El sonido de la pala en aquel cementerio resonaba, Ares, miraba sin expresión alguna en su rostro como la tierra cubría aquel ataúd rojo, lo había mandado hacer con premura, aquel había sido el color predilecto de la mujer que yacía dormida dentro de él, sin dejar ninguna nota, sin dar mayor explicación sobre el porqué lo había hecho, Luciana se había suicidado, solo él y su esposa, estaban en ese solitario y siempre doloroso sitio, y el, aun no comprendía porque ella había preferido morir…simplemente no lograba entenderlo.
El sacerdote recitaba sus oraciones, había tenido básicamente que obligarlo a punto de pistola para que ofreciera el servicio, ya que, en un principio, el hombre de “dios” se había negado a ofrecer los sacramentos debido a que se trataba de un suicidio, pero al tener su arma apuntando directo a su cabeza, el hombre acepto “de buena gana” hacerlo, aunque para él, no era necesaria la presencia de un religioso, aun así, lo forzó a hacerlo, eso, solo porque A
El día daba comienzo, Ares, había despertado de un mejor ánimo, el aroma a comida recién preparada inundo sus fosas nasales, Antonella aun estaba durmiendo, no se había atrevido a despertarle después del mal rato que la hizo pasar todo el día anterior y parte de la noche…después de todo, había llorado por la misma mujer que le había disparado…y aunque no era lo correcto, no podía evitar sentir tristeza por aquella. Bajando a la cocina, pudo ver a Jaqueline cocinando, ella y Apolo tenían un temple serio, algo había pasado. – ¿Que ocurre? ¿Por qué las caras largas? – cuestiono. Apolo miro a su hermano, se veía mucho mejor, y eso, era realmente bueno. – Tenemos que hablar – dijo Apolo con seriedad y Ares escucho atentamente. Antonella se levantaba, sentía una pesadez como ya la conocía, ese, definitivamente no era el mejor de los momentos, saliendo de la cama, camino despacio hacia el enorme baño de la habitación en la que se halla
Adriano caminaba en los largos pasillos del museo de su familia y que él había heredado, loa Benedetto eran de la clase alta, su especialidad, eran las artes, él había aprendido a amarlas desde que era muy pequeño, admiraba mucho la mano talentosa de un gran artista, el mismo lo era, aunque, debía reconocer, no era tan talentoso como Antonella Ferrara, la amada esposa de Ares D´Angelis, cuyas obras eran las que se hallaba admirando en esos momentos. – Fascinante, ¿No lo crees? – la voz de Haruka Sato lo arrebato de sus pensamientos. El medio japones estaba admirando la misma pintura que él. – Si, Antonella es realmente una mujer brillante – admitió Adriano sin mirar a aquel hombre. – Sabes, es curioso que los Benedetto exhiban su arte, podría decir que solo lo haces por es una buena amiga tuya – dijo Haruka con burla. Eran bien sabido que la familia de Adriano era basta
Apolo y Ares miraron a aquel anciano que los miraba a cambio con dolor y melancolía, se veía cansado, sus ojos grises escudriñaron sin recato alguno a ambos, una sensación de melancolía les llego con aquel olor a rosas frescas, había un jarrón muy grande repleto de ellas, blancas, las favoritas de su madre, aquel viejo era el hombre con el cual la amada Zinerva estuvo comprometida antes de…antes de que Zeus la tomara para si mismo.– Tienen sus ojos, en realidad, ambos se parecen mucho a su madre…no creí vivir tanto para conocer a los hijos de mi amada Zinerva – dijo aquel hombre que con dificultad tomaba asiento.Ares observo el rostro de aquel hombre y guardo silencio…ahora entendía porque Rodríguez le dijo que era muy importante que hablaran con el…había comprendido demasiadas cosas con tan solo verlo…los ojos de la
El sol del atardecer rayaba el cielo con sus tonalidades naranjas y rosas, Ares y Apolo estaban sentados en el porche, cada uno perdido en sus pensamientos…aquella revelación no se la habían dicho aun a las mujeres a las que amaban…no tenían sangre D´Angelis, pero lo eran por derecho y crianza…ambos habían decidido callar aquello hasta acabar con lo que habían empezado…y tan solo se lo dirían a ellas…a Antonella y Jaqueline…no querían que nadie más supiera…deseaban que Zeus muriese con el engaño…deseaban que ese infame, lo supiera por labios de satanás cuando lo recibiese en el infierno…deseaban ser los únicos que resguardaran ese secreto de la madre de ambos… Jaqueline los observaba a ambos, habían regresado demasiado serios, apenas y si habían probado bocado y tampoco charlaban entre ellos, algo había pasado…algo que no les estaban diciendo. – Ejem – carraspeo Jacky llamando la atención de ambos hermanos. Ares y
Zeus bebía de su botella de Whisky, todo se había vuelto insoportablemente complicado, desde aquella abdicación de Apolo, todos sus parientes había comenzado una guerrilla interna dentro de los D´Angelis buscando hacerse con el poder, su hermano Océano había revelado formar parte de la rama principal, Ares se había pronunciado a favor de sus primos para que tomaran su lugar como los siguientes en la línea de sucesión…aquello, solo había generado mas disputas entre las ramas menores, había tenido que ocultarse…querían asesinarlo.Zeus se hallaba ebrio, completamente ebrio, observaba a su amado legado D´Angelis caerse a mil pedazos…todo lo que su padre, el padre de el y cada ancestro habían construido, comenzaba a desmoronarse como un castillo de arena cuando es golpeado por una ola imparable, todo su mundo comenzaba a caerse en mil pedazos&h
La sangre escurría frente aquella tumba, la lluvia, comenzaba a caer finalmente mas ligera.– ¡Ares, abre los ojos, Ares! – sollozaba Apolo al cuerpo inerte de su hermano.Todo había pasado en un segundo, Zeus, había disparado su arma hacia él, pretendiendo matarlo, entonces, pudo ver el cuerpo de Ares escudando al suyo…su hermano menor, lo había protegido.La risa de Zeus retumbo en los oídos de Apolo, haciéndolo enfurecer y cegarlo de rabia, colocando con cuidado a su hermano sobre el suelo, se levanto para encarar a Zeus, que yacía tambien casi en el pavimento aferrado a la tumba de su amada madre, el, le había disparado al hombre que los había traumatizado desde que eran niños, su sangre, se había derramado sobre la lapida donde descansaban los restos de su madre.– Lo sabía,
Tres años habían pasado desde aquel momento en que aquella infame venganza que tanto dolor les había causado había culminado, los D´Angelis habían hundido su imperio definitivamente cuando el hermano de Zeus, Océano, había revelado al mundo las atrocidades cometidas por su hermano menor, Apolo y Ares, no habían dejado aquel apellido, habían decidido conservarlo y renovarlo en algo bueno. Aquel atardecer con que habían regresado, cada uno beso a la mujer que mas amaba, renovando sus votos de amor hacia ellas, Ares, se había rodeado de sus hijos quienes lo recibieron con los brazos abiertos y sus esperanzas renovadas, Jaqueline y Apolo habían hecho el amor toda esa noche…luego, finalmente, Apolo se sincero con Zinerva su hija…y fue capaz de decirle todo aquello que no había podido. Ahora mismo, frente a aquella lapida sencilla de mármol, la ahora adolescente de casi quince años leía el nombre en ella. Luciana Berlusc
Harta, exactamente así era como sentía, no había sido su semana, ni su mes, ni su año, todo le había salido terriblemente mal y se sentía al borde de una crisis nerviosa, esta vez, la desalojaban de su departamento, las deudas se habían acumulado y el banco, por supuesto, no podía seguir esperando, sus muebles ahora mismo, estaban en la banqueta fuera del edificio, las miradas comenzaban a amontonarse sobre ella y los cuchicheos no se hicieron esperar, algunos vecinos, realmente lamentaban lo que estaba pasando, otros, en cambio, encontraban bastante graciosa su situación, no disimulando sus risas ante la hermosa mujer en sus 25 que los miraba con rencor a cambio, Antonella Ferrara era una simple y totalmente ordinaria profesora de arte, sus ojos azules, casi agua marinos, amenazaban con derramar lágrimas de frustración ante la nueva desgracia que caía sobre ella, su cabello castaño se encontr