido a ello se había convertido en una de las rematadoras principales, siempre realizando ataques que sus contrincantes difícilmente lograban detener, cosa que hacía que sus compañeras de equipo la odiaran aún más ya que la necesitaban para ganar. Era una de las favoritas del entrenador, quien era el mayor beneficiado de las victorias del equipo, ya que al ser las mejores y llevar trofeos constantemente era recompensado por la escuela con bonos y halagos de parte del director, pues se habían convertido en el segundo equipo más importante detrás del equipo de futbol americano de los chicos.

Cualquiera pensaría que Adriana era una de las chicas populares del instituto, con sus notas perfectas y rostro de un ángel, pero desde que su madre la había inscrito en ese colegio del terror para niños ricos su vida se había vuelto un infierno. Aunque no era una de las chicas becadas, era tratada como una leprosa, sus primeros días había estado muy emocionada y había hecho amigos rápidamente, era una chica guapa que había salido de la nada y todos estaban interesados en conocerla, pero conforme pasaron los días las personas comenzaron a ignorarla y de un momento a otro, se encontró así misma completamente sola, hasta que un día decidió enfrentar a una de las chicas con las que solía frecuentarse.

—Adriana me agradas, pero los gemelos Wertherimer dieron la orden de que nadie hablara contigo y ellos son los reyes aquí, lo que los Wertherimer ordenen se hace y yo no quiero problemas, lo último que me apetece es volverme una marginada por culpa de una chica que apenas conozco, la verdad no me importa que le hiciste a Braiden y Rainen pero te aseguro que no van a dejarte tranquila, si yo fuera tú estaría más ocupada pensando cómo arreglar las cosas, te aseguro que nadie va a mover un dedo por ti en este lugar.

Al principio se había sentido sorprendida, ella jamás había conocido a los gemelos Wertherimer ya que su madre había sido muy cuidadosa a lo largo de su vida de no exponerla a la familia de su padre, no entendía cómo es que se habían dado cuenta que ella ahora asistía a la misma escuela.

Karlie Dumas estaba harta de que el padre de Adriana fingiera que no existía, aunque a través de toda su relación la había llenado de obsequios, jamás le había dado un centavo para su hija. Unos meses siendo su secretaria personal habían bastado para enamorarse perdidamente de su jefe, había caído como una tonta, volviéndose el cliché de la secretaria amante del jefe, quien además estaba casado y con tres hijos. Adriana había nacido de la aventura que tuvo su madre con el millonario Brock Wertherimer y aunque el hombre le había prometido el cielo y las estrellas, con el paso del tiempo solo se volvieron un sucio secreto que Brock quería enterrar en el pasado. Karlie era una diosa de ojos azules y cabello negro azabache que lo había dejado pasmado la primera vez que la vio, además de poseer una belleza divina, era una mujer muy inteligente y cansado de un matrimonio que se había vuelto una pesadilla, Karlie se había vuelto un suspiro de aire fresco para el magnate, pero cuando ella quedo embarazada y se negó a deshacerse de su error, Brock hizo hasta lo imposible para protegerse a él y a su familia del escándalo, los Wertherimer tenían una reputación y ninguna mujer valía la pena para manchar el legado que había construido. Había cambiado a Karlie de puesto para no levantar sospechas y mientras más avanzaba el embarazo, mas tomaba distancia de ella, hasta que años después una Karlie furiosa apareció en su oficina exigiendo que se hiciera cargo de la educación de su hija, tras una larga discusión llego a un acuerdo con Karlie donde le depositaria el dinero de la colegiatura a su ya excesivo salario.

Adriana tenía recuerdos vagos de su padre, pero conocía bien los hechos y cuando su madre le dio la fabulosa noticia de que estudiaría en uno de los mejores colegios de Southlake, pensó que ya que no tenía el apellido Wertherimer sería fácil pasar desapercibida pero había sido demasiado ingenua. Una parte de ella sabía que si los gemelos estaban al tanto de su situación, no habría poder en el mundo para hacerlos cambiar de opinión, después de todo ella era la otra hija y su padre jamás había hecho el intento para que conociera a sus hermanos, temía que si trataba de acercarse a ellos su padre enfurecería y les quitara la ayuda. Así que decidió callar y aceptar su sentencia, después de todo estaba en ese colegio para recibir una buena educación y debía aprovecharlo al máximo, durante todo su primer año fue una solitaria, vagaba por los pasillos como una sombra, se mantenía fuera del radar y mientras los demás chicos tenían grupos de amigos y asistían a fiestas los fines de semana, Adriana se refugiaba en los libros.

Su verdadera pesadilla comenzó cuando inicio la preparatoria y el dios de último año Kenneth Wertherimer junto con sus hermanos hicieron un pacto para hacerle la vida imposible a la bastarda de su padre, envenenados por los comentarios de su madre hacia la pequeña escoria, Kenneth le prometió a su madre que no descansaría hasta sacar a Adriana y su odiosa madre de sus vidas. Así que las bromas crueles no se hicieron esperar y golpe tras golpe, Adriana resistió los abusos y humillaciones de sus hermanos en silencio, hasta que se volvieron algo tan habitual que Adriana lo volvió parte de su rutina.

— ¡Adriana! — Le grito el entrenador sacándola de sus pensamientos cuando una de sus compañeras golpeo el balón con una fuerza asombrosa.

Adriana se movió rápidamente para recibirlo y cuando estaba a punto de tocar el balón, un fuerte golpe la hizo caer al suelo, desde donde vio como la capitana recibía el balón y luego otra chica remataba anotando el punto ganador.

—Si sigues así de lenta nos harás perder el partido idiota— Le dijo Miranda, mientras chocaba los cinco con la otra chica.

Los oídos de Adriana comenzaron a doler cuando el entrenador comenzó a sonar su silbato, mientras gritaba un montón de cosas a sus compañeras.

— ¿Te encuentras bien Dumas? — Le pregunto el hombre cuando llego a su lado y extendió su mano para ayudarla a levantarse. —Te has hecho un buen raspón, será mejor que vayas a la enfermería.

Adriana miro hacia su rodilla y efectivamente se había hecho un corte que sangraba y escurría por su pierna, con una mueca de dolor comenzó a caminar hacia la salida del gimnasio, hasta llegar a la enfermería donde limpiaron y desinfectaron su herida. La enfermera le vendo la rodilla y rápidamente regreso a los vestidores donde tomo un baño rápido y se cambió el uniforme de entrenamiento, por el feo y aburrido uniforme escolar. Antes de ir a clase necesitaba tomar unos libros de su casillero, por lo que atravesó los pasillos que se llenaron de estudiantes cuando sonó la alarma del final de la hora, cuando llego a su destino por costumbre miro hacia los lados. Normalmente siempre encontraba cosas en su casillero, pero los últimos días Kenneth había estado inusualmente ausente, Adriana supuso que se debía a su buen humor por el triunfo del partido que había tenido lugar el fin de semana pasado, había escuchado a todos hablar de ello durante varios días y en silencio se alegró de ello, ya que cuando perdían la que terminaba pagando el mar humor de Kenneth era ella.

Había cometido el error de bajar la guardia y secretamente esperaba que los Wertherimer estuvieran muy ocupados con sus chicas y fiestas para el fin de semana, estaba lo suficientemente distraída como para ser tomada por sorpresa cuando abrió la puerta de su casillero y una bomba de mermelada le exploto en la cara. Apenas alcanzo a cerrar los ojos, cuando la sustancia pegajosa y dulce la cubrió por completo, las risas a su alrededor estallaron, mientras Adriana se limpiaba con las manos para quitar el exceso de mermelada de su rostro, una repentina ola de coraje la invadido y con frustración grito el nombre de su agresor.

— ¡Kenneth!

Pero una segunda bomba estallo, esta vez el contenido entro a su boca cuando una gran ola de mantequilla de maní salto sobre ella, Adriana se atraganto con la sustancia y en el proceso trago un poco antes de escupir rápidamente. Cuando sintió el sabor de la mantequilla de maní se alarmo y rápidamente se quitó todo lo que pudo con las manos y con las mangas del uniforme.

— ¿A quién no le gustan los emparedado de mantequilla de maní y jalea? — Dijo Kenneth con burla detrás de ella, mientras los demás estudiantes tomaban fotografías con sus teléfonos.

Adriana sintió como su garganta comenzó a cerrarse, rápidamente tomo sus cosas y corrió hacia la enfermería, pero los estudiantes abarrotaban el pasillo y mientras más tiempo le tomaba llegar, más se inflamaba. Cuando finalmente logro llegar a la enfermería de nuevo, abrió la puerta rápidamente para descubrir que la mujer que la había atendido un rato antes no estaba por ninguna parte, con desesperación comenzó a abrir todos los cajones en busca de medicina para las alergias, su pecho comenzó a hacer un ruido raro cada vez que respiraba y cada vez se le dificultaba más dicha tarea. Sintió dolor en los parparos de los ojos cuando estos comenzaron a inflamarse, mientras volteaba de cabeza todo el lugar, una jaqueca intensa comenzó a producirle palpitaciones y entonces un grito detrás de ella la hizo detenerse.

— ¿Pero qué haces? — Le dijo la enfermera cuando vio el desastre que había hecho.

—Ayúdame— Fue lo último que dijo Adriana antes de perder el conocimiento.

La siguiente vez que abrió los ojos se encontraba en una cama de hospital, su madre estaba dormida a su lado y con un pequeño movimiento la sacudió un poco para despertarla.

— ¿Adriana? — Dijo su madre con preocupación, cuando la miro los ojos se le llenaron de lágrimas y en medio de sollozos la rodeo con los brazos. — ¿Qué fue lo que paso? — le pregunto furiosa.

Pero Adriana ya estaba cansada de mentir, estaba cansada de inventar historias tontas para justificar las bromas que le hacía Kenneth, siempre había pensado que eran trucos tontos y se convenció a si misma de que no pasaba nada, pero esta vez Kenneth había llegado demasiado lejos. Esta había sido la gota que derramo el vaso y ella no se iba a quedar de brazos cruzados, por lo que en medio de sollozos, Adriana se sinceró con su madre y le conto finalmente todo lo que le habían hecho sus hermanos todos esos años.

—Por favor no me hagas volver a esa escuela, ya no puedo más— Le suplico a su madre.

—Hablare con tu padre para que les enseñe un poco de modales a esos malcriados— Dijo Karlie con furia, había visto a los hijos de Brock en pocas ocasiones, pero nunca creyó que fueran capaces de hacer algo tan atroz, Adriana era una chica dulce y jamás seria capaza de hacer algo para lastimarlos a ellos. A pesar de la situación entre ella y su padre, le había enseñado a no sentir ningún rencor en su corazón hacia los Wertherimer, ella no había crecido con los mismos lujos que sus hermanos, pero Karlie se había esforzado en hacer bien su trabajo y merecer cada centavo que ganaba en la empresa de su padre para que nunca le faltara nada, pues ella amaba a su hija.

Al siguiente día visito la oficina de Brock, tuvo que esperar dos horas ya que estaba en una junta de negocios y cuando finalmente la vio con un movimiento de cabeza le indico que lo siguiera dentro para tener algo de privacidad.

— ¿Qué es lo que quieres Karlie? — Le dijo de mal humor mientras se sentaba detrás de su escritorio.

—Adriana está en el hospital— Le respondió ella con calma.

— ¿Cuánto?

Karlie frunció el ceño.

— ¿Cuánto qué? — Le preguntó confundida.

— ¿Cuánto dinero quieres? — Le dijo él con indiferencia.

—No estoy aquí por tu dinero, estoy aquí porque nuestra hija está en el hospital por culpa del malcriado de tu hijo.

Karlie solía ser muy paciente con Brock, pero no iba a tolerar que nadie lastimara lo más valioso que tenía.

— ¿Qué pasa con Kenneth? —Le pregunto Brock con fastidio.

—Así que sabes lo que hizo—Karlie se cruzó de brazos y lo miro con furia.

Bronck se encogió de hombros.

—Fue una broma que se salió de control—Le restó importancia.

— ¡Ella pudo haber muerto! —Estallo Karlie.

—Pero no lo hizo, así que deja el drama— Brock tomo su chequera y comenzó a escribir en ella, —Llévala de compras cuando salga del jodido hospital y déjame tranquilo.

Karlie lo miro con incredulidad, de repente los años y años de aguantar humillaciones cayeron sobre ella como un balde de agua fría, la furia que sintió la hizo romper el maldito cheque en dos y lanzárselo de regreso al desgraciado que tenía enfrente.

— ¿Cómo puedes ser tan frio con nuestra hija? —Le grito mientras la voz se le quebraba.

— ¿Nuestra? —Le pregunto Brock con diversión, —Ella es tu bastarda, yo te dije que te deshicieras de ella pero no me escuchaste, yo solo quería un coño para pasar el rato, jamás te dije que iba a jugar a la casita contigo.

Las lágrimas escurrieron por el rostro de Karlie.

—Dijiste que me querías, dijiste que me ibas a dar todo lo que quisiera y cuando te dije que quería una casa e hijos estuviste de acuerdo.

Brock se rio de nuevo.

—Estoy casado Karlie, cuando dijiste eso pensé que era algo que querías en un futuro con otra persona, nunca creí que fueras tan estúpida como para pensar que yo te estaba prometiendo que tendrías esas cosas conmigo.

El rostro de Karlie se desfiguro en una mueca.

— ¡Ella tendrá dieciséis pronto! —Le grito con enojo, — ¿Cuánto tiempo más planeabas tenerme como tu sucia amante?

Brock señalo la puerta.

—Nadie te retiene aquí, tu sola regresas una y otra vez.

Karlie se precipito hacia su escritorio y tomo lo primero que vio, que resultó ser una especie de premio de vidrio que había recibido recientemente, lo arrojo con todas sus fuerzas contra la pared haciendo estallar en pedazos.

— ¿Qué carajos te pasa? —Le grito Brock rabioso.

Pero Karlie ya se había dado la vuelta y estaba abriendo la puerta de su oficina.

— ¡Vete al demonio! —Le grito Karlie de regreso mientras le enseñaba el dedo medio y azotaba la puerta tras su salida.

Corrió hacia su propio puesto de trabajo y tomo sus cosas con los ojos borrosos por la lágrimas, le dijo a su jefe inmediato que renunciaba y salió de las oficinas de SisWerth con la cabeza en alto, merecía más que esa m****a que había estado aceptando de Brock todos esos años, había sido tan tonta y en el fondo lo supo todo el tiempo, pero ella lo había amado ciegamente y ahora Adriana sufriría las consecuencias de sus errores. Tenía que sacarla de esa horrible ciudad de ricos, tenía que construir un futuro para ambas que no implicara a los odiosos Wertherimer y no descansaría hasta poder demostrarle a Brock que perderlas a ambas había sido su peor maldito error.

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