Fanny se encontraba en su habitación, su mirada perdida en el vacío y una arruga de preocupación marcando su frente. Alexis, al notar la expresión de su esposa, se acercó con una taza de café caliente en la mano.—Amor, te veo preocupada. ¿Qué sucede?Fanny suspiró profundamente antes de responder.—Es Alessia… Hoy tuvo un arranque de ira y rompió el espejo de su habitación.La preocupación en la voz de Fanny era palpable. Alexis se sentó a su lado, ofreciéndole la taza de café como un pequeño gesto de consuelo.—¿Y qué crees que la haya llevado a hacer algo así? Cariño.Fanny tomó la taza entre sus manos, buscando calor en el café, el que necesitaba su corazón en ese momento.—No lo sé, mi amor, Sara piensa que ella está enamorada de su mejor amigo, así que le pregunté si había sido por Kelvin.**Flashback:**—Alessia, cariño, ¿rompiste el espejo porque estás enamorada de Kelvin? —pregunto Fanny por segunda vez.Alessia con una risa nerviosa negó.—¡Mamá, por supuesto que no! Kelvin
**Dos semanas después**Alexis decidió seguir el consejo de Sara y se encontró con Kelvin en un café local. La conversación fue casual al principio, pero gradualmente Alexis guio el tema hacia Alessia.—Kelvin, has sido amigo de Alessia por mucho tiempo, desde que ella nació se puede decir ¿Has notado algún cambio en ella últimamente? —preguntó con cautela.Kelvin reflexionó un momento antes de responder.—Bueno, sí. Ha estado un poco distante, y he notado que se molesta fácilmente, especialmente… cuando estoy con otras personas.—¿Y cómo te hace sentir eso? —indagó Alexis.—Me preocupa, claro. Alessia es como mi hermana menor. Quiero lo mejor para ella, y no me gusta verla así.Alexis asintió, satisfecho, con la respuesta de Kelvin.—Gracias, Kelvin. Si notas algo más, ¿me lo dirías?—Por supuesto, tío Alexis. Cualquier cosa por Alessia.Con esa conversación, Alexis sintió que había dado un paso en la dirección correcta. Ahora, con la perspectiva de Kelvin y la intuición de Sara, pod
Meses después.—Amiga, quiero ir de fiesta el próximo fin de semana.—¿A dónde? —Pregunto Rebeca.—A la discoteca, recuerda, ya soy mayor de edad.—Cierto, me habías comentado que querías ir.—Ustedes siempre van, y no me invitan.—Ya sabes el porqué, no es que seamos malos.—Sí, lo sé, tranquila.—¿Tus padres que dicen?—Que disfrute, pero con cuidado.—Claro, sobre todo a la hora de tomar licor.—Pero ya he tomado algunas bebidas.—No es lo mismo que tomes con tu familia en casa que en la calle niña. Sobre todo en esos lugares, hay que estar pilas.—Sí, lo entiendo, ¿me acompañas?—Lo siento, pero el fin de semana que viene tengo turno, y no podré cambiarlo.Alessia fingió una sonrisa triste.—¿Cómo que no puedes?—Mi niña no puedo, ese fin de semana me toca en la clínica de tu padre, y con quien siempre cambio turno, está de vacaciones.—Si le digo a mi papá que te dé el día libre.—Alessia, no, eso no —Rebeca negó—. Pero no te preocupes, podemos ir otro día, ¿qué tal este fin de s
Mientras la multitud los empujaba, la cercanía entre Alessia y Kelvin se hacía casi insoportable. La tensión era una llama que consumía el aire entre ellos, junto a la tentación que le producía los labios de Kelvin a Alessia.Él, con su corazón latiendo a un ritmo frenético, se alejó un paso, rompiendo el hechizo momentáneamente, y creando así un espacio frío y vacío entre ellos.El rechazo repentino de Kelvin deja a Alessia paralizada en la pista de baile, y su corazón latiendo con fuerza contra su pecho.—Alessia, no puedo —dijo con voz firme pero temblorosa—. No de esta manera.La confusión se reflejaba en sus ojos, y una mezcla de sorpresa y dolor ante la distancia de Kelvin.—Kelvin, yo… —Alessia intenta alcanzarlo, pero él da un paso atrás, haciendo más grande esa barrera invisible entre ellos.—Lo siento, Alessia —dice Kelvin, su voz estaba cargada de conflicto y con un gesto de dolor repitió—. No puedo hacer esto. No ahora.Alessia siente un nudo en la garganta, su mente lucha
Anaís observaba con paciencia cómo su hija Noemí, de quince años, intentaba elaborar una flor eterna con las manos temblorosas. Los pétalos no quedaban como su madre le había explicado y la frustración comenzaba a reflejarse en su rostro. —No te preocupes, cariño —dijo Anaís con una sonrisa alentadora—. Al principio es difícil, pero con práctica lo lograrás. Noemí suspiró y volvió a intentarlo, esta vez con más cuidado. Mientras trabajaban en las manualidades, Anaís decidió cambiar de tema para aliviar la tensión. —¿Vas a jugar fútbol esta tarde? —preguntó, ya que su hija formaba parte del equipo femenino. Noemí negó con la cabeza, sin apartar la vista de su flor. —No, mamá. Sara está enferma y no quiero ir sin ella. Anaís asintió, sabía que ambas son las mejores amigas y siempre andaban juntas en toda ocasión y para las prácticas no eran la excepción. —Para ir sin Sara, tendrías que llevarme tú o papá, porque dudo que Kelvin quiera acompañarme —dijo Noemí levantando el rostro.
*Días antes*Anaís, después de recoger todos los materiales y guardarlos, se dispuso a preparar el almuerzo, mientras que Noemí fastidiaba a su hermano, que aún dormía.La mujer había estado planeando esta noche durante semanas, había tejido su plan meticulosamente. No era su aniversario ni ninguna fecha especial, pero quería sorprender a Gerald de una manera inolvidable. Después de todo, ¿quién necesita una razón específica para celebrar el amor?Cada detalle estaba cuidadosamente orquestado para sorprender a su amado Gerald y hacer que esa noche fuera inolvidable.Por lo que ella se sentía como un funambulista en un alambre tenso, balanceándose entre la emoción y la ansiedad. Cada minuto que pasaba antes de la cena era una mezcla de anticipación y miedo. Su corazón latía con fuerza, y sus manos temblaban ligeramente.—Mamá, tranquila, todo irá bien —la tranquilizó Noemí al verla así.—Gracias hija, pero son los nervios.—¿Ya están listos los regalos?—Si —Anaís asintió.Ella había e
Kelvin entró en la cocina, y el aroma del café recién hecho llenó el aire. Noemí, con una espátula en la mano, se giró hacia él. La luz de la mañana se filtraba por la ventana, tiñendo la habitación de un suave tono dorado.—Buenos días, mocosa —dijo Kelvin, arrastrando las palabras como si cada sílaba le costara un esfuerzo sobrehumano.—Buen día, gruñón —respondió Noemí con una sonrisa, sus ojos chispeantes, desafiando la seriedad de su hermano.El chirriar de una silla al moverse resonó en la cocina mientras Kelvin se sentaba frente a la mesa. Noemí seguía cocinando una tortilla, el sonido del huevo batiéndose y la sartén chisporroteando creaban una sinfonía matutina.—¿Dónde están los dueños de la casa? —preguntó Kelvin, mirando hacia la puerta como si esperara que aparecieran en cualquier momento sus padres.—Andan de luna de miel, así que no creo que lleguen a estas horas —contestó Noemí, concentrada en el sartén.—¿Otra vez? ¿En pleno comienzo de la semana? —Kelvin frunció el c
—¿Pasó algo? —preguntó Fanny al entrar en el cuarto de su hija.—No, ¿por qué lo preguntas, mamá?—Pensé que tendrías una buena experiencia al ir de fiesta a la discoteca, pero desde ese día, no has hecho nada más que estar en casa. ¿Pelearon tus amigos contigo o tú con ellos?—No, no es eso, mamá. Kelvin está trabajando mucho, y la agencia le quita tiempo. Creo que irá a viajar otra vez. Y Rebeca, ya sabes, es como papá —mintió ella.—¿Estás segura? —inquirió Fanny, sintiendo que las cosas no marchaban bien.—Sí —Alessia asintió—. ¿Llevarás a Sara a sus prácticas de fútbol?—Tu papá lo hará. Tengo que corregir algunos exámenes de mis niños, no podré asistir hoy con tu hermana.—Entonces iré con ellos. No quiero que diga que no la apoyo.—Ella estará feliz de que la acompañes.—Lo sé. Solo espero que pueda ganar alguna copa en una competencia importante y que demuestre que las mujeres también sabemos jugar fútbol, he escuchado como algunas compañeras de la academia se ríen de eso cuan