El sol del atardecer rayaba el cielo con sus tonalidades naranjas y rosas, Ares y Apolo estaban sentados en el porche, cada uno perdido en sus pensamientos…aquella revelación no se la habían dicho aun a las mujeres a las que amaban…no tenían sangre D´Angelis, pero lo eran por derecho y crianza…ambos habían decidido callar aquello hasta acabar con lo que habían empezado…y tan solo se lo dirían a ellas…a Antonella y Jaqueline…no querían que nadie más supiera…deseaban que Zeus muriese con el engaño…deseaban que ese infame, lo supiera por labios de satanás cuando lo recibiese en el infierno…deseaban ser los únicos que resguardaran ese secreto de la madre de ambos…
Jaqueline los observaba a ambos, habían regresado demasiado serios, apenas y si habían probado bocado y tampoco charlaban entre ellos, algo había pasado…algo que no les estaban diciendo.
– Ejem – carraspeo Jacky llamando la atención de ambos hermanos.
Ares y
Zeus bebía de su botella de Whisky, todo se había vuelto insoportablemente complicado, desde aquella abdicación de Apolo, todos sus parientes había comenzado una guerrilla interna dentro de los D´Angelis buscando hacerse con el poder, su hermano Océano había revelado formar parte de la rama principal, Ares se había pronunciado a favor de sus primos para que tomaran su lugar como los siguientes en la línea de sucesión…aquello, solo había generado mas disputas entre las ramas menores, había tenido que ocultarse…querían asesinarlo.Zeus se hallaba ebrio, completamente ebrio, observaba a su amado legado D´Angelis caerse a mil pedazos…todo lo que su padre, el padre de el y cada ancestro habían construido, comenzaba a desmoronarse como un castillo de arena cuando es golpeado por una ola imparable, todo su mundo comenzaba a caerse en mil pedazos&h
La sangre escurría frente aquella tumba, la lluvia, comenzaba a caer finalmente mas ligera.– ¡Ares, abre los ojos, Ares! – sollozaba Apolo al cuerpo inerte de su hermano.Todo había pasado en un segundo, Zeus, había disparado su arma hacia él, pretendiendo matarlo, entonces, pudo ver el cuerpo de Ares escudando al suyo…su hermano menor, lo había protegido.La risa de Zeus retumbo en los oídos de Apolo, haciéndolo enfurecer y cegarlo de rabia, colocando con cuidado a su hermano sobre el suelo, se levanto para encarar a Zeus, que yacía tambien casi en el pavimento aferrado a la tumba de su amada madre, el, le había disparado al hombre que los había traumatizado desde que eran niños, su sangre, se había derramado sobre la lapida donde descansaban los restos de su madre.– Lo sabía,
Tres años habían pasado desde aquel momento en que aquella infame venganza que tanto dolor les había causado había culminado, los D´Angelis habían hundido su imperio definitivamente cuando el hermano de Zeus, Océano, había revelado al mundo las atrocidades cometidas por su hermano menor, Apolo y Ares, no habían dejado aquel apellido, habían decidido conservarlo y renovarlo en algo bueno. Aquel atardecer con que habían regresado, cada uno beso a la mujer que mas amaba, renovando sus votos de amor hacia ellas, Ares, se había rodeado de sus hijos quienes lo recibieron con los brazos abiertos y sus esperanzas renovadas, Jaqueline y Apolo habían hecho el amor toda esa noche…luego, finalmente, Apolo se sincero con Zinerva su hija…y fue capaz de decirle todo aquello que no había podido. Ahora mismo, frente a aquella lapida sencilla de mármol, la ahora adolescente de casi quince años leía el nombre en ella. Luciana Berlusc
Harta, exactamente así era como sentía, no había sido su semana, ni su mes, ni su año, todo le había salido terriblemente mal y se sentía al borde de una crisis nerviosa, esta vez, la desalojaban de su departamento, las deudas se habían acumulado y el banco, por supuesto, no podía seguir esperando, sus muebles ahora mismo, estaban en la banqueta fuera del edificio, las miradas comenzaban a amontonarse sobre ella y los cuchicheos no se hicieron esperar, algunos vecinos, realmente lamentaban lo que estaba pasando, otros, en cambio, encontraban bastante graciosa su situación, no disimulando sus risas ante la hermosa mujer en sus 25 que los miraba con rencor a cambio, Antonella Ferrara era una simple y totalmente ordinaria profesora de arte, sus ojos azules, casi agua marinos, amenazaban con derramar lágrimas de frustración ante la nueva desgracia que caía sobre ella, su cabello castaño se encontr
El canto de las aves anunciaba el comienzo de una nueva mañana, el sol se colaba a través de las cortinas en la ventana de la habitación que Ainara le había asignado, la televisión anunciaba que eran las 7 am, era el momento de levantarse para enviar a su hijo al colegio, Dante solo tenia 5 años, apenas comenzaba el jardín de niños, y definitivamente no perdería un solo día de sus clases por mas cansada o estresada que estuviese ella, Antonella se había casado muy joven con Henry Pines, su gran amor del secundario, y, sin perder mucho el tiempo, habían comenzado su pequeña familia, con gran entusiasmo al comienzo, sin embargo, el ensueño de chica de preparatoria se había esfumado demasiado pronto, Henry no era un gran marido ni tampoco el mejor padre, nunca duraba en ningún empleo y siempre tenia las excusas mas tontas para justificar aquello, ella, a grandes tropezones, h
La música resonaba en todo el sitio, bailarinas exóticas danzaban de manera meramente erótica para complacer a los clientes que habían abarrotado el lugar, Antonella había atendido ya varias mesas, y, a base de muchas suplicas, había logrado que su uniforme no fuese demasiado provocativo, aún seguía siento corto y mostraba de más, pero, al menos, ya no se sentía casi desnuda, por supuesto, había recibido burlas de sus compañeras por ello, pero aquello no podría importarle menos, se sentía mucho mas nerviosa de saber que en cualquier momento, aquel hombre de tatuajes y apariencia ruda, llegase a reclamarle su pequeña mentira, aquello era una estupidez, no tendría porque verse obligada a dar su apellido si no lo deseaba, pero, en palabras de Ainara, aquel hombre era potencialmente peligroso, un supuesto líder de mafia.Tomándose un pequeño descans
Un nuevo día estaba comenzando, Antonella escuchaba música en el jardín de Ainara, su mirada permanecía completamente fija en el lienzo que tenia adelante, intentaba plasmar a la coqueta ardilla que disfrutaba en completa calma de las nueces dejadas para ella, sin embargo, se sentía completamente dispersa, no había logrado pintar nada realmente fascinante desde que Henry había huido con su hermana, desde aquel momento había permanecido en un horrendo bloqueo artístico que solo lograba frustrarla más, recargándose en la silla por un momento, la hermosa castaña observaba el azul celeste del cielo, un nuevo fracaso, no era novedad, mirando a las aves volar por el cielo, repentinamente llegaban a su mente los recuerdos de Ares D´Angelis, aquel infame tipo arrogante que parecía demasiado libertino para su gusto.Mirando de nuevo el lienzo en blanco, Antonella tomo su pincel y comenz&oa
La noche había llegado, era sábado aún, el bar lucia mucho más abarrotado de lo que había estado entre semana, lo suponía normal, aquellos demasiado ocupados millonarios aprovecharían el fin de semana para ir a admirar a las hermosas bailarinas, aquello era denigrante, aunque a las muchachas no parecía molestarles en lo más mínimo, al contrario, parecían demasiado divertidas ante las miradas de aquellos hombres impredecibles y peligrosos.– Siempre te quedas mirando a las otras, ¿Acaso te da envidia no ser tu la que baila en ese tubo? – dijo una de las meseras.Antonella miró a su compañera, sabía bien que no le agradaba, era la que más burla le había hecho tras obtener el permiso para usar un uniforme menos indecente, sin embargo, poco le interesaba la opinión que la mujer tuviese de ella, podría decirle mojigata, Santa y dem