El canto de las aves anunciaba el comienzo de una nueva mañana, el sol se colaba a través de las cortinas en la ventana de la habitación que Ainara le había asignado, la televisión anunciaba que eran las 7 am, era el momento de levantarse para enviar a su hijo al colegio, Dante solo tenia 5 años, apenas comenzaba el jardín de niños, y definitivamente no perdería un solo día de sus clases por mas cansada o estresada que estuviese ella, Antonella se había casado muy joven con Henry Pines, su gran amor del secundario, y, sin perder mucho el tiempo, habían comenzado su pequeña familia, con gran entusiasmo al comienzo, sin embargo, el ensueño de chica de preparatoria se había esfumado demasiado pronto, Henry no era un gran marido ni tampoco el mejor padre, nunca duraba en ningún empleo y siempre tenia las excusas mas tontas para justificar aquello, ella, a grandes tropezones, había terminado sus estudios universitarios cuando Dante era solo un bebe, y se había apresurado a conseguir un empleo, era artista, una pintora…no había demasiado trabajo para una graduada de la universidad de artes…aun así, había conseguido ser profesora de ello en un colegio privado donde le pagaban lo suficiente para vivir mas o menos bien, pero el dinero siempre estaba haciendo falta, debido a los despilfarros que solía hacer su mediocre esposo, malas inversiones, dinero perdido en juergas, borracheras o en una vida de soltero que el hombre no debía darse nunca mas desde el momento en que se convirtió en padre, solo logrando enloquecerla por las muchas deudas que se iban acumulando, deudas que siempre se esforzó ella en pagar, y sin embargo, de nada había servido aquello cuando su flamante marido huyo con su hermana mayor, Agatha, llevándose aquel ultimo y enorme préstamo que solicito, dejando el departamento que con mucho sacrificio adquirió ella en hipoteca por ello, y, además, vaciando las cuentas a su nombre de alguna manera, dejándola a ella y al hijo de ambos en una absoluta ruina, 6 meses habían pasado desde aquello y Antonella aun no lograba levantarse, el dinero no alcanzaba, y no disponía con la ayuda de nadie para cuidar de su hijo y con ello, adquirir un segundo empleo, Henry y Agatha habían desaparecido sin dejar rastro alguno de su paradero, y todos, deliberadamente, le habían dado la espalda a ella por algo que ni siquiera había sido culpa suya, todos la cuestionaron, ¿Lo atendías bien? ¿Le dabas suficiente sexo? Algo debiste haber hecho mal para que te hiciera eso, cada m*****a palabra salida de los labios de quien, se suponía, eran familia y amigos, la culpaba a ella de lo que Henry había hecho por decisión propia, volviendo aun mas insoportable su sufrimiento.
– Mami, La tía Ainara ha dicho que ella me llevara al colegio, puedes dormir un poquito más, sé que tienes sueño, ella lo ha dicho –
La voz tierna e infantil de su hijo, la sacaban de aquellos tan negativos pensamientos, Dante solo la tenia a ella, y por él, no podía rendirse, su hijo, era todo cuanto tenia en el mundo, y por él, era capaz de soportar cualquier cosa, incluso a aquel hombre de intimidante presencia que le había dicho una sarta de tonterías la noche anterior en el bar que Ainara administraba.
– Eso es genial mi pequeño príncipe, ven, debemos darte desayuno y cambiarte de ropita, agradece a tía Ainara por llevarte – respondió Antonella a su pequeño hijo.
– ¡Si! ¡Me llevaran en un auto! – gritaba de emoción el pequeño, sin saber, la mucha alegría que le daba a su madre con solo ello.
– Es un niño increíble, me da gusto que por fin aceptaras mi ofrecimiento, ese Henry es un hijo de perra – decía Ainara con sinceridad.
Antonella miraba a su amiga, Ainara Wilson, fue la chica mas popular en el secundario, la mas hermosa y vaya que tenia mil razones para que allá sido de tales maneras, su piel era morena, hermosa, como besada por el sol, sus ojos eran de un increíble verde, casi como esmeraldas, su cabello era grueso, sedoso y negro, del color del ébano, su cuerpo era exuberante, y lo seguía siento aun después de la maternidad reciente por la que había atravesado, era, sin duda, una verdadera belleza de 1.80 que siempre tenia algo certero y abiertamente sincero para decir.
– Él se lo pierde, yo…yo en verdad me siento muy agradecida de que nos hayas acogido, sin ti probablemente habríamos terminado durmiendo en una banca en el parque, espero que tu esposo no se moleste por esto – dijo Antonella a Ainara con sinceridad.
Ainara observo a su vieja amiga, Antonella eran en verdad una chica hermosa, de ese tipo de belleza mucho mas inocente, sin ser extravagante, sus ojos azules como agua marinas, eran hermosos, muy sinceros, su piel era blanca, casi tan blanca como la porcelana, ligeramente bronceada por caminar constantemente bajo el sol hacia el colegio donde trabajaba, su cuerpo, aunque menos proporcionado que el de ella, gozaba de curvas perfectas y un busto prominente, aunque, nunca mostraba aquellos atributos a nadie, siempre había sido demasiado recatada, y, además de hermosa, era increíblemente talentosa, pintaba, tocaba el violín, tenia todo para triunfar por si misma, sin embargo, su anticipado matrimonio con aquel sin vergüenza que había huido con su hermana, había opacado mucho de aquel brillo que siempre la caracterizo, y, aunque sabia que la hermosa muchacha no era para trabajar en un bar, aun cuando esta fuese de primera, no tenia nada mejor para ofrecerle, ganaría dinero con ello, al menos el suficiente para lograr levantarse del lodo en que el que Henry la había dejado, eran amigas, las mejores, Antonella siempre velo por ella en cada momento cuando su adicción a las drogas casi destruye su vida…por ello no la dejaría sola, jamás.
– Él está de acuerdo conmigo, estamos felices de tenerte aquí, eres bienvenida todo el tiempo en que necesites quedarte – respondió Ainara con sinceridad.
– Vamos, descansa, sé que no terminaste muy bien el turno anoche, los D´Angelis suelen ser caprichosos, en especial Ares, es increíblemente guapo y sin duda, te daría una noche de sexo increíble, pero entiendo que no sea de tu tipo – dijo entre risas la hermosa morena.
– Hay no, batalle mucho para quitármelo de encima, no me dejo en paz hasta que accedí a decirle mi apellido, aunque, por supuesto, le di uno falso – respondió Antonella ante aquel comentario tan vivaz de su mejor amiga.
El rostro de Ainara se había tornado serio.
– No debiste de hacer eso, Ares, sin duda, y por el gran interés que demostró tener por ti, investigara mas a fondo, cuando descubra que le has mentido, se enfurecerá, los D´Angelis no son personas para tomar a juego Antonella, ellos son poderosos, lideres de mafias que ni siquiera conoces, de elite, millonarios por nacimiento y peligrosos por excelencia, espero que lo mucho que le has gustado, minimice su enojo, por tu bien espero que sea así – dijo Ainara con seriedad.
Antonella se sintió sorprendida de aquello, no tenia idea de que aquel hombre molesto y patán, era en realidad alguien tan importante, quizás, no había sido buena idea el mentirle.
– Si lo veo esta noche le ofreceré disculpas, no tenia idea de que fuese alguien tan peligroso e importante – respondió Antonella con un deje de preocupación.
La tarde había llegado, y con ello, sus clases de pintura habían terminado, los niños corrían de un lado a otro sin parar en busca de los padres que venían a recogerlos del colegio, ella también ya iría demasiado a prisa para alcanzar a Dante saliendo del suyo, sin embargo, Ainara había ordenado al chofer que le servía, que pasara a recoger también a su hijo, era la primera vez en meses que podía caminar con cierta tranquilidad sin prisas, el camino a la lujosa casa de su amiga no era demasiado largo en realidad, en media hora a pie podía llegar hasta allí, necesitaba pensar, poner sus pensamientos en orden, y, al llegar, tomar ese horrendo y descarado uniforme, para luego rogarle a dios que ese mafioso tan apuesto, no se apareciera por el bar esa noche, sinceramente no sabría que decirle sobre la mentira que le había dicho.
Caminando distraída, no noto al apuesto hombre que la observaba embelesado, y se cruzaba a alcanzarla desde el otro lado de la calle.
– Antonella, ¿Eres tú Antonella Wrigth? –
Aquella voz varonil la sacaba de sus pensamientos, mirando hacia el hombre que la llamaba, los ojos de la chica se alegraron, elegancia solo característica de su viejo amigo de la universidad de arte, costosos trajes de lujo, cabello negro como la noche y hermosos ojos azules como el zafiro, varonil y demasiado apuesto, mayor a ella por 5 años, su superior, Apolo D´Angelis.
– Apolo, hace mucho tiempo que no te miraba, que coincidencia encontrarte – dijo Antonella con una hermosa sonrisa.
Aquella joven lucia tan hermosa como la recordaba de dos años atrás cuando la había conocido, el, maestro de arte por mero gusto, había quedado prendada de ella, sin embargo, grande había sido su decepción al saberla casada.
– Es verdad, que coincidencia tan agradable, dime ¿Cómo te va? ¿Cómo se encuentran tu esposo y tu hijo? – pregunto con sumo interés el apuesto y elegante hombre.
El semblante de Antonella había ensombrecido por un momento.
– Oh, bien, Dante esta de maravilla, ha crecido mucho desde aquel día en que lo conociste en la universidad, en cuanto a Henry…bien, supongo que no te enteraste, nos hemos separado hace ya varios meses, sigo trabajando duro, todo va bien – respondió la joven con incomodidad.
Los ojos de Apolo brillaron en complacencia, por supuesto, lo había sabido, pero sus negocios lo habían entretenido bastante y no había tenido momento para regresar hasta ese día, esta, era una oportunidad que llevaba esperando hace tiempo, una que de ninguna manera dejaría escapar.
– Es una lástima, espero que un día puedas aceptarme un café para charlar mas ameno, este es mi número, por ahora debo irme, mi hermano menor me espera, hace años que no lo veo – dijo Apolo apuntando su número en una hoja que parecía mas un cheque roto.
– Gracias, te llamare – respondió Antonella despidiéndose de su viejo amigo y mentor.
Mirando aquel número y el nombre escrito sobre él, se percató de un detalle que no había notado la noche anterior, D´Angelis, ese apellido, el de Apolo, el de Ares, no podía ser coincidencia, los nombres, el apellido…eran hermanos, Apolo, su amable mentor y Ares, el mezquino tatuado del bar, el mafioso que olía a peligro, sintiéndose verdaderamente sorprendida, muchas preguntas pasaban por la mente de la chica, muchas que, sin duda, tenían respuestas inimaginables.
Un reencuentro, uno inesperado por ella, pero anticipado por él, caminos comenzaban a formarse sin que nadie pudiese evitarlo.
La música resonaba en todo el sitio, bailarinas exóticas danzaban de manera meramente erótica para complacer a los clientes que habían abarrotado el lugar, Antonella había atendido ya varias mesas, y, a base de muchas suplicas, había logrado que su uniforme no fuese demasiado provocativo, aún seguía siento corto y mostraba de más, pero, al menos, ya no se sentía casi desnuda, por supuesto, había recibido burlas de sus compañeras por ello, pero aquello no podría importarle menos, se sentía mucho mas nerviosa de saber que en cualquier momento, aquel hombre de tatuajes y apariencia ruda, llegase a reclamarle su pequeña mentira, aquello era una estupidez, no tendría porque verse obligada a dar su apellido si no lo deseaba, pero, en palabras de Ainara, aquel hombre era potencialmente peligroso, un supuesto líder de mafia.Tomándose un pequeño descans
Un nuevo día estaba comenzando, Antonella escuchaba música en el jardín de Ainara, su mirada permanecía completamente fija en el lienzo que tenia adelante, intentaba plasmar a la coqueta ardilla que disfrutaba en completa calma de las nueces dejadas para ella, sin embargo, se sentía completamente dispersa, no había logrado pintar nada realmente fascinante desde que Henry había huido con su hermana, desde aquel momento había permanecido en un horrendo bloqueo artístico que solo lograba frustrarla más, recargándose en la silla por un momento, la hermosa castaña observaba el azul celeste del cielo, un nuevo fracaso, no era novedad, mirando a las aves volar por el cielo, repentinamente llegaban a su mente los recuerdos de Ares D´Angelis, aquel infame tipo arrogante que parecía demasiado libertino para su gusto.Mirando de nuevo el lienzo en blanco, Antonella tomo su pincel y comenz&oa
La noche había llegado, era sábado aún, el bar lucia mucho más abarrotado de lo que había estado entre semana, lo suponía normal, aquellos demasiado ocupados millonarios aprovecharían el fin de semana para ir a admirar a las hermosas bailarinas, aquello era denigrante, aunque a las muchachas no parecía molestarles en lo más mínimo, al contrario, parecían demasiado divertidas ante las miradas de aquellos hombres impredecibles y peligrosos.– Siempre te quedas mirando a las otras, ¿Acaso te da envidia no ser tu la que baila en ese tubo? – dijo una de las meseras.Antonella miró a su compañera, sabía bien que no le agradaba, era la que más burla le había hecho tras obtener el permiso para usar un uniforme menos indecente, sin embargo, poco le interesaba la opinión que la mujer tuviese de ella, podría decirle mojigata, Santa y dem
El sol bañaba el jardín de la residencia Wilson, propiedad de Ainara y el refugio de Antonella, las aves revoloteaban de un lado a otro alborotadas por las pequeñas semillas que la castaña arrojaba sobre el pasto fresco para alimentarlas, su mirada estaba fija hacia la nada, perdida en los muchos pensamientos que la atiborraban desde temprano, era domingo, día libre para ella, esa noche no tendría que ir al bar y, francamente, se sentía reconfortada por no tener que hacerlo, sus blancas mejillas volvían a colorearse de rojo al recordar aquel demasiado bochornoso momento entre ella y Ares D´Angelis, aun podía sentir aquel enorme y poderoso cuerpo pegado al de ella y recordaba lo diminuta que era en comparación a él, aquellas palabras que le había dicho, resonaban en su mente como ecos que rebotaban una y otra vez, Ares, deliberadamente le había prohibido bailar en público y, en sus
La botella de whisky se había terminado, y ahora, caminaba a tomar otra de su colección de licores de lujo, aquellas imágenes aún no se desvanecían de su mente, ver a esa mujer que deseaba en compañía de su hijo, había sido de cierta manera shockeante, aunque pudo imaginar mil escenarios antes de saberlo, nunca imagino que la razón por la cual la inocente maestra de arte tenía un segundo trabajo en un bar, era por un hijo del que tenia que cuidar sola, y lo peor, es que no era solo eso, apresurando a su informante, este acababa de entregarle una carpeta con toda la información que había logrado reunir sobre ella, sobre Antonella Ferrara.Acomodándose en su lujoso sofá de piel, Ares sostenía entre sus manos aquel informe, abriéndolo sin perder más tiempo, comenzó a leer deprisa lo que tenían para decirle, sin mirar nada mas que aquellas letras en
La mañana había llegado después de una extraña noche, Antonella se sentía muy reconfortada entre los poderosos brazos de Ares donde se había quedado dormida, despertando por inercia como cada mañana hacia, recordó los eventos que habían tenido ligar la noche anterior cuando el apuesto ojos de zafiro se había colado por su ventana, incorporándose un poco, se percato de que ambos se habían quedado dormidos sobre el suelo, agradecía infinitamente que Ainara no entrara a la habitación sin avisarle primero, no tendría idea de como explicarle a ella y a su marido lo que hacia Ares D´Angelis allí, sinceramente ni siquiera ella entendía el porqué, pero, por supuesto, se podría dar a todas las malas interpretaciones del mundo aun cuando no hicieron nada indecente, además, Ainara no le iba a creer eso, mirando el hermoso rostro varonil de Ares, Anto
La luz del sol se colaba por aquellas elegantes cortinas en sus enormes aposentos, había amanecido, era lunes, y todo empresario sabía que no había tiempo para tomar un descanso, levantándose de su lujosa cama, Apolo miraba el reloj, eran apenas las 7 am, hora adecuada para comenzar su día, bajando al gimnasio privado en su mansión, el apuesto filántropo comenzaba su pesada rutina de ejercicios para tonificar su cuerpo, mirándose en el espero del lugar, lucia muy diferente de sus trajes costosos de siempre, aquella ropa deportiva dejaba ver mucho de su musculatura, sus brazos eran fuertes, su torso era poderoso, algo que Antonella Ferrara jamás había visto de él, la hermosa castaña no había vuelto a llamarlo desde aquel acalorado momento en que se excusó para marcharse, así era ella, tímida, siempre tímida, una mujer hermosa y recatada, inocente como ninguna, la des
El sol en lo alto alcanzaba los enormes ventanales en su lujoso departamento, la mañana recién comenzaba y el, Ares apenas si había dormido la noche anterior, tener a Antonella Ferrara entre sus brazos sin nada más que sentirla durmiendo, había sido una nueva experiencia, no se habían desnudando, no habían tenido una noche de sexo, sin embargo, se sentía extrañamente complacido.Colocando aquella bonita pintura en su habitación, Ares observaba su propio rostro detallado por las talentosas manos de Antonella, no era una simple pintura, era en realidad, una obra de arte que expresaba mucho de la confusión que su persona provocaba en la hermosa mujer, trazos fuertes, definidos, como si de alguna manera ella supiese como era el en realidad, su mirada lucia salvaje, apasionada, y no pudo evitar preguntarse si así la miraba a ella, y por eso, la profesora de arte, había plasmado aquello con l