Mudanza

Con la sola presencia de Mateo, fue suficiente como para que Edan sintiera como la llama de la furia se acrecentara en él.

Alma contuvo el aliento, el verle llegar con esa expresión de rabia, realmente la intimido. No porque tuviera miedo de que Edan pudiera hacerle algo, sino por el problema que podría formarse entre él y Mateo.

Ella se imaginó que podía suceder algo como lo que ocurrió en el club de baile, la última vez que se vieron.

— ¡¿Qué carajos está pasando aquí?!. — Vocifero Edan, intentando contenerse con todas sus fuerzas.

Mateo, al ver esa expresión fúrica de su rival y temiendo por Alma, se atravesó en el camino de Edan.

— ¿Qué crees que haces?. — Gruño Edan, apretando la mandíbula y con los puños cerrados a los costados.

— ¿Qué crees que haces tú?. — Preguntó Mateo, ceñudo, deslizando los ojos hacia Santiago y Diana, como una manera de señalar a los niños, que los miraban sorprendidos.

Edan entendió a señal de Mateo y deslizó la mirada por los más pequeños, luego,
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