Domar a esa Bestia

Limpiaba y ordenaba todo con rapidez, había llegado tarde al trabajo y aunque su amiga y compañera Laura, le había ayudado con sus habitaciones, que por suerte solo tenían un poco de polvo puesto que ya habían sido limpiadas el día anterior, aún le faltaba la suite presidencial, la habían pedido a última hora y exigieron que no tuviera ni una mota de polvo en ella o alguna flor dentro.

Laura había estado ocupada con otras cosas y no había podido ir a adelantarle un poco el trabajo, por lo que al llegar, tras recibir el regaño correspondiente de sus amigos, desde el estacionamiento, pasando por recepción y terminando por el botones y su compañera que siempre la suplía, se dispuso a trabajar centrándose especialmente en quitar cada partícula mínima del casi inexistente polvo en el lugar.

No se arriesgaría a recibir una queja ese día por lo que había aspirado hasta las hojas de las plantas, no sin antes haber extraído todas y cada una de las flores naturales que decoraban el lugar, sustituyéndolas por arreglos de flores falsas para que la habitación conservara su toque de calidez, aspiró los cojines de los muebles y las alfombras, lustro la madera de los gabinetes y sillas con un trapo y un producto químico especializado para ello.

Todo había quedado incluso más reluciente que cuando había entrado, solo le faltaba lustrar dos cómodas y ya habría terminado el trabajo allí, pero entonces escucho la puerta abrirse, pasos, un golpe sordo de algo cayendo al piso y alguien dirigiéndose justo a la habitación en donde ella se encontraba por lo que se puso un poco nerviosa, con ese trabajo muy pocas veces se topaba con los huéspedes, no es que nunca lo hubiera hecho, pero era una experiencia incomoda que prefería evitar.

Sobre todo por su poca paciencia, los ricos en su mayoría solían ser unos arrogantes que se burlaban de las personas de su clase solo por su trabajo, algunos se creían tan superiores que ni siquiera le dirigían la mirada, como si no existiera y muy pocos resultaban ser amables, aunque claro, nunca ninguno que se quedara en esa habitación, los que se hospedaban allí eran de la segunda categoría, demasiado... Todo, para personas tan poca cosa como ella.

Suspiró terminando de pulir el ultimo mueble preparándose para lo que fuese, en el peor de los casos el huésped simplemente la vería con asco, en el mejor le sonreiría aceptando su disculpa, obviamente la segunda opción era la que menos esperaba, se irguió con rapidez cuando escuchó la puerta abrirse y se quedó de piedra al ver al huésped que ocuparía esa habitación, estaba parado en la puerta sin camisa ni zapatos y con el pantalón desabrochado cayendo lentamente por sus caderas dejando ver ligeramente el elástico de su ropa interior, apunto de quitárselo.

<3 <3 <3 <3 <3 <3 <3 <3

«El colmo, lo que me faltaba yo solo quería un maldito baño caliente, algo que comer y dormir lo que queda del día... Mal... Destino que solo quieres fastidiarme la existencia... de todas las personas en el mundo ¿Tenía que ser ella a quien me encontrara en mi habitación?»

— Lamento mi inoportuna presencia, joven.

«Ese uniforme no se le ve tan mal, le resalta un poco el cuerpo» pensaba mientras ignoraba lo que la chica le decía.

— Ya he terminado aquí, permiso —susurró mientras terminaba de recoger las cosas con las que estaba limpiando, sin mirarlo directamente a los ojos —que tenga una buena estadía en el hotel.

Se disponía a pasar por su lado para poder salir, pero él le cerró el paso interponiéndose entre la puerta y ella aprovechándose de la diferencia de tamaño entre ambos, la miraba fijamente, si la analizaba bien era bastante bonita aunque no se arreglara mucho y estaba desaliñada.

Era mucho más baja que él, de piel tostada y cabellos rojizos que mantenía recogidos en un moño tipo bailarina, usaba lentes y le rehuía la mirada por lo que no podía ver bien sus ojos pero su rostro era armonioso y bastante bonito, no era una belleza como a las que estaba acostumbrado pero era aceptable.

«Quizás sea una buena noche después de todo» sonrió tomándola de la cintura y alzándola un poco la pegó de la pared junto a la puerta, aprisionándola entre esta y su cuerpo, ella solo soltó un grito ahogado de sorpresa antes de empujarlo con más fuerza de la que él esperaba haciéndolo retroceder unos pasos y tropezar con la alfombra hasta caer al suelo, ella aterrizó trastabillando pero no cayo.

— ¿Qué haces? –Le gruñó molesto.

— Lo lamento joven, no fue mi intención que se lastimara, pero está malinterpretando las cosas, mi trabajo aquí es limpiar.

— Te daré una buena propi...

— ¡No! —le cortó ella con tono firme, frio, arreglándose un poco el vestido y frunciendo el ceño mientras salía por la puerta, pero él la detuvo antes de que saliera de la suite.

— Será el doble de lo que...

— ¡Le dije que no! —volvió a interrumpirle mirándolo con una clara amenaza mientras se soltaba de su agarre de manera brusca —y si vuelve a ponerme una mano encima necesitara una prótesis para sustituirla.

— ¿Quién te crees que eres muerta de hambre?

— Alguien con dignidad —afirmó con la frente en alto —y no la pienso perder ni por todo el dinero del mundo.

— Solo te haces la difícil —sentencio el divertido — ¿Cuánto cuesta realmente tu supuesta dig...?–, el resonar de una cachetada inundo la estancia y cortó sus palabras.

— Podre ser una irmuerta de hambre, pobretona, simplona, podre trabajar limpiando sus destrozos y todo lo que se le ocurra, pero eso no le da el derecho a humillarme... Prefiero mil veces ser una persona humilde, ser quien soy en este momento porque así por lo menos soy feliz y me quieren por lo que soy, a ser como usted que solo puede aspirar a comprar el "cariño" de las personas a su alrededor —lo miro con furia en sus ojos mientras él continuaba frotándose la mejilla allí en donde ella le había golpeado —el numero para contactar con mis superiores esta anotado en la agenda junto al teléfono por si tiene alguna queja de mis servicios, ahora con su permiso debo seguir con mi trabajo, espero tenga una agradable estadía en nuestro hotel —increíblemente esas palabras que en un principio habían sonado tan amables y cálidas, como una bienvenida, cambiaron radicalmente en esa ocasión llegando a parecerle incluso obscenas, como un insulto.

Ella abandonó la habitación dejándolo solo entre esas cuatro paredes, desconcertado y con la mejilla ardiendo con intensidad aún por la cachetada, pero irónicamente sonrió con burla.

«Será divertido domar a esa bestia» pensó mientras se dirigía al baño, ahora más que nunca necesitaba una ducha caliente, ya llamaría a John más tarde para insultarle y ponerse al día con los detalles del restaurante.

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