1.2 ¿Cómo te llamas?

¿Que hace el desconocido aquí?

...

Trago saliva y lo veo sonreír.

Salgo como alma que se la lleva el diablo del restaurante, el cual se llama "La Casita De Maxi, Mili y Ana".

Camino y me quedo mirando la motocicleta roja del supuesto secuestrador, me agacho y la admiro, un hermoso Harley Davidson 2012.

¿Cómo que se qué marca es?

Pues, eso es gracias al taller de mecánica que tengo a lado de mi casa.

Llego a mi casa cansada de caminar y un calor gracias a los rayos de sol que hace y con una sed horrible.

Me quedo parada en frente de la puerta de mi casa, de la nada empiezo a tocar mis bolsillos de la falda escolar, me empiezo a alarmar y busco en el bolso y nada de nada.

¡¿He dejado las llaves adentro?!

Dios, llévame contigo.

Me pego repentinamente la cabeza contra la puerta, me senté en el escalón de la entrada, pensando a qué hora llegará mi hermana y de seguro llega a la 5 y yo tengo hambre y encima es medio día.

¡Quiero llorar!

Miro para un lado y me da una grandísima idea.

¡La puerta trasera!

¿Por qué no lo pensé?

Le doy la vuelta a la casa, abrí la puerta del patio, entro, cierro al llegar empiezo a mover la Manilla de la puerta como maniática y nada — ¡PUPPY!

Grito y me vuelvo a sentar en el escalón de la puerta trasera.

— ¿La maldición de los lunes? — pregunta una voz masculina, volteo mi cara a la izquierda y miro a Sam, mi vecino, un chico de 18 años, ojos como el café con leche, cabello negro y liso, hermosa sonrisa,unas pocas pecas y ...

— Mi mejor amigo... — susurró levantándome del lugar. — No me digas que dejaste otra vez tus llaves — afirma y bajo mi cabeza. — Si~

Respondo al borde de morir — Ven, mi vieja se alegrará de verte — dice y corro para pasar la reja que divide nuestros patios.

— Vieja, adivina, ¿Quién llegó? — entramos a la cocina. — No estoy para tus mamaderas de gallos, Samuel Antonio — Exclama toda amargada. — Ahora, ¿Que le hicieron?, doña.

— ¡Ay! — me mira alegre — Mi pequeña Power Ranger — dice bien alegre, lo se, soy su preferida.

Sam se pega con la mano la cabeza.

— ¿Enserio?, ¿Te alegras con Maxi? — pregunta y me señala con ambas manos. — Prefiero mil veces que Maxi sea tu novia a que lo sea esa tal Veronia — lo señala con el cucharón de madera.

— Es Verónica, vieja — se defiende. —Otra vez dejastes las llaves, muchachita — afirma mientras ignora a su único hijo. — Como todos los lunes, doña — pero esta vez fue diferente, Sam se había sentado en la silla de la isla que tiene el mesón.

— Muy típico, vallan arriba, después los llamo para almorzar, maxi — nos corre de la cocina.— Eres todo un amor, doña guerrero — río mientras subo las escaleras. — Ya ha pasado 10 años, y aún así la llamas así — habla Sam subiendo las escaleras delante mío para ir a su cuarto y debo admitir que tiene un buen trasero, él condenado ese .

Nada del otro mundo, muchachos.

— Bienvenida a mi cueva como todos los lunes — señala su cuarto con sus brazos en el aire y se sienta en su escritorio que tiene una computadora y un sonido, me siento en su cama como de costumbre. — Así que ... — me mira — Ya le presentaste a Veronia — frunce las cejas molesto — Bien... Verónica.

Suspira.

— Ella quería que le presentará a mis viejos y pues como ya viste — hace un además con la mano. — Al parecer a la doña no le agrado — hago una mueca y miro para otro lado — Ni a mí ... — susurro.

— Correcto ... Y te escuché — me río — ahora dime, que con esa cara tú no me engañas, me huele a que este lunes fue muy fuera de tu rutina — entre cierro mis ojos y lo veo, me acomodo aún más y cruzó mis piernas como un indio. — ¡Me viste!

Le señalo.

— Iba de camino al mercado, tenía que ayudar al viejo y ... — Me señala. — ¡Oye!, No me cambies de tema, Maxi — suspiro vencida.

Todos me dicen "Maxi" por cariño, es que no entiendo por que a mi propia madre se le ocurre poner Maximiliana Stefania Rivas Moreno.

Estúpida novela donde el personaje se llama "Maximiliano".

— Bueno — lo miró, no me ha quitado la mirada del cima, volteó los ojos — Tuve algo así como accidente con un motorizado, era todo bello... pero resultó mongolico como todos los chamos que conozco — Sam asiente para que continuará — Estaba corta de tiempo y pues... le dije que... Que me llevará al Instituto.

Sam abre los ojos exageradamente y me tira una almohada en la cara.

— ¡¿Te volviste loca?! ¡¿Es que no sabes en que país vivimos o que?! — gritando se para y vuelve a agarrar la almohada para volver a pegarme — ¡¿Y si te robaba?! ¡¿Y si te violaba?! — grita.

— ¡Basta, estúpido! — lo detengo — Se ve buen chico — me vuelve a pegar. — ¡No me digas que lo ves, ¿Eres pendeja o que?, Maximiliana! — vuelve a gritarle y pegarme con la almohada, me protego con mis brazos utilizándolo como escudo.

— ¡Claro que no!, hace rato lo vi en el restaurante — me mira y se sienta en la cama con una pierna doblada y la otra arriba de esta. —Maxi... — asiento para que siga — Este chico... —suspenso — Es un acosador — termina y me vuelve a pegar con la almohada.

— ¡¿Pero cuál es tu obsesión con pegarme, animal?! — le quito la almohada. — Si te llega a pasar algo, te juro que lo busco por tierra y mar y lo mato — mueve su mano izquierda señalando. — Como si lo fuera a ver otra vez...

Niega.

— Que inocencia — sigue negando y me pega con otra almohada. — ¡Oye!

— ¡¿Creías que no tenía otra?! — me grita.

Mañana de seguro amanecemos con la voz ronca.

— Oye—  me mira — Tú crees que... ¿un chico como él, se fijará en mi?

Él se acerca, yo no me muevo, pone sus manos a los costados de mis rodillas.

— Ahora resulta que dudas de tu belleza — sonrió nerviosa — Tu crees que ningún hombre quisiera cogerte, ¿Verdad?

Abro mis ojos y dejó de sonreír — Por Dios, no ves que tienes un cuerpo de 20 — se aleja dando palmada en la frente.

— No si — me mira — ¿Qué?, ¿t—tú quieres coger conmigo?

Él mueve sus cejas — ¡Ah!, ¡Marrano cochino! —grito y le pego en la cabeza con la almohada poniéndome de rodilla en la cama.

— Ya , tonta — paro. — ¿Qué?, cochino — pregunto. — Por favor, soy tu mejor amigo, jamás cogería contigo — entre cierro mis ojos, dejó la almohada de lado, pongo mis manos para sostenerme en la cama y me le acerco.

—¿Q—qué? — balbuceo y le lamo el cachete izquierdo —¡Ah!, ¡Puerca!

Me grita y se para, alejándose de mi, me vuelvo a sentar y lo miró.

— El paquete se va a explotar, animal — expresó señalando su miembro.

Se sonroja más no se avergüenza.

Que sinvergüenza mi amigo.

— Sigo sin entender que no tengas amigas — habla y me cruzó de brazo — ¿Por que será?, ah si, ¡Por que eres una maniática! — me grita otra vez.

—¡Deja de gritarme! — le gritó.

— ¡El almuerzo está listo! — grita la doña.

— ¡Ya vamos! — gritamos al segundo...

                    ¿Quien diría que el destino nos uniría en aquel puente?

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