CAPÍTULO 11

Coney encendió su coche y arrancó. Sin darse cuenta, ya los perseguía.

Liliana siguió observando el comportamiento de Adam. Su memoria regresando al jardín, a ellos dos juntos retratando los problemas del pasado y la relación de un poderoso secreto.

—No es por aquí —anunció ella cuando vio que Adam siguió derecho, no por donde debió haber cruzado.

El abogado no prestó atención. Serio, nunca se detuvo, siguió detrás de los dos vehículos que salieron de casa de Klaus como en piloto automático, aunque el vehículo dos se adelantó al primero y ya no podía verlo.

Dejaba que se alejaran bastante. Y a pesar de que los perdía de vista, de pronto volvía a encontrarles.

Él ya no sentía a nadie a su alrededor, metido en su propio mundo de urgencia, de querer ver, curiosear, enterarse (y al mismo tiempo no) de dónde vivían Jaya y su marido, de querer sentirse bien y al mismo tiempo descargar toda la fea adrenalina que amenazaba con matarlo, desear que ese vacío en su estómago desapareciera, o
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