Capítulo 32:

David no perdió el tiempo. Uno no podía negarse ante tal despliegue de belleza. Fue a su encuentro porque se moría de ganas de sentir piel con piel. No se podía decir que la besó. Se la comió. Metafórica y literalmente. Poco le importaron los contratos millonarios que estaban encima de su mesa y acabaron en el suelo como papel inservible. Solo le importaba su mujer. Su ángel de rojo. Su sirena.

No supo si había sido el cambio de escenario, de posición o los días que llevaba sin sentirla cerquita. Pero una vez se convirtió rápidamente en dos y dos en tres. Apenas recurrían a los minutos para recuperarse para empezar de nuevo.

Era pasada media noche cuando salieron de las oficinas. Esa zona estaba en silencio aunque no muy lejos de ahí se podían sentir los cláxones de varios coches.

—Feliz Navidad, cariño —dijo Valentina mientras enlazaba las manos en el cuello de su marido—. Ojalá sean muchas las navidades que podamos pasar juntos.

—Feliz Navidad, sirena —respondió dándole un peque
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