Harta, exactamente así era como sentía, no había sido su semana, ni su mes, ni su año, todo le había salido terriblemente mal y se sentía al borde de una crisis nerviosa, esta vez, la desalojaban de su departamento, las deudas se habían acumulado y el banco, por supuesto, no podía seguir esperando, sus muebles ahora mismo, estaban en la banqueta fuera del edificio, las miradas comenzaban a amontonarse sobre ella y los cuchicheos no se hicieron esperar, algunos vecinos, realmente lamentaban lo que estaba pasando, otros, en cambio, encontraban bastante graciosa su situación, no disimulando sus risas ante la hermosa mujer en sus 25 que los miraba con rencor a cambio, Antonella Ferrara era una simple y totalmente ordinaria profesora de arte, sus ojos azules, casi agua marinos, amenazaban con derramar lágrimas de frustración ante la nueva desgracia que caía sobre ella, su cabello castaño se encontraba sujetado en una cola mal hecha, sus muy proporcionadas curvas y sus grandes pechos, no se notaban bajo aquel suéter holgado que se encontraba totalmente arruinado por la pintura, había estado trabajando en un nuevo lienzo, justo en el momento en que llegaron a echarla de su hogar, y no había tenido ni siquiera tiempo para cambiar su ropa.
– Firme aquí, con esto será suficiente por ahora –
Decía el abogado que venía en representación del banco extendiendo aquel papel frente a ella, Antonella sabía que no podría negarse a firmar aunque lo quisiera, su flamante ex esposo, que había huido hace alrededor de 6 meses con nada más y nada menos que su hermana mayor, había firmado el departamento de ella como hipoteca para un préstamo con el que, supuestamente, emprendería un nuevo negocio para ayudar a mejorar la economía familiar, aquello, por supuesto, había resultado ser una farsa, y el infeliz se había llevado hasta el último dólar de aquel préstamo y sus cuentas bancarias, para seguramente darse la gran vida con aquella traidora a la que, desgraciadamente, siempre tendría por hermana.
Firmando aquel papel, Antonella se dejaba caer sobre una de las sillas que habían botado a la calle, sus piernas temblaban y estaba al borde de una verdadera crisis, sin embargo, sabía que no podía permitirse el lujo de ello, tenia que encontrar la manera de resguardar lo poco que le quedaba antes de que cayera la noche.
Sacando su teléfono celular de entre sus ropas, marcaba el numero de aquella vieja amiga del secundario que una vez le había hecho una propuesta demasiado indecente, propuesta que por supuesto, había rechazado a todas luces, trabajar en un bar elegante donde se daban bailes exóticos, no era lugar para ella, que era una mujer decente y casada, sin embargo, dadas sus precarias y sumamente penosas situaciones actuales, no tenia demasiadas opciones frente a ella, sus padres ya eran personas mayores que además, le habían dado la espalda cuando su hermana escapo con su marido, amigos de toda la vida se alejaron definitivamente después de aquel escandalo y de a poco, se había quedado realmente sola, marcando aquel numero grabado en la memoria del teléfono, se sentía sumamente ansiosa.
– Si, ¿Eres tú Antonella? – preguntaba la voz femenina al otro lado de la línea.
– Hola Ainara, perdona por llamarte, pero quería preguntarte algo – decía Antonella sintiéndose un completo fracaso por lo que estaba a punto de hacer.
– Por supuesto amiga, ¿Qué necesitas? – decía la mujer al otro lado de la línea.
Antonella se tomo unos momentos antes de formular aquella embarazosa pregunta, sin embargo, al recapitular de nuevo su situación, sinceramente no tenia mas opciones.
– Dime Ainara, en ese lugar donde me ofreciste trabajar hace meses, ¿Aun están contratando? – cuestiono la castaña con demasiada vergüenza en su haber.
– Oh amiga, lo lamento, bailarinas no estamos contratando, sin embargo, si necesitamos meseras, hermosas como tu lo eres, puedo ofrecerte eso, no ganaras igual que una bailarina, pero las propinas son excelentes, te aseguro que recibirás mas dinero que en esa escuela donde trabajas, y mas adelante, por supuesto que habrá un lugar para ti en el tubo si así lo deseas – dijo Ainara con sinceridad.
– Eso es perfecto, dime algo Ainara, ¿Cuándo podría comenzar? – pregunto esperanzada Antonella sintiendo que definitivamente ser mesera era mejor que ser bailarina.
– Puedes comenzar esta misma noche, ¿Hay alguna otra cosa que necesites? – cuestiono la mujer con aprecio.
– Si, lamento mucho tener que molestarse, pero, ¿Podrías ayudarme a encontrar un sitio barato? Tengo muy poco dinero y estoy en la calle junto a mis pocos muebles, me han desalojado de mi departamento, ya lo sabes, la deuda de Henry que nunca pude pagar – dijo Antonella sintiéndose una aprovechada.
– No te preocupes, dime bien la dirección en donde te encuentras, mandare a alguien para que te traiga junto a tus cosas, puedes quedarte conmigo en lo que encontramos algo privado y para ti – respondió Ainara con amabilidad.
– En verdad no sabes lo mucho que te agradezco esto – dijo la castaña dejando caer sus lágrimas.
– Tranquila, somo viejas amigas, me ayudaste en mi peor momento, déjame ayudarte en el tuyo – dijo la joven Ainara con sinceridad.
La noche había caído, y con ella, el desperdicio de la humanidad salía a las calles buscando un poco de insana diversión para pasar la noche, Antonella se sentía verdaderamente incomoda, su idea de un uniforme de mesera, distaba mucho de lo que estaba usando, aquella falda era demasiado corta y pegada al cuerpo y no se le permitía usar un short por debajo, la blusa, no era en sí, una blusa, era mas bien un crop top también entallado a su cuerpo con un escote demasiado pronunciado, dejando ver en demasía, sus pechos casi expuestos, era casi como ir desnuda, nunca antes había usado “ropa” como esa, que no dejaba nada a la imaginación de nadie.
Dando un vistazo hacia fuera, Antonella no se sentía preparada para salir vestida así a atender clientes en estado de ebriedad, sin embargo, sabia bien que no podía simplemente marcharse y conservar su dignidad como deseaba hacer justo en ese preciso momento, necesitaba el dinero con urgencia…su pequeño hijo, al que apenas hacia un rato atrás había recogido del colegio y dejado en casa de Ainara con la niñera que se encargaba de cuidar de su pequeña, estaba pasando junto a ella demasiados malos momentos.
Tomando todo el aire que sus pulmones pudiesen soportar, Antonella salía hacia el área de clientes del bar, Tentación en Éxtasis, ese era el nombre de aquel lugar, donde, según palabras de Ainara que administraba el sitio junto a su marido, solo asistían clientes de primera, millonarios, gobernadores, mafiosos, personas con demasiado dinero y poder, aquellos que tenían los millones suficientes para comprar hasta la risa de cualquiera.
Acercándose hasta la primera mesa que vio sin una mesera atendiendo, la castaña tomo su pequeña libreta para tomar la orden de los muy serios hombres revestidos en finos y costosos trajes que la miraron de arriba abajo sin perder detalle de ella.
– Buenas noches, ¿Están listos para tomar su orden? – pregunto con demasiada timidez la pintora, completamente inexperta y sin saber que más decir.
Los hombres, con apariencia casi criminal, soltaron una sonora carcajada ante su pregunta, ella, no lograba entender que era lo que había hecho mal.
– No te había visto por aquí, ¿Eres nueva? A nosotros solo nos atiende Ainara en persona, no una niña que parece que se confundió de puerta, aquí no es una cafetería –
Dijo uno de los hombres que, sin duda, tenia toda la apariencia cliché de un mafioso, un hombre en sus 40 años, podría decir, demasiado feo y temible.
– Yo, lo lamento, no lo sabía – dijo Antonella avergonzada y esperando no haber ocasionado un problema a su vieja amiga, dando la espalda a aquellos hombres, la hermosa castaña se disponía a buscar otra mesa para atender y esta vez, procurando no ser tan estúpida.
– Espera –
Dijo uno de los hombres a sus espaldas haciéndola voltear.
– ¿Me ha llamado? – pregunto Antonella mirando a aquel hombre joven.
Su apariencia era demasiado intimidante, tatuajes visibles que parecían cubrir todo su torso hasta su cuello que se hacían notar, incluso, bajo aquel costoso y elegante traje negro, su rostro, aunque muy hermoso, de perfectas facciones varoniles, se hallaba en una mueca de aparente molestia, sus ojos, eran profundos, de un hermoso color azul zafiro, completamente agresivos, penetrantes, que la escudriñaban sin piedad en cada ángulo y curva de su cuerpo, un hombre demasiado apuesto, demasiado intimidante y, quizás…demasiado peligroso.
– Acércate, quiero verte bien – ordeno aquel hombre rudo, logrando poner nerviosa a la castaña.
Antonella, se acercó con timidez y sintiéndose francamente intimidada, aquel hombre se había puesto de pie y, sin duda, era mucho mas alto que ella, pasando los 1.90 que la hacían lucir casi diminuta en sus 1.70, mirando a los ojos de aquel imponente hombre, la castaña estaba frente a frente ante él, sin bajar la mirada a pesar de sentirse casi asustada.
– Eres bonita, demasiado bella para ser una simple mesera, ¿Cómo te llamas? – pregunto aquel hombre de hermosos e intimidantes ojos azules.
– Antonella, me llamo Antonella señor – respondió la castaña sin decir su apellido.
– ¿Solo Antonella? ¿No hay apellido? – cuestiono el hombre tomando el hermoso rostro de la chica entre sus dedos.
Antonella sintió que le faltaba el aliento ante aquel hermoso hombre, sin embargo, no parecía, ni parecería jamás, el tipo de hombre con el que saldría, mucho menos decir su apellido.
– Así es, disculpe, pero no lo conozco, no suelo dar mi nombre completo a los desconocidos – respondió la hermosa castaña.
Una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de aquel hombre intimidante.
– Me gustas Antonella, y veras, yo siempre suelo tener lo que deseo, mi nombre es Ares, Ares D´Angelis, y me darás todo lo que quiero de ti, incluyendo tu apellido – dijo con arrogancia aquel hombre intimidante.
Antonella no bajo su mirar de la de aquel hombre, ¿En que se había metido? El hombre del bar la miraba con lujuria…con pasión, y algo muy dentro de ella gustaba de ello, una nueva historia comenzaba, una que destara ríos de sangre, Antonella había conocido a Ares D´Angelis, sin saber lo que aquel evento, terminaría desatando en su vida, sin saber, que había marcado su destino.
El canto de las aves anunciaba el comienzo de una nueva mañana, el sol se colaba a través de las cortinas en la ventana de la habitación que Ainara le había asignado, la televisión anunciaba que eran las 7 am, era el momento de levantarse para enviar a su hijo al colegio, Dante solo tenia 5 años, apenas comenzaba el jardín de niños, y definitivamente no perdería un solo día de sus clases por mas cansada o estresada que estuviese ella, Antonella se había casado muy joven con Henry Pines, su gran amor del secundario, y, sin perder mucho el tiempo, habían comenzado su pequeña familia, con gran entusiasmo al comienzo, sin embargo, el ensueño de chica de preparatoria se había esfumado demasiado pronto, Henry no era un gran marido ni tampoco el mejor padre, nunca duraba en ningún empleo y siempre tenia las excusas mas tontas para justificar aquello, ella, a grandes tropezones, h
La música resonaba en todo el sitio, bailarinas exóticas danzaban de manera meramente erótica para complacer a los clientes que habían abarrotado el lugar, Antonella había atendido ya varias mesas, y, a base de muchas suplicas, había logrado que su uniforme no fuese demasiado provocativo, aún seguía siento corto y mostraba de más, pero, al menos, ya no se sentía casi desnuda, por supuesto, había recibido burlas de sus compañeras por ello, pero aquello no podría importarle menos, se sentía mucho mas nerviosa de saber que en cualquier momento, aquel hombre de tatuajes y apariencia ruda, llegase a reclamarle su pequeña mentira, aquello era una estupidez, no tendría porque verse obligada a dar su apellido si no lo deseaba, pero, en palabras de Ainara, aquel hombre era potencialmente peligroso, un supuesto líder de mafia.Tomándose un pequeño descans
Un nuevo día estaba comenzando, Antonella escuchaba música en el jardín de Ainara, su mirada permanecía completamente fija en el lienzo que tenia adelante, intentaba plasmar a la coqueta ardilla que disfrutaba en completa calma de las nueces dejadas para ella, sin embargo, se sentía completamente dispersa, no había logrado pintar nada realmente fascinante desde que Henry había huido con su hermana, desde aquel momento había permanecido en un horrendo bloqueo artístico que solo lograba frustrarla más, recargándose en la silla por un momento, la hermosa castaña observaba el azul celeste del cielo, un nuevo fracaso, no era novedad, mirando a las aves volar por el cielo, repentinamente llegaban a su mente los recuerdos de Ares D´Angelis, aquel infame tipo arrogante que parecía demasiado libertino para su gusto.Mirando de nuevo el lienzo en blanco, Antonella tomo su pincel y comenz&oa
La noche había llegado, era sábado aún, el bar lucia mucho más abarrotado de lo que había estado entre semana, lo suponía normal, aquellos demasiado ocupados millonarios aprovecharían el fin de semana para ir a admirar a las hermosas bailarinas, aquello era denigrante, aunque a las muchachas no parecía molestarles en lo más mínimo, al contrario, parecían demasiado divertidas ante las miradas de aquellos hombres impredecibles y peligrosos.– Siempre te quedas mirando a las otras, ¿Acaso te da envidia no ser tu la que baila en ese tubo? – dijo una de las meseras.Antonella miró a su compañera, sabía bien que no le agradaba, era la que más burla le había hecho tras obtener el permiso para usar un uniforme menos indecente, sin embargo, poco le interesaba la opinión que la mujer tuviese de ella, podría decirle mojigata, Santa y dem
El sol bañaba el jardín de la residencia Wilson, propiedad de Ainara y el refugio de Antonella, las aves revoloteaban de un lado a otro alborotadas por las pequeñas semillas que la castaña arrojaba sobre el pasto fresco para alimentarlas, su mirada estaba fija hacia la nada, perdida en los muchos pensamientos que la atiborraban desde temprano, era domingo, día libre para ella, esa noche no tendría que ir al bar y, francamente, se sentía reconfortada por no tener que hacerlo, sus blancas mejillas volvían a colorearse de rojo al recordar aquel demasiado bochornoso momento entre ella y Ares D´Angelis, aun podía sentir aquel enorme y poderoso cuerpo pegado al de ella y recordaba lo diminuta que era en comparación a él, aquellas palabras que le había dicho, resonaban en su mente como ecos que rebotaban una y otra vez, Ares, deliberadamente le había prohibido bailar en público y, en sus
La botella de whisky se había terminado, y ahora, caminaba a tomar otra de su colección de licores de lujo, aquellas imágenes aún no se desvanecían de su mente, ver a esa mujer que deseaba en compañía de su hijo, había sido de cierta manera shockeante, aunque pudo imaginar mil escenarios antes de saberlo, nunca imagino que la razón por la cual la inocente maestra de arte tenía un segundo trabajo en un bar, era por un hijo del que tenia que cuidar sola, y lo peor, es que no era solo eso, apresurando a su informante, este acababa de entregarle una carpeta con toda la información que había logrado reunir sobre ella, sobre Antonella Ferrara.Acomodándose en su lujoso sofá de piel, Ares sostenía entre sus manos aquel informe, abriéndolo sin perder más tiempo, comenzó a leer deprisa lo que tenían para decirle, sin mirar nada mas que aquellas letras en
La mañana había llegado después de una extraña noche, Antonella se sentía muy reconfortada entre los poderosos brazos de Ares donde se había quedado dormida, despertando por inercia como cada mañana hacia, recordó los eventos que habían tenido ligar la noche anterior cuando el apuesto ojos de zafiro se había colado por su ventana, incorporándose un poco, se percato de que ambos se habían quedado dormidos sobre el suelo, agradecía infinitamente que Ainara no entrara a la habitación sin avisarle primero, no tendría idea de como explicarle a ella y a su marido lo que hacia Ares D´Angelis allí, sinceramente ni siquiera ella entendía el porqué, pero, por supuesto, se podría dar a todas las malas interpretaciones del mundo aun cuando no hicieron nada indecente, además, Ainara no le iba a creer eso, mirando el hermoso rostro varonil de Ares, Anto
La luz del sol se colaba por aquellas elegantes cortinas en sus enormes aposentos, había amanecido, era lunes, y todo empresario sabía que no había tiempo para tomar un descanso, levantándose de su lujosa cama, Apolo miraba el reloj, eran apenas las 7 am, hora adecuada para comenzar su día, bajando al gimnasio privado en su mansión, el apuesto filántropo comenzaba su pesada rutina de ejercicios para tonificar su cuerpo, mirándose en el espero del lugar, lucia muy diferente de sus trajes costosos de siempre, aquella ropa deportiva dejaba ver mucho de su musculatura, sus brazos eran fuertes, su torso era poderoso, algo que Antonella Ferrara jamás había visto de él, la hermosa castaña no había vuelto a llamarlo desde aquel acalorado momento en que se excusó para marcharse, así era ella, tímida, siempre tímida, una mujer hermosa y recatada, inocente como ninguna, la des