Capitulo 5

—     Mike por favor, tienes que escucharme, deja que te explique, por favor. — Suplicó Amelia cuando llegaron al baño e intentó abrazar a su esposo, pero fue repelida por una fuerte bofetada que la lanzó al piso, desde el gélido porcelanato italiano del baño, lo miró sin poderlo creer, tocando su mejilla, adolorida y ardiendo, sintiendo como el dolor estaba carcomiendo su pecho.

No entendía como el hombre que siempre amó, su esposo, quien había jurado en el altar que la cuidaría y protegería para toda la vida, en este momento la lastimaba de tal forma, simplemente no podía reconocerlo.

—     Tienes veinticuatro horas para irte de mi casa, olvídate de mí y de lo nuestro, esta humillación no te la podré perdonar jamás.— espetó Mike, yéndose del lugar, no podía soportar seguir viendo a Amelia a los ojos, imaginándose todo lo que había hecho con quién sabe quién toda la noche.

Amelia lo vio irse destrozada, se sentía fría por todas partes, su corazón y alma habían sido destruidas, su matrimonio, el que tanto cuidó se había acabado, dejándole un gran vacío en su interior.

No solo perdía su matrimonio y a su esposo, también a su amiga, la única otra persona con la que pensaba podía contar, ya no tendría a nadie y toda su vida se desmoronaba por completo.

Todo se había acabado en un abrir y cerrar de ojos e incluso había sido lastimada tan cruelmente por quien era dueño de su corazón.

Patricia, que había escuchado todo, no podía ocultar su alegría y siguió a Mike, no podía desperdiciar esta oportunidad, él estaba herido y ella lo aprovecharía para meterse en sus brazos.

—     Mike, espera, siento mucho lo que sucedió, por eso te lo había insinuado antes, por muy amiga mía que sea, sé que no mereces lo que te hace, déjame acompañarte a pasar esta pena, podemos hablar. — Ofreció Patricia mirándolo a los ojos.

—     Sube si quieres. — Dijo Mike con indiferencia, ahora que se daba cuenta de que había estado ciego todo este tiempo se sentía como un idiota con él mismo y solo quería venganza.

Al escuchar esto, Patricia se subió al auto complacida con una sonrisa, todo le estaba saliendo mejor de lo que imaginó, estaba disfrutando de ver a Amelia sufrir y de esta oportunidad de estar cerca de Mike.

Amelia, por su parte, se olvidó del mundo mientras el agua le caía gota por gota, disimulando sus lágrimas que recorrían su cuerpo, doliendo cada suspiro que daba.

Después de un par de horas, Amelia despertaba, nunca supo cuanto tiempo estuvo dormida, pero sin dudarlo, hubiese deseado no volver a despertar nunca más, porque al hacerlo, el dolor volvía a aparecer quemándola cada vez más.

Sin pensarlo, se puso cualquier cosa y salió corriendo de su cuarto, debía ir a buscar a su esposo, esto debía tratarlo lo antes posible, intentar explicarse para poder lograr su perdón.

Tomando un taxi, Amelia se dirigía al edificio de su esposo, esta era la segunda vez en tantos años que ella iba a ese lugar, aunque ahora no parecía la esposa del jefe, por su facha, cualquiera podría pensar que era una callejera.

—     Señorita, no puede pasar, el señor Harrison no está recibiendo visitas.— la atajó la secretaria de Mike, pero Amelia sacó fuerzas de donde no tenía para quitársela de encima, ella hablaría con su esposo sin importar lo que tuviera que hacer.

Se sentía ansiosa, a pesar del maltrato de Mike no quería resignarse a que todo terminara de esta manera, porque él era lo único que tenía, al menos quería explicar que lo sucedido no fue su intención, ¡Que no es ninguna cualquiera!

—     Con permiso, debo hablar con mi esposo.— le dijo al llegar a la puerta y la abrió con rapidez, quedándose paralizada con lo que vio y su corazón ya roto volvió a fragmentarse de manera mucho más dolorosa esta vez.

Le dolía tanto que sentía que no podía respirar.

—     Amelia.— gritó Mike al verla de reojo, por encima del hombro de Patricia, que estaba sentada encima de él, besándolo en el cuello y con la camisa desabotonada.

—     Señor lo siento, ella me.— dijo la secretaria al entrar detrás de Amelia, quedándose con la boca abierta al ver a su jefe de esta manera.

—     ¿Cómo… como pudiste hacerme esto? — preguntó Amelia con la barbilla temblando y sus ojos cristalizándose.

—     No finjas ser la víctima aquí, tú eres la cualquiera, dije que no quería volver a verte nunca más, ¿Por qué estas aquí? ¿Quieres dinero?  Te lo daré, te daré quinientos mil dólares para que desaparezcas de mi vida ahora mismo, aunque no lo mereces, porque no vales nada. — Espetó Mike, levantándose de su silla y dejando a Patricia ahí sentada.

Amelia miró a su esposo sin poderlo reconocer, ¿Cómo podía ser tan cruel? ¿Cómo podía tratarla como si no estuviera ocurriendo nada importante cuando lo encontró traicionándola con la mujer que pensó que era su mejor amiga?

Ahora que veía lo que estaba ocurriendo, de pronto todo comenzó a tener sentido, Mike debía estarla traicionando desde antes con Patricia y por eso ella armó todo esto para que Mike la abandonara.

—     Yo no quiero tu dinero, lo que quería era explicarte lo que ocurrió Mike, yo nunca te haría algo así, todo fue un mal entendido, la mujer que tenias encima hace unos segundos es la culpable, me drogó para llevarme a una habitación, eso es lo último que puedo recordar.— explicaba Amelia, con sus ojos empañados de lágrimas, llena de rabia, tenia pequeños flashes donde Patricia la dejaba en una habitación, aunque no podía estar cien por ciento segura de todo eso.

Pensó que podría estar delirando en esto o simplemente lo había soñado, pero al ver a Patricia con su esposo, todo tenía sentido.

—     ¿Terminaste? Ahora puedes irte, espero que cuando llegue mañana a mi casa ya no estés ahí, no quiero tener que mandar a sacarte, como lo haré ahora.— sentenció Mike, apretando un botón que llamaba a la seguridad del edificio, él no le creía ni una sola de sus palabras y le daba más rabia que ella quisiera culpar a alguien más de sus errores.

—     Mike, escúchame por favor, Patricia es una mujer venenosa, todo fue un plan de ella, me engañó para quedarse contigo, date cuenta. — Gritó Amelia, sintiéndose desesperada y llena de furia e impotencia, en este instante ya no creía que lo de ella y Mike tuviera solución, pero quería desenmascarar a Patricia.

Esa mujer malvada le estaba quitando todo y había hecho que se acostara con alguien, haciéndola quedar como una cualquiera, no tenía corazón alguno y ella no podía sentirse más estúpida y destrozada por confiar en las personas equivocadas.

—     Llévensela y ordenen a todo el personal que pueden llamar a la policía si ella se acerca a la puerta del edificio.— ordenó Mike, dándose media vuelta para volver a su silla, siendo recibido por Patricia, que cada vez demostraba más su alegría interior.

—     Mike, por favor, escúchame, tienes que creerme. — gritaba Amelia, mientras era sacada de la oficina fácilmente por dos enormes sujetos.

El fin estaba escrito en una roca y bañado en oro, ya nada ni nadie haría cambiar de opinión a Mike, que cayó en el juego de Patricia y acababa este matrimonio para siempre.

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