—¿Pasó algo? —preguntó Fanny al entrar en el cuarto de su hija.—No, ¿por qué lo preguntas, mamá?—Pensé que tendrías una buena experiencia al ir de fiesta a la discoteca, pero desde ese día, no has hecho nada más que estar en casa. ¿Pelearon tus amigos contigo o tú con ellos?—No, no es eso, mamá. Kelvin está trabajando mucho, y la agencia le quita tiempo. Creo que irá a viajar otra vez. Y Rebeca, ya sabes, es como papá —mintió ella.—¿Estás segura? —inquirió Fanny, sintiendo que las cosas no marchaban bien.—Sí —Alessia asintió—. ¿Llevarás a Sara a sus prácticas de fútbol?—Tu papá lo hará. Tengo que corregir algunos exámenes de mis niños, no podré asistir hoy con tu hermana.—Entonces iré con ellos. No quiero que diga que no la apoyo.—Ella estará feliz de que la acompañes.—Lo sé. Solo espero que pueda ganar alguna copa en una competencia importante y que demuestre que las mujeres también sabemos jugar fútbol, he escuchado como algunas compañeras de la academia se ríen de eso cuan
Después de pasar la tarde con su amiga Rebeca, Alessia regresó a su casa. Su padre, Alexis, la recibió con una gran sonrisa.—¿Cómo te fue? —preguntó el hombre.—Bien, papá. Ya más o menos tengo la idea para mi pasarela.—¡Qué bueno! La cena está lista, hija. Termina de llegar para que nos acompañes.—Papá, no creo. Acabo de comer con Rebeca y estoy un poco cansada. Quiero dormir.—No te preocupes, descansa. Le diré a tu mamá que ya cenaste.Alessia asintió con un movimiento leve y se perdió en las escaleras para entrar en su habitación, donde se lanzó en la cama. La primera parte de su plan estaba lista; ahora solo quedaba finalizar la última.Una sonrisa se dibujó en su rostro. Después de unos minutos, tomó su celular y envió un mensaje.Luego de darse una ducha refrescante, y ya en la penumbra de su habitación, Alessia observaba la pantalla de su teléfono.Las fotos de Kelvin llenaban su galería: en la playa, sonriendo, con los ojos brillantes. Cada imagen era un recordatorio de lo
—¿Cuándo podré disfrutar de una buena compañía con mi alocada hermana? —preguntó Otniel con una sonrisa.—Hola, campeón —Rebeca alborotó el cabello de su hermano cuando él se acercó para darle un abrazo—. ¿Te parezco alocada? Ja, ja, ja.—Por supuesto, eres una loca suelta. Te extraño, lo sabes.—Siento como si me reprocharas algo.—Es que ya no quieres salir del hospital; te he visto muy poco en casa y me siento abandonado por mi hermana mayor.—Tonto, sabes que mi profesión es así.—No, tú haces que sea así.—Ser médico es sacrificado —dijo Rebeca con pesar.Otniel la miró fijamente por un instante y luego preguntó:—¿Quién es el idiota que te tiene así?—¿De qué hablas?—Tú ya sabes; seguro es ese tarado el culpable de que mi hermana me abandone. Cuando lo descubra, sentirá mi furia —Otniel adoptó una posición de combate, haciendo reír a Rebeca.—Estás viendo fantasmas, y no te he abandonado. Aquí estoy. Ven acá y cuéntame cómo va la escuela. Deja de hacer kung-fu.—¿Ves? Estás per
El atardecer se desvanecía lentamente, y las sombras se alargaban sobre el banco del parque. Rebeca miró a Alessia con una mezcla de compasión y conflicto. ¿Cómo podía ayudar a su hermana a navegar por este terreno peligroso?—Alessia, el amor es complicado —dijo Rebeca, eligiendo sus palabras con cuidado—. Pero también es hermoso. Si sientes algo tan profundo por Kelvin, debes considerar si vale la pena arriesgar la amistad que compartimos los tres.Alessia asintió, pero su expresión era diferente. No había gratitud en sus ojos; solo determinación.—¿Y tú, Rebeca? —preguntó Alessia—. ¿Qué sientes por él?Rebeca vaciló. Kelvin era más que un amigo para ella. Había momentos robados, risas compartidas y secretos guardados. Pero también había miedo.Miedo de perderlo todo si confesaba su amor.—Yo también lo quiero, Alessia —confesó Rebeca, su voz apenas audible—. Él siempre ha sido nuestro amigo y ha estado ahí cuidando de ambas como hermanas.Alessia apretó la mano de Rebeca con fuerza
Ambas amigas continuaron sus rutinas con una tensión palpable. Los días se volvieron incómodos, y para Rebeca cada encuentro con Kelvin era una prueba de resistencia emocional.Porque ella estaba luchando contra sus sentimientos, tratando de mantener la amistad intacta. Pero el corazón no entiende de promesas no dichas. Cada sonrisa compartida con Kelvin, cada mirada furtiva, solo aumentaba la tormenta en su interior.Alessia, por su parte, se volvió más distante, la chica dulce que una vez había, ya no estaba. Sus ojos brillaban con una determinación fría, y Rebeca sabía que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por el amor. Las palabras de su amiga resonaban aún en su mente: “Si Kelvin decide estar conmigo, no me detendré”.Pero la vida, sin embargo, tenía otros planes y solo, quizás, un pequeño destello de esperanza para un corazón aplastado por el dolor como el de Rebeca necesitaba para poder seguir latiendo.*Días después*Kelvin se encontraba solo en la pequeña cafetería, absorto
En el hermoso jardín de la familia Dorante la tarde se desvanecía en tonos cálidos. Alessia, nerviosa, removía su cucharita en el café con leche. Rebeca, sentada frente a ella, observaba el vaivén de las hojas de los árboles.—¿Qué pasa, Alessia? —preguntó Rebeca, notando la inquietud de su amiga—. ¿Es por tu presentación? Ya falta menos, sé que lo harás bien, los vestidos y todo lo demás está arreglado, no te preocupes tanto.Alessia suspiró y miró a Rebeca directamente a los ojos.—Rebeca, necesito hablar contigo sobre Kelvin.Rebeca parpadeó, sorprendida. ¿Se habría dado cuenta, Alessia, lo que sentía por él? Se preguntó, aun así intentó mantener la calma.—Claro, ¿qué pasa con Kelvin? —preguntó, tratando de sonar casual—. ¿Aún sigue sin responder tus mensajes y llamadas?Alessia jugueteó con el borde de su servilleta.—Lo amo, Rebeca, ¿lo sabes? Obvio, porque ya te lo conté. Pero sé que él solo me ve como una hermana. Y tú… tú también sientes algo por él, ¿verdad? —pregunto sin ni
Kelvin estaba en la sala, absorto en su celular cuando Noemí, su hermana menor, entró con una mirada curiosa.—¿Kelvin? —dijo Noemí, arrugando la frente—. ¿Por qué no le has respondido a Alessia?, te ha estado llamando varias veces, y acaba de llamar al de la casa.Kelvin suspiró y apartó la mirada de la pantalla.—Es complicado, Noemí. Alessia y yo… bueno, estamos en medio de algo. No quiero lastimarla, pero tampoco quiero… —Kelvin se detuvo a mitad de frase.Noemí se sentó a su lado, balanceando los pies en el aire.—¿Y qué vas a hacer? No podrás esconderte por el resto de tu vida, ¿no es tu hermanita favorita?Kelvin soltó una carcajada.—Me huele a celos, ja, ja, ja.—Para nada, nadie puede competir conmigo porque, ya, tú eres mi hermano de verdad. Ahora dime, ¿qué harás? Son dos mujeres, pero solo una puedes escoger.—No lo sé, hermana. A veces, el corazón es un laberinto sin salida clara.Noemí lo miró con ojos sabios más allá de sus quince años.—Tal vez deberías hablar con ell
El hospital nocturno estaba sumido en una penumbra inquietante, solo interrumpida por la luz tenue de las lámparas de lectura en las habitaciones. Ezra, con su corazón en un nudo, avanzó por los pasillos silenciosos. El olor a desinfectante y la quietud le recordaban a las noches en las que había estado cuidando a su madre, cuando se enfermó.Finalmente, llegó a la sala de guardia. Allí estaba Rebeca, su cabello castaño recogido en un moño desordenado, los ojos cansados pero llenos de determinación. Era una ginecóloga apasionada, entregada a su trabajo y a sus pacientes. Ezra la admiraba profundamente.—Rebeca —dijo, su voz apenas un susurro, como si no quisiera interrumpir.Rebeca levantó la vista del expediente médico y sonrió. A pesar del cansancio, su rostro seguía irradiando calidez.—¿Ezra? — dijo Rebeca sorprendida—. ¿Qué haces aquí a estas horas?Él sonrió y se acercó, entregándole una rosa amarilla.—Vine a verte. No podía quedarme sin saber cómo estabas.Rebeca señaló la sil