Graduaciones.

Anaís había estado trabajando hasta tarde en la fundación durante toda la semana, lo que había hecho que pasara poco tiempo con Gerald. Él, por su parte, había estado ocupado con sus propias responsabilidades y no había tenido demasiado tiempo para dedicarle a su esposa.

Una tarde, ella llegó a casa exhausta y emocionalmente agotada. Se sentía frustrada por la falta de atención de Gerald y estaba convencida de que él ya no la amaba como antes. Cuando entró en la sala y lo vio absorto mirando el televisor, su corazón se hundió aún más.

Sin decir una palabra, Anaís se retiró a su habitación y cerró la puerta con fuerza, sintiendo que las lágrimas estaban a punto de brotar. Gerald, desconcertado por la reacción de su esposa, se acercó a la puerta y llamó con suavidad.

—¿Anaís, cariño, qué sucede? —preguntó preocupado.

Ella abrió la puerta y lo miró con los ojos vidriosos.

—¿Por qué estás tan distante últimamente? ¿Ya no te importo?, ¿me has dejado de amar? —dijo con voz entrecortada.

Ger
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