3.2 De ahora en adelante...

— Raúl Owen´s  —

Me encontraba saliendo del taller de un tío padrino, ya que mi moto se me había accidentado esta mañana y por pura coincidencia de la vida delante del Instituto de la castaña de ojos castaños claros, y ayer justamente ayer la había visto por primera vez.

Y por cosa de la vida la volví a ver en un restaurante que acostumbro ir con mi hermano Richard, 4 años menor que yo.

Y hoy fue en el Instituto, vi cómo se sorprendió y a la vez se ponía nerviosa, ya estará pensando que soy un secuestrador y me da algo de gracia que sea tan dramática.

Me río por sólo pensar en eso.

Aunque también me encuentro molesto por otra cosa, mi madre, ella quiere que tenga una novia, que ya estoy lo suficiente mayor, que a esta edad ya debería estar casado y todo eso.

Contare un poco de mi vida.

Tengo 22 años, hace un año me gradué de medicina general, no seguí estudiando así que ahora me encuentro trabajando en un hospital para poder pagar mi otra carrera, la cual comencé hace 4 meses que es ingeniería industrial dejando de lado la medicina por completo, digamos que es una carrera muy complicada y estresante como para dedicarme a ella, nunca la quise estudiar, fue mi madre quien me obligó pero después de independizarme decidí estudiar ingeniería aprovechando que aun soy joven.

Vivo solo y mi familia está conformada por mi madre, hermana mayor, mi hermano menor y mi abuela materna.

Creo que con eso es suficiente información.

Detengo la moto al escuchar que algo le falla, miro la calle desierta del centro, siempre a estas horas está así.

Me acomodo para volver a prender la moto que se había apagado pero me detengo al escuchar algo moverse con desesperación. Voltee a mirar un callejón y en él a una chica que está siendo acorralada por tres tipos.

— Malditos ladrones — susurro.

No lo pienso dos veces y miro como una rampa, prendo el motor que por arte de magia prendió y conduzco rápido hasta llegar al callejón sobre pasando la reja dando un giro al tocar suelo, algo que me recuerda a mis tiempos de motocross en mi adolescencia.

Todo pasó rápido en cuestión de segundos.

Los tres tipos quedaron en el suelo inconscientes, por desgracia pero no podía permitirme ir a la cárcel y darle un infarto a mi abuela.

Me di cuenta de que la chica a quien salve era Max.

Eso es imposible de qué fuera una coincidencia.

El destino te tiene preparado muchas cosas cuando te cruces con una joven adolescente de ojos castaños claros, querido nieto — me acordé de aquella frase que me dijo mi abuela una semana antes.

Llegamos a una casa naranja de dos pisos, jamás había venido por estos lugares.

Tuve que ayudarla a conducir por suerte no matamos a un pobre perro, apaga el motor y la miro confundido.

— Nadie está en casa a estas horas. Así que ven... para curarte, obviamente, no vayas a mal pensar — dice bajándose de la moto con la llave de esta, río.

Estaciono bien la moto bajando el soporte principal.

Me bajo y la sigo a la puerta.

— Soy médico, puedo curarme sólo — me mira sorprendida abriendo la puerta.

— Max Rivas —

¡El supuesto secuestrador es médico!

No puedo creerlo.

— Me estás haciendo una broma, ¿Verdad?, que sólo vas a entrar a mi casa a robarme y todo, ¿No? —él solo se ríe. Abro la puerta y lo dejo pasar.

— No estoy jugando, Max — aclara — En serio, ¿te llamas así?

Tan bien que andaba la conversación.

— No... — me mira esperando que prosiga, cierro y la puerta y suspiro. — Mi nombre es Maximiliana — lo veo parpadear con un intento de no reírse — Nombre poco común, lo sé, es culpa de mi madre y sus chicos de telenovela mexicanas y venezolanas.

— Entiendo... — se muerde el labio inferior.

— Bueno, ya regresó, "Doctor" —digo sarcásticamente.

— Ve tranquila — entre cierro los ojos y subo las escaleras al llegar al segundo piso lo escucho estallar a carcajada limpia.

— Genial...

Entro a mi cuarto y me cambio por mi pijama, una camisa de los Leones de Caracas y un mono de algodón largo hasta el piso que tengo que amarrarlo para no usarlo de coleto, me hago un moño todo rápido. Busco el botiquín de primeros auxilios, no pregunté por qué tengo uno.

Salgo y bajo las escaleras, entro a la cocina y tomo un limón y un cuchillo.

— No — grito de los nervios y me giro rápido asustada. — ¡¿Me quieres matar del susto?! — le grite.

— Perdón... — se ríe, cuanta piedad de mí.

— Siéntate — mira el limón.

— Limón no, no te vuelvas loca — dice.

— ¿En serio? — asiente — Cobarde.

Dejo el limón y cuchillo de lado. Me pongo a su lado revisando el botiquín y lo miro quitarse la chaqueta dejando ver la camisa de esta mañana. Tiene unos brazos bien trabajados de esos que no puedes dejar de ver. Todo chico tiene lo suyo.

— ¿Vas a comenzar o qué?

¿En qué momento me le quede viendo cómo una fan mira a su ídolo?

Me acerco y veo la herida.

—Horrible, horroroso, espantoso...

— Con ofender no se cura, Max... y deja de hablarle a la herida — le miro a la cara y se encuentra muy cerca, me alejo. Saco el alcohol y el algodón — Oh no...

— Oh si, deja de quejarte, pareces un niño de 4 — le limpio la herida y se empieza a quejar como si de verdad fuera un niño.

Agarro la garza y se la pongo, después tomo el rollo y le vendo el brazo. Esto es lo bueno de aprender primeros auxilios.

— Eres buena para ser novata — me felicita o eso creo.

— De nada, doctor, ahora identificación — bromeo pero se lo toma en serio sacando su cartera mostrándome su carnet de hospital y sus dos cédulas, la venezolana y la extranjera. — ¿Eres extranjero?, en serio, ¿También medico?

— Emm, sí y si, dato curioso, soy español — lo miro sorprendida.

Ese momento donde no sabes cómo reaccionar ante tanta información.

— Ahora que ya sabes de mí y al parecer estamos entrando en "confianza" — me mira analizando, meto todo las cosas en la caja algo nerviosa — ¿Quién eres?

Lo miré analizando la pregunta.

— Soy una chica normal y corriente, estudiante promedio y soy buena niña.

— ¿Buena niña? — levanta la ceja, asiento cerrando la caja — Entonces... me podrás explicar que hacías en un callejón sin salida a punto de ser "violada" por tres tipos, ¿No?

En cuanto dijo aquello se abre de golpe la puerta de la cocina que da al patio trasero.

— ¡¿Cómo que estabas por ser violada?! — por el Dios de la mala suerte.

— ¿Tu novio? — preguntan ambos señalándose.

¿Es en serio? Porque no entendí.

— No y no. ¿Y cómo entraste?

— Eso no se pregunta, o sea, me ofendes, por el amor a Dios, soy tu mejor amigo, conozco a toda tu familia y me vienes a decir que ¿Cómo carajo entre?

Le doy la razón.

— Volviendo al tema, ¿Quién eres tú?, ¿Y quién es él? Me interesa el chisme — vuelve a preguntar, mientras cierra la puerta y camina hacia donde nos encontramos Raúl y yo...

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