—Valeria, ya está bien. Pareces perro con pulgas —Penélope alzó las manos al cielo como si pidiera paciencia cuando la vio hacerle caso omiso a sus palabras y volver a caminar de un lado a otro como ya había hecho un centenar de veces.—¿Y si no viene? —Para casi matar al tipo hace unos días y despotricar contra él a la mínima oportunidad, te veo de lo más interesada.—Me estoy comportando como una idiota.—No, cielo. Estás ilusionada. Y eso no es algo malo. Además no olvides algo —esperó que su amiga detuviera su andar y la mirara y habló—. Él siempre estuvo interesado en ti. Además nada más tendrá que verte. Estás para matar.Valeria sonrió ante las palabras de su amiga. Con semejante apoyo no hacía falta nada más. El día antes cuando habían salido del hospital, Noah le había llamado a un taxi, después de intercambiarse sus números de teléfono y decirle la dirección de su residencia. Se había vestido para la ocasión. Aunque todavía sentía resquemor en sus rodillas. Se había puesto
Noah llevaba tres días demasiado ocupado. Por más que había intentado hacerse un hueco, no había podido ver a la mujer que lo traía de cabeza. No físicamente, al menos. Las videollamadas habían sido constantes y se habían quedado hasta altas horas de la madrugada. Noah no sabía como Valeria se estaba levantando a la mañana siguiente, suponía que Penélope tenía que hacer grandes esfuerzos para despegarla de las sábanas pues conocía que su chica le había dado tapones para los oídos. Sin embargo esa tarde encontró un espacio. Y al ver que el móvil de Valeria no estaba operativo, llamó a su sombra. —Fue a dar una vuelta. Por el parque que está cercano al estadio. —Había sido la respuesta que había recibido. Y ahí la encontró. Atiborrandose de churros bañados en crema de chocolate. Parecía una niña pequeña con la cara manchada. Y la dejó disfrutar. Pocas veces había salido con una mujer que disfrutara tanto de la comida. Cuando vio que se limpiaba como si estuviera harta y no pudo evita
—Preciosa, ¿estás bien? —preguntó Noah después de unos segundos. Valeria seguía con los ojos cerrados y el continuaba arriba de ella. Quiso moverse para que el peso cayera sobre él pero su chica se lo impidió. —Estoy recuperando el aliento —respondió después de un rato de silencio—. Si llego a saber que esto es tan bueno lo hubiera practicado antes.—Pues yo me alegro de ser el primero. Y seré el último —afirmó con seguridad.Valeria no pudo evitarlo. Río fuerte y con ganas. —Tus pensamientos son algo cavernícolas. ¿No crees? Nadie sabe lo que depara el futuro. La vida puede dar muchas vueltas. —No me escuchaste antes. Te quiero. Eso no va a cambiar.—Pensé que era producto del calor de la pasión. Que no era cierto.—Es la primera vez que se las digo a una mujer —comentó a la vez que se daba la vuelta y cambiaba sus posiciones—. Aunque si soy sincero, contigo he vivido varias primeras veces. Es la primera vez que me enamoro. La primera vez que olvido mi estatus y ando con una estu
A pesar del retumbar de su corazón Valeria actuó con precaución. Caminó despacio la corta distancia que los separaba. Todavía le hacía daño recordar su actitud. Y aún así nunca un camino se le había hecho tan largo.—Todavía estoy enojada contigo —le dijo en cuanto lo alcanzó—. Actuaste como un gilipollas y estás en periodo a prueba. No creas que voy a bajar la cabeza ante tus gritos. Te gritaré en igual medida.—Eso significa que puedo seguir escuchando tus gritos. Estás hablando de futuro. ¿Lo tenemos? ¿Un futuro?—En dependencia de como me compenses. Veremos que sale a partir de ahí. —¿Me permites llevarte?—Por supuesto. Y también te permito que cargues mi maleta.Noah ocultó una sonrisa cuando Valeria pasó a su lado. El cartel que colgaba en sus manos no podía ser más. Había sido un completo idiota. No había hablado nada más que su propia inseguridad. Era cierto que le había molestado un poco que Valeria no le hablara a su gemela de él. Pero él tampoco le había hablado de ella a
—Estás perfecta, Valeria. No sé por qué sigues viniendo y gastando tu dinero a manos llenas. ¡Joder con los ricos! Valeria Cronwell escuchó esas palabras y fue como si le entraran por un oído y le salieran por el otro. Nadie la entendía. Incluso intentándolo. Valentina y Penélope hacían grandes esfuerzos, pero ella no podía poner en palabras algo que su mente no podía comprender. No había explicación científica que pudiera solucionar el vacío que sentía en medio del pecho y porque después de tantos años seguía teniendo pesadillas. Sobre todo del accidente en el que había perdido la memoria, pero más aún, de unas manos acariciándola y unos ojos verdes maravillosos. Hace mucho su mejor amiga le había hablado de un hombre, pero al ver que lo que hacía era ponerse peor lo había dejado. Se había dicho a sí misma que no podía ser importante si su memoria se había empeñado en olvidarle y él nunca la había buscado. Penélope le había dado la razón con un poco de ira. A día de hoy, Valeria
—Valeria, cielo, esto no está funcionado. Me estás cortando todo el rollo. Es la tercera vez que no puedo terminar.—Yo… Lo siento. Lo siento, de verdad —Y a pesar de querer mostrar fortaleza no pudo evitar que un sollozo saliera de lo profundo de su pecho.—Me quieres contar. Soy muy bueno escuchando. Dejando a un lado que me tienes la hombría hecha trizas —Valeria sonrió y Connor le apretó las manos antes de levantarse de la cama y cubrirse. También le puso a ella una sábana. Había pensado que la compatibilidad que compartían fuera también la compartirían dentro. No pudo equivocarse más. A la preciosa mujer que tenía delante había algo que la frenaba—. Supongo que encontraré a la mujer de mi vida en alguna parte. Lo hizo, le contó cosas que solo le había dicho a la psicóloga y algunas que nunca jamás se las había dicho a nadie. Quizás un punto de vista masculino la ayudara a entender las cosas. — ¿Nunca has pensado que a él también pudo ocurrirle algo? Lo poco que puedes recordar
El cielo estaba claro en la ciudad de Nueva York cuando aterrizó uno de los vuelos Charter de San Francisco. Sus pasajeros descendieron rápidamente pues estar metidos seis horas en un lata voladora no era algo que muchos soportaran. Sin embargo uno de los clientes de primera clase descendió con calma. Como si tuviera todo el tiempo del mundo. Iba a establecerse un tiempo en la Gran Manzana y tan solo llevaba una maleta de mano. Con lo imprescindible. Lo demás ya se lo compraría allí o sus ayudantes se lo mandarían bajo la estrecha supervisión de su madre. Fue a la única que llamó para informarle que había llegado. A su última amante de turno no le debía ninguna explicación. Se preguntaba en que momento de la vida se había vuelto tan cínico. Que le importaran tan poco los sentimientos. Lo sabía bien. Hacía unos años atrás. Cuando la mujer que le juró amor eterno en una playa del Caribe lo desechó como basura al saber de su condición. Condición de la cual era culpable a un cincuenta
Valeria se pasó unos días con la mosca detrás de la oreja. Había algo en el galán de su hermana que no le acababa de gustar. Fue mirando el periódico cuando su mundo se vino abajo. No lo había hecho. Valentina no lo había hecho y sobre todo sin decirle.El grito de Valeria hizo que su hermana saliera desnuda del baño con un pomo de gel como arma. —Volviste con el malnacido ese. Ya sabía yo que ocultaba algo ¿cómo se te ocurre? —Sus gritos se podían escuchar en la otra punta del país. Siempre había sido comedida. Ni siquiera en los juicios cuando se ponían calientes de verdad perdía los cabales. Valentina regresó al baño sin hablar. Las gotas de agua descubrían el camino que había tomado.— ¿A dónde vas? —preguntó Valeria rabiosa— No crees que merezco una explicación. Me mentiste. Jamás me habías mentido. —No lo hice —afirmó su gemela calmada—. Tú asumiste las cosas. El nombre que te dio ayer, es real. Forma parte de él. Y que puedo decir. En el corazón no se manda.—Y así lo dices