¿Por Amor o Venganza? CASADA CON EL TIO DE MI EX
¿Por Amor o Venganza? CASADA CON EL TIO DE MI EX
Por: D.J Jimenez
Capitulo 1

— Sí, acepto.— respondía Amelia, cuando el cura le preguntó si aceptaba a Mike como su esposo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza.

Todo era felicidad para Amelia, el poder casarse al fin con el hombre a quien tanto amaba y que le demostraba todos los días su amor con cariño, respeto y paciencia era lo que llevaba meses esperando.

Después de esto, la vida de casados le confirmó a Amelia lo maravilloso que era estar enamorada, aunque como toda pareja habían discusiones, pero nada grave, todo se resolvía con una platica o en la alcoba, eran más de tres años de estar juntos, desde que se conocieron hasta su segundo aniversario de bodas.

El trato seguía siendo perfecto, la intimidad tan apasionante y ardiente como siempre, nada podía estar mal en su decisión de estar con Mike, ni siquiera las tontas condiciones de su familia, quienes con un pensamiento anticuado y retrógrado, no le daban el visto bueno a que la señora Harrison llevara una vida normal afuera de su casa.

Siguiendo estas órdenes, Amelia dejó la universidad, convirtiéndose en ama de casa a muy corta edad, abandonando ese sueño de convertirse en una abogada de renombre con su propio bufete de abogados.

Pero lo cruel que es la vida le dio una cachetada a esta joven pareja cuando la mente ocupada de Mike, se dejó cegar por Patricia, “la mejor amiga” de Amelia, a quien ella estimaba bastante y era su única confidente.

Todo cambió de la noche a la mañana, o eso quería pensar Amelia, pues desde hacía varias semanas las cosas no estaban funcionando, sembrando la duda de un posible amorío extra marital.

— Cenaré en mi despacho.— le dijo Mike a su esposa cuando llegó a casa, sin ni siquiera una rosa en su mano, era San Valentín y él actuaba muy desinteresado.

— Amor.— intentó decir Amelia, pero su esposo siguió su camino, parecía un hombre completamente diferente a aquel que le juró amor eterno en su boda.

Furiosa, Amelia quiso tomar al toro por los cuernos, había aceptado todas las condiciones de la familia Harrison para formar parte de ella, eran muchos sacrificios de su parte, por lo que no estaba dispuesta a llevar una vida llena de tristeza y desilusiones como la de sus padres.

— No sé qué te ocurre, pero necesito que hablemos esto de una vez por todas.— dijo Amelia entrando en el despacho de su esposo sin avisar, rompiendo una de sus reglas, ese lugar era su santuario, donde sólo había estado un par de veces para tener sexo fugaz.

— No ocurre nada, estoy ocupado con asuntos del trabajo, déjame solo por favor.— le ordenó Mike, sin darle mucha importancia a las palabras de su esposa.

— Soy tu esposa, hice y hago todo lo que quieres, ¿Qué más quieres de mí? Definitivamente no eres el hombre con quién me casé.— sentenció Amelia, pensando que con esto llamaría su atención.

— Solo estoy ocupado, volveré a la oficina si no me dejarás trabajar en paz, alguien debe hacer el dinero para darnos la vida que nos gusta.— espetó Mike, levantándose de su silla para irse del lugar, no estaba para tonterías.

— Mike.— gritó Amelia, pensando que con esto su matrimonio estaba al borde del colapso.

Lo peor de todo, fue cuando Mike cruzó el umbral, la luz del corredor alumbró su camisa blanca, dejándose ver lo que parecía un beso plasmado en ella, con un labial rojo intenso, esto no podía estar ocurriendo.

Se sintió desesperada e intentó gritarle de nuevo y perseguirlo para que le diera una explicación, pero su cuerpo simplemente no respondía y ella lo vio irse desconsolada.

Sus piernas se debilitaron, al mismo tiempo que un fuerte dolor se instalaba en su pecho, al sentir el amargo sabor de ser traicionada. Había estado intentando dejar pasar el comportamiento de Mike, para no tener más discusiones, pero esto era algo que no podía ignorar y al pensar en terminar su matrimonio el vacío, el dolor y la desesperación la corroían, él era su única familia.

— Amiga, no sé qué hacer.— dijo Amelia al teléfono después de un rato, hablaba entre lagrimas con su mejor amiga, la única persona en la ciudad a quien le contaba todo, lo bueno y lo malo de su vida.

— Cálmate, ¿Qué ocurrió?— preguntó Patricia, ansiosa por saber lo que pasaba en la mansión Harrison.

— Su actitud empeora, ni siquiera hoy que es San Valentín mejoró algo, ya no lo conozco, él no es mi esposo.— sollozaba Amelia, ella estaba muy enamorada de Mike, él era el hombre perfecto o eso pensaba ella y estar pasando por esto le destrozaba el corazón.— ahora estoy segura de que me está engañando, tenía un beso marcado en su camisa.

— Amiga, tienes que mantener la calma, estoy casi lista para salir esta noche, pasaré por ti y así despejas tu mente.— dijo Patricia, cortando la llamada sin esperar respuesta.

En realidad, todo esto era parte del plan de Patricia, ella siempre estuvo enamorada de Mike, lo conoció el mismo día que Amelia, pero él supo a quien elegiría entre ellas dos desde el momento en que las vio.

Así que desde ese día, Patricia dejó de lado la amistad de toda la vida con Amelia, odiándola en secreto, celosa de que ella viviera la vida perfecta con el atractivo y millonario que todas morían por tener.

Treinta minutos después, Patricia estaba en la entrada de la mansión, se llevaría a una aturdida y confundida Amelia, quien sospechaba de su esposo y su posible aventura, pero verlo con sus propios ojos la dejó perpleja, lo conocía desde hacía casi cuatro años y a pesar de las pruebas aún le costaba creer que él le había hecho algo así.

Por eso no estaba segura de salir de la casa, menos a un bar como si estuviera soltera, pero estaba confundida, no quería quedarse sola en esa enorme mansión, sintiéndose la culpable de todo lo que ocurría, mientras la desesperación y el dolor la estaban volviendo loca.

— No sé si deba hacer esto, creo que mejor lo espero e intentamos arreglar las cosas.— le dijo Amelia a su amiga cuando salió, esta decisión era crucial para su vida.

— No seas tonta, solo nos tomaremos un par de copas, después volverás más calmada y podrán hablarlo, quizás él tenga una buena explicación a eso que me dijiste. — la convenció Patricia, viendo con satisfacción como Amelia se subía a su auto que arrancó de inmediato.

— No puedo creer que él haga esto.— buscaba consuelo Amelia, desafortunadamente en la persona equivocada y sin saberlo avanzaba al lugar donde empezaría el final de su matrimonio.

— Tu esposo debe ser de los más cotizados de la ciudad, pero lo conoces bien, él no sería capaz de eso.— respondió Patricia.

El club al que asistieron era el más exclusivo de la ciudad, estaba repleto, pero estas chicas tenían su acceso a la zona VIP garantizado, solo serían un par de copas nada más, ¿Qué podría salir mal?

Pues, en este caso, todo, Patricia tenia un plan en mente y el vaso de Amelia en su ida al baño había quedado a su completa disposición, así que colocó un par de pastillas “afrodisiacas” en su trago, esta era una droga nueva muy difícil de conseguir, pero era muy potente, avivarían el deseo de cualquiera, calentaba todo el cuerpo y nublaban la mente, la persona dopada solo podía pensar en aliviar su doloroso deseo, en nada más.

Dos tragos después, Amelia sentía como su cuerpo se calentaba e iba sintiéndose muy mareada, sin entender lo que le estaba ocurriendo.

— No me siento bien, creo que debemos irnos ya.— le dijo Amelia a Patricia, quien notó, entre todos los flashes del lugar, el rostro sonrojado de su amiga, indicándole que ya la droga estaba haciendo sus efectos.

— Ya casi nos vamos, ten, tomate este trago.— respondió Patricia entre gritos para poder ser oída, extendiéndole un enorme shop de tequila que Amelia bebió sin pensarlo, intentado calmar lo que estaba sintiendo por dentro.

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