— Sí, acepto.— respondía Amelia, cuando el cura le preguntó si aceptaba a Mike como su esposo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza.
Todo era felicidad para Amelia, el poder casarse al fin con el hombre a quien tanto amaba y que le demostraba todos los días su amor con cariño, respeto y paciencia era lo que llevaba meses esperando.…Después de esto, la vida de casados le confirmó a Amelia lo maravilloso que era estar enamorada, aunque como toda pareja habían discusiones, pero nada grave, todo se resolvía con una platica o en la alcoba, eran más de tres años de estar juntos, desde que se conocieron hasta su segundo aniversario de bodas.El trato seguía siendo perfecto, la intimidad tan apasionante y ardiente como siempre, nada podía estar mal en su decisión de estar con Mike, ni siquiera las tontas condiciones de su familia, quienes con un pensamiento anticuado y retrógrado, no le daban el visto bueno a que la señora Harrison llevara una vida normal afuera de su casa.Siguiendo estas órdenes, Amelia dejó la universidad, convirtiéndose en ama de casa a muy corta edad, abandonando ese sueño de convertirse en una abogada de renombre con su propio bufete de abogados.Pero lo cruel que es la vida le dio una cachetada a esta joven pareja cuando la mente ocupada de Mike, se dejó cegar por Patricia, “la mejor amiga” de Amelia, a quien ella estimaba bastante y era su única confidente.Todo cambió de la noche a la mañana, o eso quería pensar Amelia, pues desde hacía varias semanas las cosas no estaban funcionando, sembrando la duda de un posible amorío extra marital.— Cenaré en mi despacho.— le dijo Mike a su esposa cuando llegó a casa, sin ni siquiera una rosa en su mano, era San Valentín y él actuaba muy desinteresado.— Amor.— intentó decir Amelia, pero su esposo siguió su camino, parecía un hombre completamente diferente a aquel que le juró amor eterno en su boda.Furiosa, Amelia quiso tomar al toro por los cuernos, había aceptado todas las condiciones de la familia Harrison para formar parte de ella, eran muchos sacrificios de su parte, por lo que no estaba dispuesta a llevar una vida llena de tristeza y desilusiones como la de sus padres.— No sé qué te ocurre, pero necesito que hablemos esto de una vez por todas.— dijo Amelia entrando en el despacho de su esposo sin avisar, rompiendo una de sus reglas, ese lugar era su santuario, donde sólo había estado un par de veces para tener sexo fugaz.— No ocurre nada, estoy ocupado con asuntos del trabajo, déjame solo por favor.— le ordenó Mike, sin darle mucha importancia a las palabras de su esposa.— Soy tu esposa, hice y hago todo lo que quieres, ¿Qué más quieres de mí? Definitivamente no eres el hombre con quién me casé.— sentenció Amelia, pensando que con esto llamaría su atención.— Solo estoy ocupado, volveré a la oficina si no me dejarás trabajar en paz, alguien debe hacer el dinero para darnos la vida que nos gusta.— espetó Mike, levantándose de su silla para irse del lugar, no estaba para tonterías.— Mike.— gritó Amelia, pensando que con esto su matrimonio estaba al borde del colapso.Lo peor de todo, fue cuando Mike cruzó el umbral, la luz del corredor alumbró su camisa blanca, dejándose ver lo que parecía un beso plasmado en ella, con un labial rojo intenso, esto no podía estar ocurriendo.Se sintió desesperada e intentó gritarle de nuevo y perseguirlo para que le diera una explicación, pero su cuerpo simplemente no respondía y ella lo vio irse desconsolada.Sus piernas se debilitaron, al mismo tiempo que un fuerte dolor se instalaba en su pecho, al sentir el amargo sabor de ser traicionada. Había estado intentando dejar pasar el comportamiento de Mike, para no tener más discusiones, pero esto era algo que no podía ignorar y al pensar en terminar su matrimonio el vacío, el dolor y la desesperación la corroían, él era su única familia.— Amiga, no sé qué hacer.— dijo Amelia al teléfono después de un rato, hablaba entre lagrimas con su mejor amiga, la única persona en la ciudad a quien le contaba todo, lo bueno y lo malo de su vida.— Cálmate, ¿Qué ocurrió?— preguntó Patricia, ansiosa por saber lo que pasaba en la mansión Harrison.— Su actitud empeora, ni siquiera hoy que es San Valentín mejoró algo, ya no lo conozco, él no es mi esposo.— sollozaba Amelia, ella estaba muy enamorada de Mike, él era el hombre perfecto o eso pensaba ella y estar pasando por esto le destrozaba el corazón.— ahora estoy segura de que me está engañando, tenía un beso marcado en su camisa.— Amiga, tienes que mantener la calma, estoy casi lista para salir esta noche, pasaré por ti y así despejas tu mente.— dijo Patricia, cortando la llamada sin esperar respuesta.En realidad, todo esto era parte del plan de Patricia, ella siempre estuvo enamorada de Mike, lo conoció el mismo día que Amelia, pero él supo a quien elegiría entre ellas dos desde el momento en que las vio.Así que desde ese día, Patricia dejó de lado la amistad de toda la vida con Amelia, odiándola en secreto, celosa de que ella viviera la vida perfecta con el atractivo y millonario que todas morían por tener.Treinta minutos después, Patricia estaba en la entrada de la mansión, se llevaría a una aturdida y confundida Amelia, quien sospechaba de su esposo y su posible aventura, pero verlo con sus propios ojos la dejó perpleja, lo conocía desde hacía casi cuatro años y a pesar de las pruebas aún le costaba creer que él le había hecho algo así.Por eso no estaba segura de salir de la casa, menos a un bar como si estuviera soltera, pero estaba confundida, no quería quedarse sola en esa enorme mansión, sintiéndose la culpable de todo lo que ocurría, mientras la desesperación y el dolor la estaban volviendo loca.— No sé si deba hacer esto, creo que mejor lo espero e intentamos arreglar las cosas.— le dijo Amelia a su amiga cuando salió, esta decisión era crucial para su vida.— No seas tonta, solo nos tomaremos un par de copas, después volverás más calmada y podrán hablarlo, quizás él tenga una buena explicación a eso que me dijiste. — la convenció Patricia, viendo con satisfacción como Amelia se subía a su auto que arrancó de inmediato.— No puedo creer que él haga esto.— buscaba consuelo Amelia, desafortunadamente en la persona equivocada y sin saberlo avanzaba al lugar donde empezaría el final de su matrimonio.— Tu esposo debe ser de los más cotizados de la ciudad, pero lo conoces bien, él no sería capaz de eso.— respondió Patricia.El club al que asistieron era el más exclusivo de la ciudad, estaba repleto, pero estas chicas tenían su acceso a la zona VIP garantizado, solo serían un par de copas nada más, ¿Qué podría salir mal?Pues, en este caso, todo, Patricia tenia un plan en mente y el vaso de Amelia en su ida al baño había quedado a su completa disposición, así que colocó un par de pastillas “afrodisiacas” en su trago, esta era una droga nueva muy difícil de conseguir, pero era muy potente, avivarían el deseo de cualquiera, calentaba todo el cuerpo y nublaban la mente, la persona dopada solo podía pensar en aliviar su doloroso deseo, en nada más.Dos tragos después, Amelia sentía como su cuerpo se calentaba e iba sintiéndose muy mareada, sin entender lo que le estaba ocurriendo.— No me siento bien, creo que debemos irnos ya.— le dijo Amelia a Patricia, quien notó, entre todos los flashes del lugar, el rostro sonrojado de su amiga, indicándole que ya la droga estaba haciendo sus efectos.— Ya casi nos vamos, ten, tomate este trago.— respondió Patricia entre gritos para poder ser oída, extendiéndole un enorme shop de tequila que Amelia bebió sin pensarlo, intentado calmar lo que estaba sintiendo por dentro.Todo estaba planificado para formar una catástrofe, ninguna vida corría peligro, pero para Amelia, su matrimonio era su vida entera, se había dedicado a su esposo en cuerpo y alma, amándolo como nunca amaría a nadie más en su vida, o eso pensaba ella.La mente de Amelia estaba por las nubes, Patricia se había excedido de la dosis con las dos pastillas que le puso en su bebida, ahora no solo estaba ansiosa por tener sexo, no podía coordinar su cuerpo y su mente estaba apagada, sobretodo después de varios tragos de tequila.— Es hora de irnos.— le gritó Patricia a Amelia, quien solo levantaba las manos y movía su cabeza de un lado al otro, poseída por la droga que cubrió todo su sistema nervioso.Amelia era llevada arrastrada por todo el club hasta la salida, estaban en el último piso de un lujoso hotel, pero los planes de Patricia no eran llevar a su amiga a casa, ya estaba una habitación lista para ella, junto a un invitado sorpresa.— ¿Qué hacemos aquí?— balbuceaba Amelia, au
Mike estaba en un bar cercano a su mansión, viendo como todas las parejas a su alrededor irradiaban amor, recordando los buenos momentos de su matrimonio, dándose cuenta de lo cruel que estaba siendo. Su mente ocupada se dejó llevar por lo incorrecto, pero era la hora de dejar eso a un lado, su esposa lo amaba y él, a pesar de todo, también la amaba todavía, ahora, solo quedaba volver a casa para intentar corregir el rumbo de un matrimonio quebrado. — Amor, te traje…— dijo Mike al entrar a su habitación, con un ramo de rosas en sus manos y sorprendiéndose por no encontrar a su esposa acostada. Luego de buscarla en el baño, era definitivo, Amelia no estaba en la habitación y por la hora las alarmas de Mike se encendieron, desde que estaban casados ella nunca se había atrevido a estar tan tarde fuera de casa, pero esta noche parecía que todo había cambiado, ella ni siquiera le había avisado que saldría.— Maldita sea Amelia, ¿Dónde estás? Contesta el teléfono.— gritaba Mike a
Un par de horas después, era el turno de despertar de Amelia, ella había sido más drogada que Ryan, también había consumido bastante alcohol en el proceso, haciendo que su cabeza estuviera a punto de explotar. Ella no podía entender donde estaba, tampoco recordaba mucho de lo que ocurrió en la noche, solo tenía algunos flashes, con su amiga Patricia en el club, pero después de eso, ella despertaba en una habitación de hotel, complemente desnuda. El pánico se apoderó de su mente, con torpeza, colocaba sus pies en el frío suelo de la habitación, necesitaba encontrar su teléfono, algo no estaba bien, ella no podía estar lejos de casa sola por tantas horas, Mike debía estar al borde de la locura. — No puede ser.— pensó Amelia al llegar a la mesa de noche, en ella había un cheque firmado, con la cifra de diez mil dolares, en el que solo faltaba rellenar con su nombre para poderlo cobrar, estaba acompañado con una nota que decía, “fue una noche espectacular, gracias". Esto no podía est
— Mike por favor, tienes que escucharme, deja que te explique, por favor. — Suplicó Amelia cuando llegaron al baño e intentó abrazar a su esposo, pero fue repelida por una fuerte bofetada que la lanzó al piso, desde el gélido porcelanato italiano del baño, lo miró sin poderlo creer, tocando su mejilla, adolorida y ardiendo, sintiendo como el dolor estaba carcomiendo su pecho. No entendía como el hombre que siempre amó, su esposo, quien había jurado en el altar que la cuidaría y protegería para toda la vida, en este momento la lastimaba de tal forma, simplemente no podía reconocerlo. — Tienes veinticuatro horas para irte de mi casa, olvídate de mí y de lo nuestro, esta humillación no te la podré perdonar jamás.— espetó Mike, yéndose del lugar, no podía soportar seguir viendo a Amelia a los ojos, imaginándose todo lo que había hecho con quién sabe quién toda la noche.Amelia lo vio irse destrozada, se sentía fría por todas partes, su corazón y alma habían sido destruidas, su m
Como una basura, Amelia era echada a la calle, en pleno centro empresarial de la ciudad, vestida de forma inusual y con su cabello aun húmedo, sin mencionar su rostro, manchado por el rímel e hinchado por el llanto, una combinación perfecta para pasar la mayor humillación de su vida. Ante la mirada curiosa de las personas que caminaban por el lugar, Amelia no aguantaba más ser juzgada de esta manera, por lo que buscó alejarse lo más que pudiera de ese edificio, dando un paso en falso a lo que pudo costarle la vida, o como ella lo veía en este momento: acabar con su sufrimiento. Se oyó un fuerte ruido, combinado con un fuerte olor a caucho quemado ocasionado por un frenado de golpe, que no fue suficiente para no impactar a la aturdida mujer. —Mierda.— masculló Ryan, quien iba en el asiento de atrás y saltó del auto donde iba.— señorita, ¿Está bien?— preguntó el fuerte y guapo hombre al llegar a socorrer a la accidentada, quedando petrificado al darse cuanta de quien se trataba y pr
Con el alta médica y Amelia abandonada a su suerte por el hombre que juró amarla por el resto de su vida, ella no tuvo más opción que subir al auto que la atropelló, junto a dos desconocidos, sin entender esta nueva etapa de su vida, ¿Cómo podía recuperar su vida? Y si eso no era posible, ¿Cómo podría salir adelante? Ryan iba en el asiento delantero, junto a su chófer, que de vez en cuando volteaba para ver a su jefe quien ahora tenía un brillo en los ojos que nunca, en los varios años que llevaba trabajando para él había visto. —Con cuidado.— le indicaba Ryan a Amelia cuando llegaron a su edificio, él bajó de inmediato para abrirle la puerta, como un caballero empedernido, que estaba urgido de socorrer a su princesa. Amelia no dijo una palabra, parecía que después de no poder oponerse a irse al apartamento de un desconocido, su lengua se hubiese contraído, ella seguía en shock, sumado al dolor que empezaba a sentir en todo su cuerpo por los golpes del accidente, aunque estos no
Mike no tenía pensado llegar a su mansión, esto podría implicar encontrarse a su esposa, la mujer que pudo burlarse de él, dejándolo en ridículo en su trabajo también, porque a pesar de ser el jefe, esto no evitó que recibiera algunas miradas extrañas de todo su personal cuando salió de su oficina.Luego del juego en el que Patricia quería involucrarlo, Mike la envió con su chófer a su casa, necesitaba despejar su mente, este no era momento para pensar en estar con otra mujer, necesitaba relajar o adormecer su mente, él también estaba sufriendo y lo único que pudo pensar fue en intentar ahogar sus penas con alcohol. El amanecer llegó y mientras Ryan se preparaba para visitar a su padre después de varios años sin verlo, Mike llegaba casi sin poder sostenerse en pie a su mansión, ambos habían sido convocados a la misma reunión, donde estarían cuatro Harrison, los más poderosos por supuesto. —Papá, me alegra mucho verte.— saludó Ryan al más viejo de los Harrison, quien llevaba un bas
Para Ryan, esto solo parecía un drama de su padre y con lo mal que se la llevó con toda su familia en el pasado, esto era lo último que quería, una nueva confrontación, cuando a él le iba de maravilla recorriendo el mundo, haciendo más dinero que todos, disfrutando de muchas cosas a la vez. Pero su percepción de la situacion cambió de repente cuando Joan habló después de un largo silencio en el salón, mientras Paul encendía su enorme pipa de marfil, traída de contrabando desde África. —Esto me parece un completo disparate papá, Ryan se la pasa viajando por todo el mundo, haciendo tonterías y ahora vuelve como un supuesto heredero al trono, ¿Me estás jodiendo?— dijo exaltado Joan, mientras Ryan reía en silencio y Mike solo quería terminar con esto, la resaca controlaba su cuerpo, este no era su momento de pelear por nada. —Para eso es esta reunión, uno de ustedes será el elegido y tus peleas no te ayudan, ahora mismo estás al final de la lista.— respondió calmadamente Paul, su f