Pasaron tres meses exactamente desde la peor noche de San Valentín en la vida de Amelia, bueno, fue mala por las repercusiones inmediatas, porque en el momento fue algo memorable, así su mente no recordara nada después. —Imprimí tus correos importantes, Ryan, ¿Necesitarás algo más?— dijo Stuart, antes de salir del despacho de su jefe, necesitaba hacer unas diligencias personales así que debía terminar todos sus pendientes. —¿Hay algo importante?— preguntó Ryan, viendo algo en su teléfono, sin darle mucha importancia. —Nada nuevo, bueno, hay uno con el sello Harrison, supongo que tu padre hará otra reunión.— respondió Stuart, dejando ese correo de primero para su jefe.— saldré un par de horas, estaré al pendiente de mi celular para cualquier cosa que necesites.—Tomate el día, hoy no necesitaré nada más, gracias.— dijo Ryan, gentilmente, era el mejor jefe con que cualquier persona podría soñar.—Hasta luego.— se despidió Stuart, quien estuvo a punto de salir completamente
En un abrir y cerrar de ojos, los tres días que separaban a la invitación con el evento, terminaron. Así que Ryan, eligiendo su mejor traje, se alistaba para emprender el camino a la mansión de su sobrino, donde estaba la mujer que había robado su corazón por completo, sin saber qué esperar cuando ella se enterara de quien era él en realidad. — ¿A dónde vas tan elegante?— le dijo Ryan a Stuart, cuando lo vio en la sala, dando los toques finales a su traje.— Al mismo sitio al que vas tú, ¿O no se aceptan sirvientes en esa celebración?— respondió suspicazmente Stuart, sabiendo que esto irritaría a su jefe.— Por Dios, sabes cuanto detesto que te refieras a ti mismo de esa forma, yo no tengo sirvientes, y si ese fuese el caso, tú no serias uno de ellos.— masculló Ryan, evidentemente molesto.— creí que no querías que fuera a esta fiesta.— Por supuesto que estoy en contra de que asistas a esa casa, pero tú eres el jefe y nada de lo que diga o haga te hará cambiar de opin
La tensión se había apoderado de todo el lugar, esto le encantaba al viejo Harrison, ser el centro de atención, y esta vez, no sería la excepción, todos los presentes esperaban expectantes el desarrollo de este embrollo familiar.—Ryan, hijo mío, por supuesto que no, mi decisión la sabrás cuando llegue el momento justo.— respondió el viejo Paul, sosteniendo su bastón con ambas manos, sonriendo, disfrutando el momento, que como él sabía, serían de los últimos de su vida.—Tío, bienvenido a mi casa, creí que…— dijo Mike, acercándose a su tío, su contrincante, quien siempre llevaba una mirada retadora, pero justo en ese momento, se oyó un gran murmuro en el salón.Amelia había aparecido al fin, estaba excepcionalmente hermosa y esto provocó que todos se quedaran viéndola fijamente, incluyendo, por supuesto, a Ryan. Éste último se quedó boquiabierto, figurativamente, dado que podía controlar muy bien sus expresiones. Ver a la mujer que lo volvió loco en ese vestido negro, ajustado,
— Sí, acepto.— respondía Amelia, cuando el cura le preguntó si aceptaba a Mike como su esposo, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza. Todo era felicidad para Amelia, el poder casarse al fin con el hombre a quien tanto amaba y que le demostraba todos los días su amor con cariño, respeto y paciencia era lo que llevaba meses esperando. … Después de esto, la vida de casados le confirmó a Amelia lo maravilloso que era estar enamorada, aunque como toda pareja habían discusiones, pero nada grave, todo se resolvía con una platica o en la alcoba, eran más de tres años de estar juntos, desde que se conocieron hasta su segundo aniversario de bodas. El trato seguía siendo perfecto, la intimidad tan apasionante y ardiente como siempre, nada podía estar mal en su decisión de estar con Mike, ni siquiera las tontas condiciones de su familia, quienes con un pensamiento anticuado y retrógrado, no le daban el visto bueno a que la señora Harrison llevara una vida normal afuera de su
Todo estaba planificado para formar una catástrofe, ninguna vida corría peligro, pero para Amelia, su matrimonio era su vida entera, se había dedicado a su esposo en cuerpo y alma, amándolo como nunca amaría a nadie más en su vida, o eso pensaba ella.La mente de Amelia estaba por las nubes, Patricia se había excedido de la dosis con las dos pastillas que le puso en su bebida, ahora no solo estaba ansiosa por tener sexo, no podía coordinar su cuerpo y su mente estaba apagada, sobretodo después de varios tragos de tequila.— Es hora de irnos.— le gritó Patricia a Amelia, quien solo levantaba las manos y movía su cabeza de un lado al otro, poseída por la droga que cubrió todo su sistema nervioso.Amelia era llevada arrastrada por todo el club hasta la salida, estaban en el último piso de un lujoso hotel, pero los planes de Patricia no eran llevar a su amiga a casa, ya estaba una habitación lista para ella, junto a un invitado sorpresa.— ¿Qué hacemos aquí?— balbuceaba Amelia, au
Mike estaba en un bar cercano a su mansión, viendo como todas las parejas a su alrededor irradiaban amor, recordando los buenos momentos de su matrimonio, dándose cuenta de lo cruel que estaba siendo. Su mente ocupada se dejó llevar por lo incorrecto, pero era la hora de dejar eso a un lado, su esposa lo amaba y él, a pesar de todo, también la amaba todavía, ahora, solo quedaba volver a casa para intentar corregir el rumbo de un matrimonio quebrado. — Amor, te traje…— dijo Mike al entrar a su habitación, con un ramo de rosas en sus manos y sorprendiéndose por no encontrar a su esposa acostada. Luego de buscarla en el baño, era definitivo, Amelia no estaba en la habitación y por la hora las alarmas de Mike se encendieron, desde que estaban casados ella nunca se había atrevido a estar tan tarde fuera de casa, pero esta noche parecía que todo había cambiado, ella ni siquiera le había avisado que saldría.— Maldita sea Amelia, ¿Dónde estás? Contesta el teléfono.— gritaba Mike a
Un par de horas después, era el turno de despertar de Amelia, ella había sido más drogada que Ryan, también había consumido bastante alcohol en el proceso, haciendo que su cabeza estuviera a punto de explotar. Ella no podía entender donde estaba, tampoco recordaba mucho de lo que ocurrió en la noche, solo tenía algunos flashes, con su amiga Patricia en el club, pero después de eso, ella despertaba en una habitación de hotel, complemente desnuda. El pánico se apoderó de su mente, con torpeza, colocaba sus pies en el frío suelo de la habitación, necesitaba encontrar su teléfono, algo no estaba bien, ella no podía estar lejos de casa sola por tantas horas, Mike debía estar al borde de la locura. — No puede ser.— pensó Amelia al llegar a la mesa de noche, en ella había un cheque firmado, con la cifra de diez mil dolares, en el que solo faltaba rellenar con su nombre para poderlo cobrar, estaba acompañado con una nota que decía, “fue una noche espectacular, gracias". Esto no podía est
— Mike por favor, tienes que escucharme, deja que te explique, por favor. — Suplicó Amelia cuando llegaron al baño e intentó abrazar a su esposo, pero fue repelida por una fuerte bofetada que la lanzó al piso, desde el gélido porcelanato italiano del baño, lo miró sin poderlo creer, tocando su mejilla, adolorida y ardiendo, sintiendo como el dolor estaba carcomiendo su pecho. No entendía como el hombre que siempre amó, su esposo, quien había jurado en el altar que la cuidaría y protegería para toda la vida, en este momento la lastimaba de tal forma, simplemente no podía reconocerlo. — Tienes veinticuatro horas para irte de mi casa, olvídate de mí y de lo nuestro, esta humillación no te la podré perdonar jamás.— espetó Mike, yéndose del lugar, no podía soportar seguir viendo a Amelia a los ojos, imaginándose todo lo que había hecho con quién sabe quién toda la noche.Amelia lo vio irse destrozada, se sentía fría por todas partes, su corazón y alma habían sido destruidas, su m