Capítulo 34:
—Ah, pero también —fueron las palabras de Valentina cuando David le puso un pañuelo en los ojos. Eso unido a la oscuridad que ya los rodeaba le hacía tener cero visibilidad. Tuvo que hacer grandes esfuerzos para convencer a su mente de que eso era algo bueno. Que no había peligro.

Como si lo hubiera convocado dio un tropezón que casi la tira de bruces contra el suelo. Si no fuera por el idiota que la agarró de la mano antes de tiempo se hubiera partido la crisma.

— ¡Cuidado! Había un desnivel en el suelo.

El pañuelo no la dejaba pero si hubiera podido, Valentina hubiera alzado una ceja.

— ¿No me digas? ¿Se supone que me tienes que avisar antes, no después? Además hace falta que todo esto valga la pena porque hay un frío que pela el mono.

Valentina escuchó el suspiro antes de escuchar la voz de su marido.

—No me vas a poner las cosas sencillas ¿cierto? —David sonrió cuando vio a su esposa mover la cabeza de un lado a otro—. Te prometo que valdrá la pena. Y si no sirve de nada tengo
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