—Estás perfecta, Valeria. No sé por qué sigues viniendo y gastando tu dinero a manos llenas. ¡Joder con los ricos! Valeria Cronwell escuchó esas palabras y fue como si le entraran por un oído y le salieran por el otro. Nadie la entendía. Incluso intentándolo. Valentina y Penélope hacían grandes esfuerzos, pero ella no podía poner en palabras algo que su mente no podía comprender. No había explicación científica que pudiera solucionar el vacío que sentía en medio del pecho y porque después de tantos años seguía teniendo pesadillas. Sobre todo del accidente en el que había perdido la memoria, pero más aún, de unas manos acariciándola y unos ojos verdes maravillosos. Hace mucho su mejor amiga le había hablado de un hombre, pero al ver que lo que hacía era ponerse peor lo había dejado. Se había dicho a sí misma que no podía ser importante si su memoria se había empeñado en olvidarle y él nunca la había buscado. Penélope le había dado la razón con un poco de ira. A día de hoy, Valeria
—Valeria, cielo, esto no está funcionado. Me estás cortando todo el rollo. Es la tercera vez que no puedo terminar.—Yo… Lo siento. Lo siento, de verdad —Y a pesar de querer mostrar fortaleza no pudo evitar que un sollozo saliera de lo profundo de su pecho.—Me quieres contar. Soy muy bueno escuchando. Dejando a un lado que me tienes la hombría hecha trizas —Valeria sonrió y Connor le apretó las manos antes de levantarse de la cama y cubrirse. También le puso a ella una sábana. Había pensado que la compatibilidad que compartían fuera también la compartirían dentro. No pudo equivocarse más. A la preciosa mujer que tenía delante había algo que la frenaba—. Supongo que encontraré a la mujer de mi vida en alguna parte. Lo hizo, le contó cosas que solo le había dicho a la psicóloga y algunas que nunca jamás se las había dicho a nadie. Quizás un punto de vista masculino la ayudara a entender las cosas. — ¿Nunca has pensado que a él también pudo ocurrirle algo? Lo poco que puedes recordar
El cielo estaba claro en la ciudad de Nueva York cuando aterrizó uno de los vuelos Charter de San Francisco. Sus pasajeros descendieron rápidamente pues estar metidos seis horas en un lata voladora no era algo que muchos soportaran. Sin embargo uno de los clientes de primera clase descendió con calma. Como si tuviera todo el tiempo del mundo. Iba a establecerse un tiempo en la Gran Manzana y tan solo llevaba una maleta de mano. Con lo imprescindible. Lo demás ya se lo compraría allí o sus ayudantes se lo mandarían bajo la estrecha supervisión de su madre. Fue a la única que llamó para informarle que había llegado. A su última amante de turno no le debía ninguna explicación. Se preguntaba en que momento de la vida se había vuelto tan cínico. Que le importaran tan poco los sentimientos. Lo sabía bien. Hacía unos años atrás. Cuando la mujer que le juró amor eterno en una playa del Caribe lo desechó como basura al saber de su condición. Condición de la cual era culpable a un cincuenta
Valeria se pasó unos días con la mosca detrás de la oreja. Había algo en el galán de su hermana que no le acababa de gustar. Fue mirando el periódico cuando su mundo se vino abajo. No lo había hecho. Valentina no lo había hecho y sobre todo sin decirle.El grito de Valeria hizo que su hermana saliera desnuda del baño con un pomo de gel como arma. —Volviste con el malnacido ese. Ya sabía yo que ocultaba algo ¿cómo se te ocurre? —Sus gritos se podían escuchar en la otra punta del país. Siempre había sido comedida. Ni siquiera en los juicios cuando se ponían calientes de verdad perdía los cabales. Valentina regresó al baño sin hablar. Las gotas de agua descubrían el camino que había tomado.— ¿A dónde vas? —preguntó Valeria rabiosa— No crees que merezco una explicación. Me mentiste. Jamás me habías mentido. —No lo hice —afirmó su gemela calmada—. Tú asumiste las cosas. El nombre que te dio ayer, es real. Forma parte de él. Y que puedo decir. En el corazón no se manda.—Y así lo dices
Valeria no quería resultar una mujer ansiosa y empecinada, pero al cabo de tres horas ya deseaba llamarlo aunque solo fuera para escuchar su voz. No sabía lo que provocaba Mario, pero esa sensación nunca la había sentido por nadie. Estaba en una nebulosa.Era pasada la media noche cuando su móvil sonó con la entrada de un mensaje. Y si no llega a ser porque su hermana estaba durmiendo en el cuarto de al lado, su grito se hubiera escuchado al otro lado del Atlántico. "¿Nos podemos ver mañana? Valeria se demoró en contestar. Se debatió unos minutos en hacerle pensar que estaba dormida, pero siempre había sido una mala mentirosa. "Sé que no estás dormida, nena. En serio quieres hacerme creer que es así. Si sientes el mismo entusiasmo que yo ante una nueva aventura, los nervios no te dejarán conciliar el sueño""Estaba pensando. ¿Cómo estuviste mi número?"Le eché una miradita a tu móvil. No quería, ni quiero, perderte de vista. ¿En qué estabas pensando? Soy yo la causa de tus desvelos
Los días pasaron entre citas y besos ardientes. No había sucedido nada más y no era porque Valeria no lo quisiera. Pero al parecer el hombre con el que estaba saliendo era uno de esos hombre de antaño. De los que ya no quedaban. Eso o tenía hielo en las venas. Y por los besos que le daba constantemente, lo dudaba mucho. Agradecía que Valentina estuviera con los preparativos de su boda. Boda que no le acababa de gustar. Era un romance relámpago. Además David ya había lastimado a su hermana, quien le aseguraba que no lo volvía a hacer. Que a la primera de cambia, la volviera a dejar en la estacada. Era cierto que las circunstancias no eran iguales. Ahora estarían casados. Y un matrimonio no sería tan fácil de romper como una relación de noviazgo. Aún así disfrutó ver a su gemela vestida con un vestido de novia que sería el sueño de cualquier mujer. Sabía que siendo niña se había imaginado su boda un centenar de veces. Sin embargo después de haber perdido la memoria no había pensado en
Valeria despertó entre un mar de sábanas y totalmente mareada. Un vistazo a su alrededor le mostró que no estaba ni en su cama, ni en su habitación. Lo último que recordaba era ver a su hermana prepararse para irse de la fiesta. Lo demás estaba difuso. Le costaba separar la realidad de la fantasía. Sólo le costó un momento para reconocer que estaba completamente desnuda debajo de la sábana de lino. Un gemido salió de sus labios. No podía admitir que se había ido a la cama con un desconocido. Pero el dolor entre sus piernas estaba ahí. La incomodidad estaba latente. Y eso sólo era señal de dos cosas. De que había disfrutado mucho o de que le habían hecho mucho daño.Un recuerdo fugaz de ella pidiendo más la sonrojó. Además del hecho de que si la hubieran violado, su agresor no estaría tan felizmente dándose una ducha. Se hubiera marchado.Con lentitud para no caerse de bruces contra el suelo, empezó a buscar algo que determinara la identidad de su amante. A lo mejor Mario la había enc
Valeria estaba comiendo como si fuera un pajarito. De a poquito. Pero mantenía su boca en movimiento para evitar hablar con el imbécil que tenía en frente. En el tiempo que se habían demorado en llevarles el desayuno había planificado una estrategia. No tendría un hijo con Noah. Puede que su reloj biológico estuviera sonando la alarma, pero ella sentía un resquemor en el pecho cada vez que pensaba en ser madre. Además del otro hecho. La dichosa cláusula que la obligaba a donar a su bebé como si fuera un vientre se alquiler. No quería ser madre, pero si el destino le tiraba ese hueso no pensaba despacharlo así como así. Noah podía creer que la conocía, pero ella también era abogada y una muy buena. Encontraría algo. Sin embargo en esos instantes la preocupaba algo más. Alcanzó el móvil y llamó a su hermana. Le importaba un comino si interrumpía su luna de miel, David era otro tipejo que ya tenía una cuenta pendiente con ella. —¿Qué estás haciendo? —preguntó Noah cuando la vio marcar