¡Pero sí fuiste tú!

Fueron varias horas de vuelo en las que Edan sentía que perdía el tiempo, él estaba ansioso, quería y necesitaba sacar a Alma de prisión lo más pronto posible y cada minuto, contaba.

Diego le había dado la última ubicación verificada de Ricardo hacía algunos días, y Edan esperaba poderlo encontrar en ese lugar, apenas pudiera llegar. Al llegar al aeropuerto, Edan alquiló un auto para conducir por una hora más hasta la casa en donde, se suponía, estaba Ricardo.

La villa con la que Edan se encontró, era majestuosa, un rincón apartado y exclusivo que destacaba, todavía más, por la enorme casa que se imponía en lo alto de una loma.

Las manos le temblaron de impotencia, ese desgraciado se había marchado y había dejado a toda su familia, para dárselas de rico.

Con mucho afán, Edan no dejó de tocar la puerta varias veces, pero nadie salía. Sin embargo, él no se daría por vencido, Edan no estaba allí para volver con las manos vacías, y con mucho sigilo, comenzó a rodear la casa, buscando
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