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Lyra Desde el día anterior me encontraba entusiasmada por la degustación a la que acompañaría a Amelia, pero ahora me sentía con el estómago poco dispuesto a colaborar. Había podido comer algunos platillos, que estaban bastante buenos, pero mi paladar no podía prestar realmente atención a las diferencias entre uno y otro. No podía dejar de pensar en Landon y en su posible esterilidad. Era posible que aquello fuese la causa de la pérdida de nuestro primer bebé y, según internet, podía tener pequeños embarazos que no se logran y que fueran la causa de mis retrasos menstruales. Estaba claro que no deseaba tener otro bebé después de lo que había pasado, pero ¿por qué me afectaba tanto la idea de que Landon fuera estéril? —No te gustó nada, ¿cierto? —me preguntó Amelia cuando regresamos a la oficina—. ¿Te sientes mal? —No, no, no es eso —le respondí—. Es solo que, para mi mala suerte, me siento un poco revuelta hoy. Los ojos de Amelia brillaron. No necesitaba preguntarle nada; y
Landon La rabia y la decisión eran evidentes en la mirada de Lyra, por lo que me arrepentí de no haberle hablado de aquella vez en la que me desperté a medio vestir y con Karime desnuda y diciéndome que había pasado de todo entre nosotros. En ese momento, no pude hacer nada por culpa del aturdimiento. Lo único que pude hacer fue llegar donde mi esposa y llenarla de mí. Cuando recuperé la claridad mental, hice que nuestros tratos se acabaran y finalicé su relación con mis laboratorios. Al parecer, esta era su silenciosa venganza. —¡Déjame salir! —bramó Lyra cuando la encerré en nuestra habitación—. ¡No puedes retenerme contra mi voluntad! —Será mejor que te tranquilices —respondí, tratando de mantener la calma—. No voy a dejar que te vayas de aquí. —Señor Russell, ¿no cree que está exagerando? Esto es muy estresante para ella —dijo Sofía. —No me importa. Bajo ningún concepto puedes dejarla salir —le advertí—. Y no quiero que recibas a mi madre si ella viene a buscarla. Más va
LyraMiré al médico con los ojos abiertos de par en par y me llevé una mano al vientre. Aunque un embarazo era lo que menos deseaba, escuchar al doctor pronunciar esas palabras me estaba rompiendo el corazón.«Lo siento mucho. Según los estudios que le hemos practicado, el bebé es incompatible con la vida. Lo más recomendable es interrumpirlo en este momento. No se preocupe, esta trisomía es la más común y, en el futuro, podrá tener más hijos, ya que es una mujer sana y joven».—Señora Russell —me llamó el médico una vez más—. ¿Se encuentra bien?—Eh... Sí —mentí—. Es solo que no entiendo nada.—Trisomía dieciséis —me explicó él con paciencia—. Es la más común en humanos, pero también la más letal. El bebé no va a sobrevivir, señora. Y si lo hiciera, no viviría mucho tiempo y solo sufriría.—¿Está completamente confirmado? —indagué, aferrándome a un último resquicio de esperanza.El doctor asintió, matando por completo ese sentimiento. La única cosa que podía consolarme era saber que
LyraLos minutos se me hacían interminables mientras el auto avanzaba hacia el hospital. El dolor no hacía más que volverse insoportable, aunque no solo el físico, sino también el del corazón. Me estaban arrancando una parte de mí, una más valiosa que mi propia vida. Y yo estaba tan sola...Al menos deseaba tener a alguien que me quisiera, que estuviera a mi lado en estos momentos, pero eso no era así. Nadie en este mundo estaba para mí, y la única persona que había estado, mi madre, había muerto hacía mucho tiempo. Intenté salvarla, pero no pude, y ahora estaba atrapada en esta situación.Cuando llegué al hospital, el chófer al menos se dignó a ayudarme. Su expresión era estoica, pero eso, en lugar de consolarme, me hundió más. No esperaba que él también sufriera con esto, pero su frialdad me lastimaba.«Aunque no más que la de Landon», pensé con tristeza.—Señora Russell —dijo el doctor, sorprendido al encontrarnos en urgencias—. ¿Qué está...?De inmediato se dio cuenta de mi sangr
Lyra —¿Por qué estás aquí? —pregunté cuando se acercó.—¿Qué demonios haces tú aquí? Debes irte a casa —me soltó, haciendo que me sintiera aún más nerviosa.—En eso estaba, pero…—Vámonos.Landon me tomó del brazo y caminó a toda prisa por los pasillos del hospital. Mi vientre dolía un poco y era incómodo caminar, pero no me quejé. En el fondo, me ilusionaba la idea de que él me llevara a casa. Sin embargo, al llegar a la salida, prácticamente me lanzó a los brazos de Iñaki, el chófer.—Llévala a casa. Tengo ocupaciones —dijo, enojado.—Por supuesto, señor —respondió Iñaki.Quería decir algo, cualquier cosa que manifestara mi rabia, dolor y frustración, pero cuando tenía a Landon frente a mí, con esos ojos oscuros y penetrantes, las palabras se me quedaban atascadas en la garganta.—Suba, señora Russell —me indicó Iñaki, abriéndome la puerta del auto—. Tiene que ir a casa.—Está bien —susurré, conteniendo las lágrimas. Salieron en cuanto me metí en el auto y se cerró la puerta.Lando
LandonLuego de colgar la llamada de mi esposa y apagar el celular, continué revisando el papeleo que mi asistente me había entregado para la junta, la cual se había pospuesto para ese día. Por fin podría presentar mis conclusiones finales a los inversionistas sobre un nuevo medicamento que prometía poner fin a muchas de las complicaciones causadas por diversas enfermedades de transmisión sexual, las cuales generaban consecuencias graves en el organismo.Había tenido que lidiar con la ira colectiva de otros laboratorios y enfrentar muchos obstáculos para lograrlo, pero finalmente estaba aquí. También me aseguré de obtener protección para toda mi familia, ya que este tipo de innovaciones implicaba un riesgo de represalias, y lo que menos quería era eso.—Señor Russell —me llamó mi asistente horas después—. ¿Se quedará en la oficina?—Me parece que sí —contesté—. ¿Ocurre algo?—Es la señorita Karime, señor —me informó—. Ella... está en el hospital.—¿Qué? —Alcé la vista, mirándolo con c
LyraAunque lentamente, las semanas comenzaron a pasar y no había rastro de mi esposo. Él no se había preocupado por mí ni me había llamado para saber cómo estaba; simplemente parecía como si no existiera. Aun así, cada noche preparaba con esmero los desayunos, almuerzos y cenas, con la esperanza de encontrarlo. Sin embargo, eso no sucedía.Resignada a que pasaría una temporada sin él, comencé a hacer ejercicio cuando me sentí mejor. En estos últimos meses, había aumentado un poco de peso y mi condición física ya no era tan buena, así que me venía bien. Además, necesitaba distraer mi mente, olvidar mi tristeza y mi soledad.—Guau, se ve muy bien, señora. Ya no recordaba la última vez que se puso uno de esos vestidos —me dijo Sofía cuando bajé—. ¿Irá a algún sitio?—Sí, voy a ir de compras —respondí con una leve sonrisa—. Quiero reorganizar mi guardarropa.—Pero si usted se viste muy bien…—Nunca fue mi estilo vestirme con ropa tan elegante, lo sabes —contesté—. Siempre me gustaron más
LandonMi mujer estaba en la entrada del vestidor, luciendo un hermoso vestido azul. Su cabello rojo se veía diferente; más corto y brillante. ¿Para quién quería verse tan hermosa?La recosté sobre la cama y la inmovilicé con mi cuerpo. Inmediatamente la besé y recordé, por milésima vez, por qué no la dejaría escapar de mí, aunque ella no quisiera darme hijos.El mes que había pasado sin ella y sin tocarla me había parecido toda una eternidad. —Landon —gimió al sentir mi boca saboreando su pezón, luego de que le bajara la parte de arriba del vestido.Con desesperación, comencé a arrancarle la ropa, sin importarme cuánto se asustara. Venía aquí a reclamar lo que me pertenecía, a lo que tenía derecho a acceder después de aquellas largas semanas.A pesar de su miedo, ella me aceptó en su cálido interior. Estaba perdido en su aroma, en su calor y en los gemidos de placer que dejaba escapar. Durante esos placenteros instantes, me arrepentí de haberla dejado sola, de ignorar su llamada y d