—Vaya, ya veo que estás lista.
Karim caminó hasta su esposa, quien miraba su atuendo en un espejo de cuerpo entero, dentro de la habitación que ambos compartían.
Se acercó a ella lo suficiente como para tocarla y dejar un beso en el hombro derecho de ella, piel desnuda gracias al modelo de vestido que ella se había puesto.
Luego, él y ella se encontraron a través del reflejo.
—Te ves hermosa —aseguró él. Y volvió a besarla, esta vez tocando la espalda.
Jaya cerró los ojos. No se sentía bien, culpaba a sus nervios. Ya era abril, no sabía nada de Adam, si alguien lo había amenazado y agredido. Investigó apenas, buscando alguna noticia que le dijera algo positivo, sin éxito.
Los nervios también se debían al lugar a dónde iban y lo que harían. La desesperación por querer cambiarlo todo, darle la vuelta al mundo para transformar las cosas y a la gente a su alrededor, le hacía sentir como si alguien tomara su cuello y apretara.
Jaya estaba muy segura que si no lograba encarrilar las cosas, que el plan siguiera bien, o al menos terminara ese plan de la manera más idónea, si no lograba que todo se le diera, caería en un abismo oscuro, ya lo había visto. En otros casos durante su trabajo como agente vio compañeros de trabajo reducirse a nada, deprimidos, cambiados, por alguna misión.
—Hoy será una buena noche —le dijo él, aún acariciando cada parte del cuerpo de Jaya que encontrara a su alcance—. Eso que tanto me has pedido, podría ser tuyo hoy mismo.
Jaya miró el espejo, se giró para observarle mejor.
—¿Estás hablando de…?
Karim asintió, sonriéndole ameno, porque le daba una gran sorpresa a su mujer y se sentía orgulloso. Le fascinaba darle regalos, complacerla en todo lo que ella pidiera. Y ahora que las cosas no habían estado bien entre ellos, era perfecto que se agilizara ese regalo que quería para ella.
—Sé que has estado sufriendo por mi causa —Sobó su bello rostro, mirándola con apremio, sobando la zona que él golpeó—. Deja que me disculpe como me gusta hacerlo.
«El hotel por fin será mío», pensó ella.
Quiso sonreír, pero solo podía escudriñar los ojos de su esposo buscando algo más detrás de esa noticia.
—Después de la firma, ¿se hace el traspaso de una vez?
—La firma es el traspaso de nombre, después viene la notaría, pero eso es pan comido.
«Notaría», pensó ella. Sintió presión en su pecho y se giró de nuevo hacia su reflejo.
Quería llorar, sonreír y sollozar al mismo tiempo. El hotel que su padre construyó prácticamente con sus propias manos, y que el desalmado estafador del difunto Malek Bakir le quitó, dejándolos en la calle, por fin sería suyo, volvería a ser propiedad de los Takur, y todo sin ejecutar violencia ni denuncias de ningún tipo, sin meter en medio a toda una agencia. Jamás pensó que lo lograría. Sí había valido la pena sacrificarse tanto al punto de dejarlo todo atrás para conseguir este objetivo.
Aunque aún faltaban cosas por hacer. Y las estuviera haciendo si no fuese por los negocios de Karim y su decisión de quedarse en Londres. Aún quedaba a nombre de los Bakir un lugar aún más importante que el propio hotel y que ella quería recuperar.
Tenemos que irnos, nos esperan en la cena.
—¿Nos esperan? —Su garganta se apretó, mientras le rogaba a todas las deidades en el cielo que no fuese lo que ella estaba pensando.
—Germán y las personas encargadas del papeleo. Vamos, no podemos tardar más.
Él se separó de ella y caminó rumbo a la puerta de la recámara, en cambio Jaya no se movió. La imaginación jugaba sus pases: Adam asistiendo a esa cena.
***
Al abogado le parecieron exageradas las luces en el frente de la casa de su cliente, casi se ríe por ello; necesitaba hacerlo, no había dejado de pensar en Jaya en todo el mes anterior y lo que iba de abril. Sabía que ella estaría allí.
Se sentía ante una muerte anunciada. Ella misma se lo dijo, que volverían a encontrarse. Y después se lo confirmó el anfitrión de la cena, al llamarlo para pedirle asistencia en el traspaso de propiedad de uno de sus hoteles al señor Karim Bakir.
El Adam de hace diez años o menos podría estar contento, en su elemento, escudriñando a las personas que rodeaban a su clientela, sobre todo ésta, siendo marido de su ex el objetivo a investigar, pero al Adam actual le gustaba la transparencia, siempre que se pudiera recurrir a ella, por lo que le anunció a Germán que investigaría a Karim; se lo anunció para no hacerlo a sus espaldas.
La empresa que lideraba el esposo de Jaya perteneció a su difunto padre: Malek Bakir. Dedicados a las inversiones, la familia era dueña de muchas propiedades en la India y Azerbaiyán. Ya lo sabía a medias, en aquella cercana época donde él se enteró del casamiento y enloquecido, viajó hasta este último país para corroborar la noticia más tétrica recibida en años: que Jaya se había enamorado de otro hombre, uno millonario, y se había casado.
Pero ahora las cosas comenzaban a tomar un cariz diferente. Debía profundizar en la historia de ese hombre, Karim. Asistiría a una sucesión, él sería testigo de una firma, tenía que saber quiénes serían los implicados.
—¡El abogado estrella ha llegado! —bromeó a viva voz el anfitrión y dueño del lugar, levantándose del sofá para recibir amenamente al recién llegado.
Adam sonrió de medio lado, labios cerrados, palmeando la espalda de Germán, pero su gesto se desvaneció un poco al ver quién acompañaba a Klaus.
—¿Liliana?
Una preciosa mujer vestida de rojo, con su cabello suelto color castaño claro, se levantó del sofá de tres piezas en donde estuvo conversando, con una sonrisa seductora en su rostro.
—Adam, me alegra que hayas llegado.
El abogado no sintió demasiado bien que ella estuviese allí.
—¿Cuándo llegaste? —le preguntó a la mujer durante el abrazo. Ella se movió y besó a Adam en la boca—. Liliana…
—No te apenes conmigo, Coney —intervino Germán, palmeando su espalda animadamente—. Ya sé que mi sobrina y tú han estado saliendo.
Adam dejó libre aire entre sus labios, mientras Liliana agarraba su mano y entrelaza sus dedos con los de él. Adam miró ambas manos embonadas, luego a ella. Tragó grueso. Efectivamente estaban saliendo, de hecho, ella y él solían compartir tiempo en privacidad, pero para él no había nada más allá de esos encuentros.
Como pudo, desligó las manos y sonrió a ambos.
—Me prepararé un whisky. ¿Les busco algo?
—Oh, han llegado.
Adam detuvo la caminata hacia el bar de la casa, también oyó el timbre, así como las palabras de Germán. Miró hacia ningún punto en específico y liberó un corto suspiro, la tensión amenazaba con volverlo loco. —¡Bienvenidos! —saludó el anfitrión. Su voz un poco lejana de la sala, ya que se encontraba en la entrada para personalmente recibir a sus invitados—. Por favor, adelante. Me alegra mucho verla, señora Bakir. —Adam cerró sus ojos, aún sin moverse, ni girarse—. Espero que ya se encuentre bien.Jaya respondió lo propio, con la sonrisa más fingida y ensayada que nunca. Agradeció por la preocupación y los buenos deseos del señor Klaus, evitando que algo roto fuera evidente ante los demás, porque ya había notado la presencia de Adam en el lugar. El abogado se giró con un semblante sereno y prepotente, serio y educado, y se acercó a los recién llegados, estirando su mano hacia el hombre vestido de traje blanco, Karim. —Señor Bakir —mano extendida, mirada fija al rostro—, un gusto
—Es verdad. —Liliana seguía riendo—. Sé que es algo íntimo, pero bueno, somos adultas, nadie nos escucha y me atrevo a decir que de aquí no saldrá nada de lo que digamos. Jaya permanecía en silencio, no sonreía, pero tampoco expresaba absoluta seriedad. —Ser novia de Adam Coney es una locura. En muchos sentidos. —Las cejas de Jaya se arquearon por lo que Liliana decía—. Es muy reservado, no conozco su pasado amoroso, pero debió tener a las damas como abejas, porque lo que él sabe hacerle a una mujer debió aprenderlo con muchas vivencias. Jaya se giró hacia el espejo. Sin que Liliana se diera cuenta, ya que aún se maquillaba, Jaya cerró y abrió sus ojos con lentitud, deseaba callarla.—Por eso no calculo cuánto tiempo tenemos, pero admito que para mí fue una sorpresa que anunciara que somos novios esta noche.—Fue tu tío quien lo hizo. Liliana sonrió y asintió, encogiéndose de hombros. —Bueno, sí. Ese bocazas. Ya querrá que nos casemos…—Debo hacer pis. No tenía ganas, ahora sí —i
—¿No te has sentido mal otra vez? ¿Mmm? —Karim la miró a los ojos, ella negaba. Adam los miraba absolutamente quieto, sintiendo una fuerza inusual, un sentimiento prieto recorrerle entero. —Vinimos aquí por ti —dejó Karim en el oído de su esposa a modo de susurro. Tomó su mentón con un par de dedos para que ella le mirase—. ¿Te vas a poner otra vez rebelde, aquí, delante de esta gente? No creo que te atrevas y menos hoy. No te conviene, ¿verdad, Jaya?Los presentes escuchaban murmullos, pero ninguno logró entender con precisión. Liliana arqueaba sus cejas, miraba hacia otro lugar sintiendo vergüenza ajena por estar presenciando lo que parecía ser una discusión matrimonial. Germán suspiró un par de veces, era muy amigo de Karim, lo conocía desde que aquel era un niño, y sabía que el matrimonio atravesaba por inconvenientes, entendió siempre que Karim, queriendo contentar a su mujer, decidió darle el hotel a ella. Adam, por el contrario, su propio estupor lo ató a esa escena. Su estóm
Como estar dentro de una caja, o tal vez en el vagón de un tren a toda marcha, así podía sentirse Adam luego de salir del despacho de su cliente, y no lo soportaba, odiaba sentirse amarrado de pies y manos, atado a un pasado que luchaba por olvidar y que ahora parecía arrojarle arena caliente en los ojos. Salió al jardín. Ciertamente él no sabía dónde exactamente se encontraba, solo caminó sin rumbo por los lujosos y desolados pasillos de esa casa hasta encontrar aire libre para poder respirar. Al verse afuera, rodeado de césped, arbustos bien cortados, caída la noche, espacio iluminado por los cocuyos de la decoración, se aflojó la corbata, alzó la cara y respiró, tomó todo el aire posible. Colocó las manos en jarras, haciendo algo que pudiese sostenerlo de sí mismo. No se sentía bien y todo había empeorado después de ver el documento y aún peor, la extraña y (para él) despreciable interacción entre Karim y su mujer.Escuchó ruido, alzó su rostro y casi de reojo pudo ver a una Jay
Adam no sabía qué pensar, qué hacer, solamente quería irse de la casa de su cliente, ya no deseaba estar cerca de Jaya Takur. Pero sus pensamientos estaban todos dirigidos a ella, a ese encuentro, a sus palabras y a todo lo que ella no le estaba contando. Por un lado necesitaba explicaciones, pero por otro deseaba mandarla lejos, superarla de una buena vez, dejarla tranquila con su esposo, su hotel y todo ese extraño lujo que empezó a adorar de buenas a primeras, demostrándole que, o bien las personas cambian a lo largo de los años, o que nunca realmente se sabe cómo es alguien a quien amas.Porque si, aún la amaba, y más de lo que él mismo pudiese. —¿Otra vez perdida? —ironizó Karim al ver a su mujer llegar. Después de ella, llegaba la sobrina del anfitrión, todos reunidos de nuevo en el despacho de la casa, pero Adam no llegaba. Jaya no respondió de inmediato, Karim se estaba convirtiendo en un fastidio para ella con esa forma de reclamar cada movimiento que hacía. En ese moment
Coney encendió su coche y arrancó. Sin darse cuenta, ya los perseguía. Liliana siguió observando el comportamiento de Adam. Su memoria regresando al jardín, a ellos dos juntos retratando los problemas del pasado y la relación de un poderoso secreto. —No es por aquí —anunció ella cuando vio que Adam siguió derecho, no por donde debió haber cruzado. El abogado no prestó atención. Serio, nunca se detuvo, siguió detrás de los dos vehículos que salieron de casa de Klaus como en piloto automático, aunque el vehículo dos se adelantó al primero y ya no podía verlo.Dejaba que se alejaran bastante. Y a pesar de que los perdía de vista, de pronto volvía a encontrarles.Él ya no sentía a nadie a su alrededor, metido en su propio mundo de urgencia, de querer ver, curiosear, enterarse (y al mismo tiempo no) de dónde vivían Jaya y su marido, de querer sentirse bien y al mismo tiempo descargar toda la fea adrenalina que amenazaba con matarlo, desear que ese vacío en su estómago desapareciera, o
El sujeto que le habló lo miró sin expresión alguna, y sin decir nada durante un par de segundos.Se acercó a la ventana que va detrás del copiloto y tocó. Adam vio cómo alguien, bien fuese Jaya o Karim, tuvo que haber bajado el vidrio de la ventana porque pudo notar que el sujeto que tocó estaba compartiendo una corta conversa en un tono bajo, palabras que él no pudo entender.El hombre se apartó y la puerta se abrió, saliendo un tambaleoso Karim del vehículo.—¿Qué es lo que pasa, abogado? —Ambos hombres se encontraron en pleno camino. Los demás se pusieron alerta cuando vieron a Adam caminar hacia ellos.Karim les hizo señas de que se quedaran tranquilos mientras estiraba los brazos hacia Adam.—Solo queríamos un poco de privacidad, y con estos dos trogloditas es imposible.Adam alzó las cejas, no le creía nada, aunque tampoco quiso pensar demasiado en lo que podrían estar haciendo dentro del carro.Sin embargo, Jaya no descendió y eso lo puso algo nervioso. Ella permaneció dentr
—¡Señorita, no puede pasar!El corazón de Jaya Takur estaba a punto de estallar, se sentía eufórica, demasiado ansiosa.—Soy una amiga lejana del señor Coney, sé que sí puedo pasar.Jaya no siguió escuchando las quejas de la joven secretaria y tampoco prestó atención a sus apurados movimientos. Sus altos tacones casi no hacían ruido sobre el impoluto suelo de esa oficina mientras se dirigía hacia el despacho del jefe. —¡¿Qué está pasando?! —La voz del dueño de aquel lugar se escuchó justo al abrirse la puerta de su despacho. Jaya se detuvo en seco al encontrarlo de pie detrás de su escritorio. Él llevaba un traje de una tonalidad clara, casi blanca. Jaya maldijo para sus adentros, él se veía estupendo, mucho más estupendo que años atrás. Adam Coney alzó la mano hacia la incómoda secretaria que intentó impedir esa intrusión. Él no podía hablar, casi ni respirar.Pudo apenas rodear su escritorio y acercarse. La miró de arriba a abajo como si se tratase de un espanto. Ella vestía senc