Capitulo 3

Mike estaba en un bar cercano a su mansión, viendo como todas las parejas a su alrededor irradiaban amor, recordando los buenos momentos de su matrimonio, dándose cuenta de lo cruel que estaba siendo.

Su mente ocupada se dejó llevar por lo incorrecto, pero era la hora de dejar eso a un lado, su esposa lo amaba y él, a pesar de todo, también la amaba todavía, ahora, solo quedaba volver a casa para intentar corregir el rumbo de un matrimonio quebrado.

— Amor, te traje…— dijo Mike al entrar a su habitación, con un ramo de rosas en sus manos y sorprendiéndose por no encontrar a su esposa acostada.

Luego de buscarla en el baño, era definitivo, Amelia no estaba en la habitación y por la hora las alarmas de Mike se encendieron, desde que estaban casados ella nunca se había atrevido a estar tan tarde fuera de casa, pero esta noche parecía que todo había cambiado, ella ni siquiera le había avisado que saldría.

— M*****a sea Amelia, ¿Dónde estás? Contesta el teléfono.— gritaba Mike ahora en la sala, había caminado toda la mansión marcándole a su esposa sin ninguna respuesta.

— Señor, buenas noches, no me lo esperaba despierto a estas horas.— le preguntó el mayordomo a Mike, era un hombre de extrema confianza para él.

— ¿Tienes idea de donde está mi esposa?— replicó Mike, sin muchas esperanzas de alguna pista de su parte, si Amelia se había ido, seguramente lo hizo a escondidas.

Esta era la primera vez que esto ocurría y era suficiente para que los celos psicópatas de Mike salieran a la luz, él podía pensar cualquier cosa, aunque Amelia nunca le había dado ningún motivo para ello.

— No sé dónde está señor, solo sé que salió con la señorita Patricia.— respondió el mayordomo, que más allá de aliviar a su jefe, le generó mayor preocupación.

— Gracias, puedes retirarte.— espetó Mike, marcándole esta vez a Patricia, arrepintiéndose de haberle dejado tantas libertades a su esposa, o eso creía erróneamente él.

— Mike, ¿Cómo estás?— respondió Patricia la llamada del esposo de su amiga, maquinando una nueva oportunidad de actuar en su contra.

— Pásame a Amelia.— sentenció Mike, lleno de ira, olvidando cualquier posibilidad de reconciliación, o por lo menos esta noche.

— Cariño, estoy despidiendo a mi amiga Liz, volveré al club para decirle que te llame.— mintió Patricia, si Amelia no llegaba a su casa no podría explicar la situación, poniendo la balanza a su favor.

— Maldición.— masculló Mike al colgar la llamada.

Veinte minutos después de hablar con Patricia, Mike no podía soportarlo más, le marcaba a ambas y ninguna atendía la llamada, así que decidió salir a buscarla, por todos los bares y discotecas de la ciudad si fuera necesario, pero esta humillación no estaba dispuesto a soportarla.

Aunque la ruteada por la ciudad no fue necesaria, cuando Mike estuvo a punto de encender su auto, apareció en la entrada principal el de Patricia

— ¿Dónde está mi esposa?— preguntó Mike al ver que solo Patricia bajaba de su auto.

— Mike, debemos pasar, hay algo que debía decirte en persona.— le advertía Patricia, Mike estaba impacientado y confundido, no entendía nada.

— Puedes decirme de una vez por todas lo que ocurre.— ordenó Mike, ya estaba harto de esta situación y quería acabar con esto de inmediato.

— Te dije por teléfono que salí a despedir a mi amiga Liz, bueno, cuando volví al club Amelia no estaba y cuando pregunté por ella a las personas del bar me dijeron que se fue con un hombre.— soltó Patricia, viendo como el rostro de Mike enrojecía, él estaba a punto de explotar.

— ¿Estás segura de lo que dices?— preguntó Mike, tratando de mantener la calma, su vista se había nublado un poco, sufrir esta humillación era algo que jamás hubiera imaginado, no a él, no a un Harrison.

Esto era algo muy grave en su mundo, su reputación quedaría completamente destruida, ¿Cómo ella se había atrevido a hacerle algo así?

— Fue lo que me dijeron, lo siento, mi intención era divertirnos un par de horas y volver, pero ella…— actuaba Patricia, haciendo entender que ella no tenía nada que ver en esto.— no te mereces que ella te haga esto, tú eres muy bueno con ella.— continuó diciendo Patricia al ver el rostro de Mike, esta era su oportunidad, echarle tierra a su amiga y empezar a sembrar lo suyo.

Ante esta confirmación la rabia de Mike solo se hacía más profunda, no entendía como ella había podido engañarlo así, ella fingía ser una mujer dulce cuando en realidad era una cualquiera, tendría que pagar por esto.

— ¿No la buscaste? ¿Ni sabes a donde se fue? — Preguntó Mike furioso, pensando en que si la encontraba en el acto, no podría responder por lo que ocurriera después.

— La bbusqué pero no la vi por ninguna parte, como se fue con ese hombre, quien sabe donde estarán, será muy difícil encontrarla, lo siento. — Dijo Patricia con fingida tristeza, bajando la cabeza, mientras estaba sonriendo para sus adentros.

— Puedes quedarte a dormir si quieres, yo la esperaré acá en el sofá.— ordenó Mike, después de pasar a la casa, recibiendo un abrazo de Patricia, quien quería consolarlo, pero él no escondió la ira que sentía por dentro, esta aumentaba con cada segundo que su esposa no llegaba.

El amanecer llegó, con esto, Ryan despertaba, sintiendo una pesadez extrema en su cuerpo, ya no se sentía drogado, pero se le hacía bastante difícil poder levantarse completamente de la cama.

Al estar de pie, no podía dejar de ver a la mujer con la que había pasado la noche, ella ni siquiera le dio un precio, lamentándose profundamente de que tan hermosa dama tuviera que ganarse la vida de esta forma.

Él no era un hombre que hiciera ese tipo de cosas, el respeto que setenta por las mujeres era bastante grande, así que pagar por sexo nunca pasaba por su mente, pero tampoco se arrepentía por lo ocurrido en la noche, fue un sexo bastante espectacular y al ver al fin el rostro de Amelia, había quedado flechado por tan perfecta mujer.

Con esto, Ryan apresuró sus pasos, debía irse antes de que ella despertara, no quería conocer a la mujer que le dio el mejor placer de su vida, solo le dejó una alta suma de dinero plasmada en un cheque, sin darse cuenta que su tarjeta de presentación cayó al suelo, dejándole sólo su segundo nombre y un número de teléfono a la chica misteriosa, él omitia su apellido y su nombre de pila, como si estuviera avergonzado de poseerlos.

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