Guerra declarada.

En el hermoso jardín de la familia Dorante la tarde se desvanecía en tonos cálidos. Alessia, nerviosa, removía su cucharita en el café con leche. Rebeca, sentada frente a ella, observaba el vaivén de las hojas de los árboles.

—¿Qué pasa, Alessia? —preguntó Rebeca, notando la inquietud de su amiga—. ¿Es por tu presentación? Ya falta menos, sé que lo harás bien, los vestidos y todo lo demás está arreglado, no te preocupes tanto.

Alessia suspiró y miró a Rebeca directamente a los ojos.

—Rebeca, necesito hablar contigo sobre Kelvin.

Rebeca parpadeó, sorprendida. ¿Se habría dado cuenta, Alessia, lo que sentía por él? Se preguntó, aun así intentó mantener la calma.

—Claro, ¿qué pasa con Kelvin? —preguntó, tratando de sonar casual—. ¿Aún sigue sin responder tus mensajes y llamadas?

Alessia jugueteó con el borde de su servilleta.

—Lo amo, Rebeca, ¿lo sabes? Obvio, porque ya te lo conté. Pero sé que él solo me ve como una hermana. Y tú… tú también sientes algo por él, ¿verdad? —pregunto sin ni
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