—¿No te has sentido mal otra vez? ¿Mmm? —Karim la miró a los ojos, ella negaba. Adam los miraba absolutamente quieto, sintiendo una fuerza inusual, un sentimiento prieto recorrerle entero. —Vinimos aquí por ti —dejó Karim en el oído de su esposa a modo de susurro. Tomó su mentón con un par de dedos para que ella le mirase—. ¿Te vas a poner otra vez rebelde, aquí, delante de esta gente? No creo que te atrevas y menos hoy. No te conviene, ¿verdad, Jaya?Los presentes escuchaban murmullos, pero ninguno logró entender con precisión. Liliana arqueaba sus cejas, miraba hacia otro lugar sintiendo vergüenza ajena por estar presenciando lo que parecía ser una discusión matrimonial. Germán suspiró un par de veces, era muy amigo de Karim, lo conocía desde que aquel era un niño, y sabía que el matrimonio atravesaba por inconvenientes, entendió siempre que Karim, queriendo contentar a su mujer, decidió darle el hotel a ella. Adam, por el contrario, su propio estupor lo ató a esa escena. Su estóm
Como estar dentro de una caja, o tal vez en el vagón de un tren a toda marcha, así podía sentirse Adam luego de salir del despacho de su cliente, y no lo soportaba, odiaba sentirse amarrado de pies y manos, atado a un pasado que luchaba por olvidar y que ahora parecía arrojarle arena caliente en los ojos. Salió al jardín. Ciertamente él no sabía dónde exactamente se encontraba, solo caminó sin rumbo por los lujosos y desolados pasillos de esa casa hasta encontrar aire libre para poder respirar. Al verse afuera, rodeado de césped, arbustos bien cortados, caída la noche, espacio iluminado por los cocuyos de la decoración, se aflojó la corbata, alzó la cara y respiró, tomó todo el aire posible. Colocó las manos en jarras, haciendo algo que pudiese sostenerlo de sí mismo. No se sentía bien y todo había empeorado después de ver el documento y aún peor, la extraña y (para él) despreciable interacción entre Karim y su mujer.Escuchó ruido, alzó su rostro y casi de reojo pudo ver a una Jay
Adam no sabía qué pensar, qué hacer, solamente quería irse de la casa de su cliente, ya no deseaba estar cerca de Jaya Takur. Pero sus pensamientos estaban todos dirigidos a ella, a ese encuentro, a sus palabras y a todo lo que ella no le estaba contando. Por un lado necesitaba explicaciones, pero por otro deseaba mandarla lejos, superarla de una buena vez, dejarla tranquila con su esposo, su hotel y todo ese extraño lujo que empezó a adorar de buenas a primeras, demostrándole que, o bien las personas cambian a lo largo de los años, o que nunca realmente se sabe cómo es alguien a quien amas.Porque si, aún la amaba, y más de lo que él mismo pudiese. —¿Otra vez perdida? —ironizó Karim al ver a su mujer llegar. Después de ella, llegaba la sobrina del anfitrión, todos reunidos de nuevo en el despacho de la casa, pero Adam no llegaba. Jaya no respondió de inmediato, Karim se estaba convirtiendo en un fastidio para ella con esa forma de reclamar cada movimiento que hacía. En ese moment
Coney encendió su coche y arrancó. Sin darse cuenta, ya los perseguía. Liliana siguió observando el comportamiento de Adam. Su memoria regresando al jardín, a ellos dos juntos retratando los problemas del pasado y la relación de un poderoso secreto. —No es por aquí —anunció ella cuando vio que Adam siguió derecho, no por donde debió haber cruzado. El abogado no prestó atención. Serio, nunca se detuvo, siguió detrás de los dos vehículos que salieron de casa de Klaus como en piloto automático, aunque el vehículo dos se adelantó al primero y ya no podía verlo.Dejaba que se alejaran bastante. Y a pesar de que los perdía de vista, de pronto volvía a encontrarles.Él ya no sentía a nadie a su alrededor, metido en su propio mundo de urgencia, de querer ver, curiosear, enterarse (y al mismo tiempo no) de dónde vivían Jaya y su marido, de querer sentirse bien y al mismo tiempo descargar toda la fea adrenalina que amenazaba con matarlo, desear que ese vacío en su estómago desapareciera, o
El sujeto que le habló lo miró sin expresión alguna, y sin decir nada durante un par de segundos.Se acercó a la ventana que va detrás del copiloto y tocó. Adam vio cómo alguien, bien fuese Jaya o Karim, tuvo que haber bajado el vidrio de la ventana porque pudo notar que el sujeto que tocó estaba compartiendo una corta conversa en un tono bajo, palabras que él no pudo entender.El hombre se apartó y la puerta se abrió, saliendo un tambaleoso Karim del vehículo.—¿Qué es lo que pasa, abogado? —Ambos hombres se encontraron en pleno camino. Los demás se pusieron alerta cuando vieron a Adam caminar hacia ellos.Karim les hizo señas de que se quedaran tranquilos mientras estiraba los brazos hacia Adam.—Solo queríamos un poco de privacidad, y con estos dos trogloditas es imposible.Adam alzó las cejas, no le creía nada, aunque tampoco quiso pensar demasiado en lo que podrían estar haciendo dentro del carro.Sin embargo, Jaya no descendió y eso lo puso algo nervioso. Ella permaneció dentr
Adam no podía dejar de pensar en Jaya. Una vez más se cumplía esa premisa, cuando ya creía tener superada esa gran pérdida, la de no tenerla a su lado. Las posibilidades de volver con ella se difuminaron con el pasar del tiempo.Imaginó muchas veces tenerla de frente, pero jamás pensó, ni por un instante, que fuese de este modo tan agreste y lleno de dudas. Ahora dentro de su carro se preguntaba qué estaba ocurriendo en ese matrimonio, qué estaba pasándole a Jaya Takur. —Debes abrirme la puerta para poder bajar —interrumpió Liliana los pensamientos del abogado, solo faltaba que sus palabras hicieran eco en medio de ese silencio. Se encontraban frente al edificio de ella, donde se residenciaba su lujoso apartamento. El plan era ir juntos al piso de él, pero las cosas cambiaron luego de ese fatídico encuentro en la carretera. Adam tomó otra decisión.EL abogado asintió, disculpándose de alguna forma por su despiste, y tocó los botones para abrir los seguros de las puertas de su coche.
Jaya se levantó de la cama cuidando de no despertar a Karim. Caminó hasta el tocador y se encerró allí.Se dejó caer al suelo, no lloraba, no reía.Sacó del bolsillo de su bata la tarjeta que le dio su marido en la casa de Germán Klaus y la miró con apremio. Cerró los ojos. Pudo escuchar dentro de su cabeza las voces antiguas, el llanto de su madre, sus gritos desgarradores cuando se enteró que su esposo había muerto. Jaya recordó cómo fueron desalojados de ese patrimonio que por ley les correspondía y les fue arrebatado; su secreto mejor guardado. Ella sabía las consecuencias de un plan así, pero como antigua agente de seguridad, y ex-militar, entendía lo poco probable que un soldado pudiera comprender el alcance de esas consecuencias sin vivir al menos un caso parecido, o una infiltración de esa magnitud. La afectación corporal, física, mental, emocional que acarrearía tal decisión, trastocado todo por dicho sacrificio era un tema incierto para alguien sin una experiencia de vida
—No entiendo por qué no puedo ir contigo, aquella también es mi casa —decía Jaya mientras perseguía a su marido, quien transitaba por el pasillo de habitaciones del enorme piso que compartían en la capital inglesa, dirigiéndose a la sala, listo para salir. Jaya ralentizó el paso cuando vio a uno de los hombres de Karim de pie en medio del salón de estar; era el mismo sujeto que fumaba a cada rato y que ahora se encargaba de cuidarla a ella. —¿Qué hace él aquí?—No preguntes estupideces, Jaya. Viajaré con Germán, necesitamos estar presentes en esa reunión. ¿Crees que te dejaré sola aquí? —Señaló a su empleado, quien serio, asintió a modo de cortesía hacia la mujer que no le gustaba nada la idea. —No entiendo por qué te vas a Bakú sin mí. Además, me prometiste que iríamos a Bombay esta semana. Karim se detuvo y suspiró. Se acercó a ella, acarició su rostro. —Sé que te lo prometí. Estoy consciente que lo del hotel debe agilizarse y este viaje nos ayudaría a resolver nuestros proble