Carmen.

—Tu mamá nunca se casó, por lo que quizás no vea bien que tú lo hagas.

—Lo sé nana, pero según ella, no se casó por nosotros, porque nunca quiso que tuviéramos un padrastro.

—Es que ya sabes, hay muchas historias sobre los padrastros, ustedes eran pequeños, y ella no quería exponerlos a un peligro.

—Pero es irónico, los peligros siempre estaban presentes, ella estaba tan concentrada en su trabajo, que no tenía tiempo de cuidarnos.

—Tu madre tomo algunas decisiones equivocadas, sin embargo, se esforzó para que no les faltara nada mi niña.

Anaís asintió.

—Pero creo que ella no debió cerrarse la oportunidad de amar otra vez, de seguro tampoco hubiera cometido ese error.

—Carmen le prometió a tu padre, que si él moría primero, ella no iba a casarse otra vez, porque lo esperaría a que fuera resucitado y casarse de nuevo.

—Ella se molestó conmigo.

—¿Otra vez? Ja, ja, ja, eso no es raro —respondió la mujer—. Raro fuera si no estuviera molesta contigo, y ¿por qué fue esta vez?

—Le pregunté si
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