Kelvin estaba en la sala, absorto en su celular cuando Noemí, su hermana menor, entró con una mirada curiosa.—¿Kelvin? —dijo Noemí, arrugando la frente—. ¿Por qué no le has respondido a Alessia?, te ha estado llamando varias veces, y acaba de llamar al de la casa.Kelvin suspiró y apartó la mirada de la pantalla.—Es complicado, Noemí. Alessia y yo… bueno, estamos en medio de algo. No quiero lastimarla, pero tampoco quiero… —Kelvin se detuvo a mitad de frase.Noemí se sentó a su lado, balanceando los pies en el aire.—¿Y qué vas a hacer? No podrás esconderte por el resto de tu vida, ¿no es tu hermanita favorita?Kelvin soltó una carcajada.—Me huele a celos, ja, ja, ja.—Para nada, nadie puede competir conmigo porque, ya, tú eres mi hermano de verdad. Ahora dime, ¿qué harás? Son dos mujeres, pero solo una puedes escoger.—No lo sé, hermana. A veces, el corazón es un laberinto sin salida clara.Noemí lo miró con ojos sabios más allá de sus quince años.—Tal vez deberías hablar con ell
El hospital nocturno estaba sumido en una penumbra inquietante, solo interrumpida por la luz tenue de las lámparas de lectura en las habitaciones. Ezra, con su corazón en un nudo, avanzó por los pasillos silenciosos. El olor a desinfectante y la quietud le recordaban a las noches en las que había estado cuidando a su madre, cuando se enfermó.Finalmente, llegó a la sala de guardia. Allí estaba Rebeca, su cabello castaño recogido en un moño desordenado, los ojos cansados pero llenos de determinación. Era una ginecóloga apasionada, entregada a su trabajo y a sus pacientes. Ezra la admiraba profundamente.—Rebeca —dijo, su voz apenas un susurro, como si no quisiera interrumpir.Rebeca levantó la vista del expediente médico y sonrió. A pesar del cansancio, su rostro seguía irradiando calidez.—¿Ezra? — dijo Rebeca sorprendida—. ¿Qué haces aquí a estas horas?Él sonrió y se acercó, entregándole una rosa amarilla.—Vine a verte. No podía quedarme sin saber cómo estabas.Rebeca señaló la sil
Rebeca se mordió el labio inferior, luchando contra la tormenta de emociones que la embargaba. La lluvia seguía golpeando el cristal, como si el clima también compartiera su inquietud.«¿Por qué ahora?», pensó Rebeca. «¿Por qué justo cuando todo parecía estar en calma?»Kelvin la miraba, esperando una respuesta. Sus ojos claros reflejaban la confusión y la sorpresa. Rebeca sabía que no podía ocultar la verdad por mucho más tiempo.—Kelvin, no es solo Alessia —dijo finalmente, su voz temblorosa—. También soy yo. Yo… también siento algo por ti.El silencio se espesó en la pequeña mesa del café. El sonido de las gotas de lluvia parecía ensordecedor. Kelvin no apartó la mirada de Rebeca, como si buscara respuestas en sus ojos.—Rebeca, esto es complicado —murmuró él—. Somos amigos desde hace años. No quiero perder eso.—Lo sé —respondió ella—. Pero no puedo seguir ocultándolo. No puedo seguir viéndote con Alessia y fingir que no me duele.Kelvin tomó su mano, y Rebeca sintió el calor de s
Rebeca al llegar a su casa se derrumbó, a pesar de tener 27 años, sentía que moría por amor. Evelyn notó que su hija no estaba bien, así que fue a su habitación para saber qué pasaba. En cuanto entro, corrió al lado de su hija y la abrazo, entendió que sufría por amor y deseaba poder tener el poder de evitarlo. —Mamá, ¿cómo hiciste para no enamorarte de tu mejor amigo? ¿Cuál es la fórmula? Porque yo no la sé, y siento que muero —dijo Rebeca entre sollozos. Evelyn miró a su hija con ternura, recordando los años en los que ella misma había enfrentado dilemas similares. —Gerald es muy guapo, pero nunca me llamó la atención como hombre —respondió la mujer con honestidad—. Pero, hija, a veces en el corazón no se manda. Además, viste nacer a Kelvin; tienes un vínculo mucho más fuerte del que tengo con Gerald. Rebeca suspiró, sintiéndose atrapada entre la razón y la emoción. —Mamá, por favor no digas eso, me hace sentir vieja. Evelyn sonrió, acariciando el cabello de su hija. —No deb
—Hijo, llegas temprano —Anaís envolvió a Kelvin en un cálido abrazo, sintiendo su corazón latir contra su pecho.—Pedí permiso en el trabajo, tengo algo que hacer hoy mamá —Kelvin se apartó ligeramente y le sonrió.—Con razón, es raro verte temprano en casa. ¿No tienes viajes que hacer? —Anaís le ofreció una taza de café.—No, aún no. Aunque quizás si viaje —Kelvin se sentó en la butaca, apoyando sus manos en la mesa de madera. Su mirada estaba cargada de algo más que cansancio.—¿A dónde vas a viajar? —Anaís se inclinó hacia él, curiosa—. Cuéntame, no me dejes con la intriga.—El abuelo me ofreció una vez vivir en Francia, para estudiar una carrera. Estoy pensando en aceptarlo —Kelvin miró a su madre, buscando alguna señal de aprobación o preocupación.Anaís se asombró. ¿Por qué de repente ese cambio?—¿Francia? Pero siempre dijiste que si estudiaras otra carrera, lo harías aquí en nuestro país.Kelvin suspiró antes de responder.—Mamá, necesito un cambio —Kelvin confesó—. Estar alej
Alessia se quedó sola en su habitación, el eco de las palabras de Kelvin resuenan en su mente. El corazón le late con fuerza, junto con una mezcla de esperanza y miedo.¿Habrá arriesgado demasiado? ¿Será capaz Kelvin de verla de la misma manera? Se preguntaba Alessia.La habitación parece más pequeña ahora, como si los muros se cerraran sobre ella. Se sienta en la cama, abrazando sus rodillas, y cierra los ojos. Las emociones la inundan: deseo, incertidumbre, vulnerabilidad. Pero también hay determinación de continuar con su plan. Alessia sabe que no puede volver atrás. Ha cruzado una línea, y ahora solo puede esperar que Kelvin la siga al otro lado.ΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩΩKelvin se encontraba en su apartamento, solo con el murmullo de la ciudad como compañía. La luz tenue de la lámpara iluminaba su rostro mientras sostenía una fotografía de Alessia. En ella, ella sonreía con los ojos brillantes, como si el mundo entero estuviera a sus pies.Había algo en Alessia que ahora lo atraía de mane
Alexis, tenía el rostro marcado por la preocupación, observó a Kelvin con ojos inquisitivos.—Kelvin —dijo Alexis—. Necesito saber qué está pasando entre tú y mi hija. ¿Por qué están tan distantes últimamente?Kelvin suspiró, sus dedos jugando nerviosamente con el borde de su camisa.—Tío, esto es complicado. Mis sentimientos están en conflicto.—¿Conflicto? —Alexis frunció el ceño—. ¿Qué significa eso?Kelvin evitó su mirada.—He estado luchando con mis emociones —confesó Kelvin, su voz sonaba apagada—. Alessia siempre ha sido como una hermana para mí. No quiero lastimarla, pero lo que he sentido en estos últimos meses… no puedo evitarlo. Y luego está Rebeca, así que no sé qué hacer.Alexis apretó los puños y su expresión era tensa.—Alessia está obsesionada contigo. ¿Qué harás con ella?Kelvin frunció el ceño, sorprendido por la revelación. No esperaba que Alessia sintiera algo más allá del amor. Pero ahora, con las palabras de Alexis resonando en su cabeza, se dio cuenta de que hab
En la penumbra de su hogar, Alexis cerró la puerta tras de sí. Después de haberse reunido con Kelvin, dónde su conversación había sido intensa. Pero ahora, al cruzar el umbral de su casa, su mente se enfocaba en Fanny, su bella esposa.Fanny estaba en la sala, sentada en el sofá, con una sonrisa expectante. Sus ojos brillaron cuando vio a Alexis.—¿Cómo te fue, amor? —preguntó Fanny, levantándose y acercándose a él.Alexis la abrazó, sintiendo el calor de su cuerpo. —Fue… intenso —dijo Alexis, buscando las palabras adecuadas—. Hablamos de todo, de como se siente él, de nuestra hija, de las decisiones que debe tomar. Pero ahora estoy aquí, contigo.Fanny asintió, acariciando su mejilla.—Siempre estaremos juntos, ¿verdad?Alexis la besó, sintiendo cómo su corazón se calmaba. Fanny era su ancla, su refugio en medio de la tormenta.—Siempre —susurró Alexis.Alexis tomó la mano de su esposa, y subieron las escaleras hacia su dormitorio. La luz tenue de la lámpara creaba sombras en las pa