David no perdió el tiempo. Uno no podía negarse ante tal despliegue de belleza. Fue a su encuentro porque se moría de ganas de sentir piel con piel. No se podía decir que la besó. Se la comió. Metafórica y literalmente. Poco le importaron los contratos millonarios que estaban encima de su mesa y acabaron en el suelo como papel inservible. Solo le importaba su mujer. Su ángel de rojo. Su sirena. No supo si había sido el cambio de escenario, de posición o los días que llevaba sin sentirla cerquita. Pero una vez se convirtió rápidamente en dos y dos en tres. Apenas recurrían a los minutos para recuperarse para empezar de nuevo. Era pasada media noche cuando salieron de las oficinas. Esa zona estaba en silencio aunque no muy lejos de ahí se podían sentir los cláxones de varios coches. —Feliz Navidad, cariño —dijo Valentina mientras enlazaba las manos en el cuello de su marido—. Ojalá sean muchas las navidades que podamos pasar juntos.—Feliz Navidad, sirena —respondió dándole un peque
Valentina le ordenó a su cuerpo controlarse cuando sintió que sus ojos se bañaban en plata. Tiempo atrás se había prometido que no derramaría ninguna lágrima más por David Spencer. Lamentablemente a veces las emociones y los sentimientos eran incontrolables. Y en ese instante dolía más que antes porque ya conocía el amor que le tenía. Su esposo sabía que teclas tocar pues además de herirla también sabía cómo ponerla furiosa. No se podía creer que no confiara en su palabra. Aunque en cierto aspecto, mirándolo desde afuera, lo entendía. Si ella se encontrara a un hombre igual que David besando a una fulana también se hablaría en una encrucijada. S e dedicó a felicitar a toda su familia y sus amistades. Se pasó una hora conversando con su suegro por videollamada y fue testigo de cómo Victoria actuaba en lo que respectaba a su marido como un militar de alto rango. No lo dejaba hacer prácticamente nada. Y lo regañaba cada vez que se salía del carril. —Espero que mi regalo de Navidad
—Ah, pero también —fueron las palabras de Valentina cuando David le puso un pañuelo en los ojos. Eso unido a la oscuridad que ya los rodeaba le hacía tener cero visibilidad. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para convencer a su mente de que eso era algo bueno. Que no había peligro. Como si lo hubiera convocado dio un tropezón que casi la tira de bruces contra el suelo. Si no fuera por el idiota que la agarró de la mano antes de tiempo se hubiera partido la crisma. — ¡Cuidado! Había un desnivel en el suelo. El pañuelo no la dejaba pero si hubiera podido, Valentina hubiera alzado una ceja.— ¿No me digas? ¿Se supone que me tienes que avisar antes, no después? Además hace falta que todo esto valga la pena porque hay un frío que pela el mono. Valentina escuchó el suspiro antes de escuchar la voz de su marido. —No me vas a poner las cosas sencillas ¿cierto? —David sonrió cuando vio a su esposa mover la cabeza de un lado a otro—. Te prometo que valdrá la pena. Y si no sirve de nada tengo
—Sirena...—Quiero saber todo con pelos y señales. Y ni se te ocurra ocultarme nada. ¿Entiendes?—Tu padre me contactó hará unos tres meses y medio. Hicimos un trato. No sé sus razones. No sé las pedí y él no me las dio. Pero yo si tenía las mías. Razones equivocadas al fin y al cabo, pero razones poderosas. Podía tenerte en mis manos. Podía hacerte sufrir como yo había sufrido todo este año. Ante la ceja levantada de Valentina, David puso las manos en alto.—Ya te pedí disculpas, Val. Eso está olvidado ¿cierto? Se te está hinchando la vena del cuello, cariño.—Llévame a casa de mi padre. Ahora. —Nena, pero tú te has visto. Estás desnuda. Y estamos en el otro lado de la ciudad. Como respuesta Valentina se puso las medias y la camisa de David por encima. Para terminar se colocó la gabardina. —Lista. Nos vamos. Ya.—Tienes una pinta de lo más particular. —No me provoques. Todavía estoy pensando como castigarte. David se apresuró en vestirse. No pensaba reclamarle la camisa. Como
Valentina se alegró mucho cuando David le informó que tenía trabajo el sábado. Estaban algo atrasados con todas las fiestas de fin de año y necesitaba adelantar. Habían hablado largamente los cinco. Ella, David, Valeria, Noah y su papá. Que harían cuando Fernando Cronwell se retirara. Y como Valentina y a Valeria le encantaban sus trabajos, dijeron que iban a ayudar pero jamás se iban a hacer cargo. Habían llegado al acuerdo que cuando el jefe supremo de CI se retirara después de muchos años, sus yernos se encargarían. Aunque todos ayudarían en lo que consideraran. Al fin y al cabo era una empresa familiar. Había averiguado que su madre se reuniría con Harold el sábado a las diez de la mañana en un restaurante de Long Island. No avisó a nadie más. Ni siquiera a su padre. Algo en su interior le decía que en esa conversación, él sería el mayor perjudicado. Con sus guardias bastaría. Ellos se encargarían de cualquier cosa. Esa mañana había más frío de lo normal. Por lo que cogió
Se que algun@s se quedaron como ¿what? ¿que pasó? Y la cosa está en que hasta ahí llega la historia pero no la novela. Acabamos con Valentina y David. Pero pronto comenzará la historia de Valeria y Noah. Pero tienen que esperar hasta el miércoles 15 de marzo para seguir leyendo. Prometo que todas las dudas que quedaron se extinguirán en la próxima historia. No voy hacer una novela nueva. Continuaremos en esta. Espero que me continúen leyendo y Gracias por haber leido hasta aquí. Vienen cosas buenas y calientes. Les dejo la sinopsis. Cualquier duda no teman preguntar.Sinopsis:Valeria Cronwell quiere ser feliz. Vivir su vida. Sin embargo hay algo que la ata al pasado. Ese año que no recuerda a pesar de haber ido a incontables consultas y ver a innumerables especialistas. Un año que desapareció producto de un accidente. Un año que debe recordar. Sólo quedan las sensaciones de unas manos grandes pero que la trataban con una delicadeza extrema y un par de ojos verdes. Lo demás todo es
— ¿Vas a venir a celebrar nuestro cumpleaños? —Fue la pregunta que escuchó Valeria a través del móvil. Ese había sido el tema nada más descolgar—. Diecinueve cumpliremos una sola vez en la vida.—Eso fue lo mismo que me dijiste el año pasado. Por suerte o por desgracia cumplimos determinada edad una vez y ya está. —Cuando lleguemos a los treinta empezamos a restar. Valeria no pudo evitarlo. Soltó una carcajada. Se tuvo que aguantar a una pared para no caerse al suelo en medio de la facultad. Su gemela era única y especial. Para muchos eran dos gotas de agua. Nada parecido. Ella tenía los ojos un poco más achinados. Y una que otra sombra de las cuales Valentina carecía. Más que mirarlas bien, había que conocerlas. No cualquiera podía encontrar las diferencias.—Entonces ¿Vas a venir o no? —Valentina había vuelto a la carga.—No lo sé, Tina. Estoy en medio de unos exámenes muy difíciles. El año pasado me hiciste lo mismo y acabé una semana con ustedes en un hotel en medio de la nada
—Eres con quién choqué esta mañana en la Universidad ¿Verdad? —Valeria estaba segura, pero aun así quería confirmarlo. Tal parecía que el destino se empeñaba en que se encontraran en las situaciones más inverosímiles. Y las más vergonzosas también. —Pues sí. Vaya coincidencia, pelirroja —le dijo el desconocido a quien había besado como si la vida se le fuera en ello. Aunque a diferencia de esa mañana vestía completamente informal. Lo hacía verse menos serio y sin duda, igual de guapo. Aunque si Valeria era sincera consigo misma los hombres con traje la ponían a volar—. Es la segunda vez que te arrojas a mis brazos. —No ha sido algo premeditado, te lo juro. Me perseguían. El hombre frente a ella le dedicó una sonrisa de mil voltios. Y esa sonrisa en vez de encantarle, la enervó. Sus ojos claros lo expresaban claramente: "En serio. No me parece así."—Lamento empequeñecer un poco tu ego —respondió más seria. Lo divertido de la situación se había ido—. Pero no te estoy mintiendo. Ad