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El café sobre el suelo

Un nuevo día estaba comenzando, Antonella escuchaba música en el jardín de Ainara, su mirada permanecía completamente fija en el lienzo que tenia adelante, intentaba plasmar a la coqueta ardilla que disfrutaba en completa calma de las nueces dejadas para ella, sin embargo, se sentía completamente dispersa, no había logrado pintar nada realmente fascinante desde que Henry había huido con su hermana, desde aquel momento había permanecido en un horrendo bloqueo artístico que solo lograba frustrarla más, recargándose en la silla por un momento, la hermosa castaña observaba el azul celeste del cielo, un nuevo fracaso, no era novedad, mirando a las aves volar por el cielo, repentinamente llegaban a su mente los recuerdos de Ares D´Angelis, aquel infame tipo arrogante que parecía demasiado libertino para su gusto.

Mirando de nuevo el lienzo en blanco, Antonella tomo su pincel y comenzó a trazar sin perder detalle, la música de fondo lograba estimular su casi muerto talento, trazando líneas una y otra vez, sentía al viento acariciar su piel expuesta en aquella simple blusa de tirantes, las copas de los árboles se mecían con tranquilidad, era sábado, no tenia que ir al colegio, Dante aun dormía plácidamente dentro de la casa, había recibido su primer sueldo después de una larga primera semana soportando al sensual hombre de los tatuajes, era, en realidad, la primera vez en meses que tenia un breve momento de calma, sin llamadas del banco, problemas con las deudas acumuladas, o cualquier otra cosa, sus hermosos ojos agua marinos seguían mirando fijamente al lienzo, sus manos de artista no se habían detenido desde aquel momento en que aquellos ojos invadieron su mente, el tiempo parecía detenerse, tenía inspiración, después de tanto tiempo, su musa había regresado.

Mirando de nuevo aquel lienzo terminado, Antonella se sentía sorprendida de lo que había hecho, los ojos del color del zafiro, aquella expresión ceñuda e intimidante, la belleza única de su rostro masculino…había pintado a Ares D´Angelis…sin siquiera notarlo…aquel hombre se le había metido demasiado a la cabeza, y, por supuesto, era inesperado que su primera pintura después de meses, fuera una precisamente de él, era algo francamente inaudito, tomando aquel lienzo pensó en destruirlo, pero algo dentro de ella simplemente no pudo hacerlo.

– Wow, te ha quedado idéntico, sin duda le gustara saber que lo has pintado –

La voz de Ainara la había sorprendido, intentando ocultar el cuadro de la vista de su mejor amiga, Antonella se sentía avergonzada, la había sorprendido en el acto.

– Oh dios, ¡No! Por favor, no vayas a decirle, ni siquiera tengo idea de porque demonios he pintado esto – dijo Antonella tomando el cuadro para después guardarlo.

Aun a pesar de ser D´Angelis el protagonista de su obra, era demasiado buena y la primera en meses, no la tiraría aun cuando deseaba hacerlo.

– Oh por favor, no tiene nada de malo que quieras que ese macho te de y no consejos, si yo pudiera lo montaría sin dudarlo, pero desgraciadamente no soy su tipo, tu, en cambio, si que lo eres, no puedo creer que estés desperdiciando la oportunidad de comerte a ese hombre – decía Ainara con un suspiro de resignación.

– ¿Yo? ¿Su tipo? Que va, lo único que hace es molestarme y ponerme en situaciones demasiado embarazosas para luego burlarse de mí, puede ser muy apuesto, pero es un tipo desagradable – respondió Antonella cruzándose de brazos.

Ainara sonrió para si misma al notar el rubor en las mejillas de su mejor amiga, Antonella parecía no darse cuenta, pero de lo único que hablaba era de Ares D´Angelis, era como si la vida hubiese vuelto a ella, el color que Henry se había llevado, poco a poco regresaba, podría ser solo para quejarse, pero al hablar de Ares, Antonella dejaba de pensar en sus muchos problemas y mortificaciones diarias, casi ya no hablaba de su es esposo o su hermana, ni siquiera de las deudas acumuladas, parecía volver a iluminarse como el sol que siempre había sido.

– Ares D´Angelis puede ser un hombre demasiado peligroso y rudo, pero creo que le gustan las mojigatas como tú, si estuviera en tu lugar no dudaría en arrojarme con el sobre una cama – dijo Ainara con un deje de burla.

Antonella guardo silencio por un momento y se imaginó a sí misma en la misma cama de aquel sensual hombre, los colores de nuevo subieron a sus mejillas y se sintió completamente avergonzada una vez más.

– Estás loca, no hare tal cosa, apenas y lo conozco – respondió Antonella frunciendo el ceño.

– Eso es precisamente lo que lo vuelve mas interesante, no sabes nada sobre el y el no sabe nada sobre ti, sexo casual, placentero y sin compromisos, es mucho mejor eso que desperdiciar años de tu vida en un desagradecido como lo fue Henry, piénsalo, me darás la razón – dijo Ainara con sinceridad para luego dejar sola a su amiga en medio de muchos pensamientos.

La tarde apenas comenzaba, Ainara y su marido se habían llevado a su hija y también a Dante, a dar un paseo, la habían dejado sola con la excusa de que necesitaba descanso, sin embargo, no tenia sueño, decidiendo organizar sus cosas, encontró sin querer aquel papel que Apolo D´Angelis le había entregado donde estaba apuntado su numero privado, tomando aquel trozo de papel en sus manos, pensó en lo diferentes que eran en realidad, era mas que obvio que Ares y Apolo eran hermanos, sus padres les habían escogido nombres demasiado extravagantes, el Dios del inframundo y el del cielo respectivamente, y, como si de una mala broma se tratase, los hermanos parecían ser afines a sus nombres, quizás, no era una mala idea salir un rato a recordar viejos años cuando no tenia tantos problemas en su haber.

Marcando aquel número, la varonil voz de su viejo amigo y mentor respondía la llamada.

– ¿Hola? Este número es privado ¿Cómo lo has obtenido? – cuestionaba Apolo con un deje de molestia.

– Hola Apolo, soy Antonella, nos encontramos el otro día y mes has dejado tu número – respondió la hermosa castaña con rapidez temiendo que le colgara la llamada y no volviese a responder.

– Es verdad, me alegra mucho que me estés llamando, te he recordado mucho estos días – dijo Apolo con tono mucho mas amable.

– Quería saber si estas libre para tomar un café ahora, tengo un poco de tiempo libre y me gustaría que nos pusiéramos al día, ha pasado un tiempo desde la ultima vez que nos vimos – dijo Antonella con tranquilidad y pensando en una salida amistosa.

– Por supuesto, siempre estaré disponible para la que fue mi alumna favorita – respondió Apolo con pensamientos menos inocentes en mente.

Se había puesto un simple vestido de cuello alto que le llegaba poco mas arriba de las rodillas, acompañado de un suéter ligero, el maquillaje había sido leve, demasiado discreto y solo para cubrir las ojeras que comenzaban a asomarse por su trabajo nocturno, por esa tarde no lucia como la mesera sexy a la que Ares le gustaba molestar, tenia una salida casual con un viejo amigo de sus tiempos como universitaria.

Llegando a la cafetería acordada, se sintió extrañada de no notar a nadie en ella, tan solo había un par de personas, un mesero y la señorita de la caja, sin embargo, para la hora que era, era sumamente extraño que no hubiese clientes en el lugar.

– Hola Antonella, bienvenida, te estaba esperando – saludaba Apolo con gran entusiasmo.

Antonella le sonreía con amabilidad, disfrutaría de una tarde agradable lejos de Ares, a quien no lograba arrancar de sus pensamientos, cosa que comenzaba a molestarla.

– Hola Apolo, mucho tiempo desde la ultima vez, es una alegría verte después de tiempo – dijo la hermosa castaña con sinceridad.

Apolo observo la sencilla belleza de Antonella Ferrara, muy hermosa, fina y recatada, una dama delicada que desde el primer momento le había robado el aliento aquella mañana en que la vio entrar con los cabellos revueltos a la sala de arte de la universidad, la había deseado como un loco desde entonces, dos años atrás, y deliberadamente había rentado la cafetería completa para disfrutar de ese momento…sin interrupciones.

La charla había sido amena recordando mil momentos vividos en el campus, Apolo se sentía sumamente complacido por ello…sin embargo, había algo mas que deseaba…un poco de contacto más íntimo.

La taza de café se había derramado sobre el piso, Antonella sentía sus mejillas arder ante aquel inesperado evento que se estaba suscitando, sobre la mesa de aquella cafetería, Apolo la había atrapado, mirándola de manera apasionada, sin perder detalle de su rostro, la mirada penetrante, muy similar a la de Ares y al mismo tiempo, tan diferente, la había paralizado, ambos se miraban fijamente y ella, no tenia idea de que hacer o decir.

– He esperado mucho tiempo para esto, no te hare daño, no te hare mía aun, sin embargo…quiero que pienses en mí, en esto, quiero que pienses en lo feliz que puedo hacerte, aquel hombre que te dejo no te merecía Antonella, pero yo si te merezco, y puedo poner el mundo a tus pies si tan solo me lo pides – dijo Apolo mirando a Antonella con intensidad…con deseo.

El café derramado sobre el suelo, miradas intensas e intimidantes…Antonella tenia frente a ella a Apolo, sin embargo, eran los ojos de Ares en los que estaba pensando…de nuevo.

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