En la penumbra de su hogar, Alexis cerró la puerta tras de sí. Después de haberse reunido con Kelvin, dónde su conversación había sido intensa. Pero ahora, al cruzar el umbral de su casa, su mente se enfocaba en Fanny, su bella esposa.Fanny estaba en la sala, sentada en el sofá, con una sonrisa expectante. Sus ojos brillaron cuando vio a Alexis.—¿Cómo te fue, amor? —preguntó Fanny, levantándose y acercándose a él.Alexis la abrazó, sintiendo el calor de su cuerpo. —Fue… intenso —dijo Alexis, buscando las palabras adecuadas—. Hablamos de todo, de como se siente él, de nuestra hija, de las decisiones que debe tomar. Pero ahora estoy aquí, contigo.Fanny asintió, acariciando su mejilla.—Siempre estaremos juntos, ¿verdad?Alexis la besó, sintiendo cómo su corazón se calmaba. Fanny era su ancla, su refugio en medio de la tormenta.—Siempre —susurró Alexis.Alexis tomó la mano de su esposa, y subieron las escaleras hacia su dormitorio. La luz tenue de la lámpara creaba sombras en las pa
—¡Estás loca! —Exclamo Sara al ver a su hermana y saber lo que ella estaba tramando.Alessia se cruzó de brazos, desafiante.—Me dices ¿Loca? No sabes lo que estoy dispuesta a hacer, en el amor se hacen cualquier locura, eso es válido.Sara apretó los puños, esto era el colmo.—Te lo advierto Alessia, arruinas mi fiesta, te las verás.Alessia soltó una risa amarga.—No me importa tu fiesta ni tus amenazas. No eres más que una niña mimada.Sara la miró con furia. Pero Alessia no se detuvo.—¿Qué piensas hacer? ¿Echarme? ¿Expulsarme de tu pequeño reino?—¡Te lo advierto, Alessia!—¿Miedo? No tengo miedo de ti, mocosa —Alessia se acercó aún más y sus ojos brillaban con desafío —Mira cómo tiemblo.—No te atrevas.—ja, ja, ja.—Como diría Brayan, querete coroto, prefiero ser una niña mocosa, que anda chorreando los mocos, que ser una mujer que ande detrás de un hombre porque está urgida que se lo metan.Alessia se enfureció por las palabras de su hermana y no lo pensó para levantar la mano
La tensión en la sala era palpable, como si el aire mismo se hubiera vuelto denso. Alessia se encontraba atrapada entre la pasión y la culpa, y el corazón le latía con fuerza en el pecho. A su alrededor, los invitados seguían disfrutando de la fiesta ajena a la tormenta emocional que se desataba en el pequeño espacio donde Alessia y Kelvin se encontraban.Kelvin, con los ojos aún abiertos por la sorpresa, retrocedió un paso. Su mirada se desvió hacia la ventana, donde Rebeca había estado parada momentos antes. La figura de su amiga se desvanecía en la oscuridad de la noche, y Alessia sintió que había perdido algo más que una amistad. Había perdido la confianza de alguien que había estado a su lado durante años.—Alessia, no puedo —dijo Kelvin, con su voz ronca—. Esto no está bien para ninguno de nosotros.Alessia luchó por encontrar las palabras correctas, para no hacer más grande el problema ¿Cómo explicar lo que había sentido en ese beso? ¿Cómo justificar su egoísmo? Pero antes de q
*Días antes* La sala de la consulta estaba iluminada por la luz de la mañana. Rebeca, con su bata blanca y cabello recogido en un moño, revisaba los informes médicos de su paciente. La joven frente a ella parecía nerviosa, y Rebeca intentó calmarla.—No se preocupe, señorita García —dijo Rebeca con una sonrisa tranquilizadora—. La consulta ginecológica es una rutina, y estoy aquí para responder a todas sus preguntas.En ese momento, la puerta se abrió con brusquedad. Alessia entró con una mirada desafiante clavada en Rebeca. No había olvidado la rivalidad que existía entre ellas.—Rebeca —dijo Alessia con desdén—, ¿sigues aferrándote a Kelvin? Deberías rendirte. Estás demasiado vieja para él.—Señorita, no puede pasar… —La enfermera entro después de Alessia y con una expresión de preocupación miro a Rebeca—. Doctora, trate de detener a la señorita, pero…—Tranquila Marta no te preocupes —Rebeca le sonrió con amabilidad, ¿qué culpa tenía la mujer de los arrebatados de Alessia?Rebeca
El patio trasero estaba bañado por la luz de la luna, Otniel se apoyó contra la pared, observando en silencio a su hermana Rebeca. Ella estaba sentada en el banco de madera, mientras que las lágrimas resbalaban por sus mejillas pálidas.Otniel sabía que Kelvin era el culpable de las lágrimas de su hermana. El mismo Kelvin que había compartido risas con ellos durante años.El corazón de Otniel latía con fuerza. ¿Cómo podía Kelvin hacerle esto a Rebeca? ¿Cómo podía romper su corazón de esa manera? Otniel había visto el brillo en los ojos de su hermana cuando Kelvin estaba cerca, aunque al principio no lo había entendido del todo.Sabía que ella estaba enamorada, después de haber escuchado aquella conversación por error, pero también sabía que Kelvin no sentía lo mismo, porque veía que él no hacía nada.Se acercó a Rebeca y se sentó a su lado. Ella no lo miró, pero él pudo ver el dolor en su rostro.—Rebeca, mi hermana querida —dijo en voz baja, como si no quisiera interrumpirla—. ¿Quier
El golpe de Otniel resonó en la mandíbula de Kelvin, haciéndolo tambalear. Aunque no esperaba el golpe, también sabía que había cruzado una línea al jugar con los sentimientos de Rebeca de alguna manera, pues desde que ella habló de sus sentimientos él seguía aún indeciso, sin poder aclarar lo que siente realmente por ambas mujeres.El dolor se extendió por su rostro, pero algo más se agitó en su interior: un recuerdo lejano, una época en la que él también había defendido a Rebeca. Tal vez no con la misma intensidad que Otniel, pero lo había hecho.Kelvin tenía quince años entonces, y el mundo estaba lleno de misterios y emociones intensas para él. Rebeca, su amiga desde la infancia, era su compañera de aventuras y Kelvin no podía soportar verla herida.Un día, ella estaba en la universidad, un chico mayor que ellos siempre se burlaba de Rebeca. Kelvin recordaba su risa cruel, las palabras hirientes que arrojaba como piedras. Rebeca, con lágrimas en los ojos, intentaba ignorarlo, pero
Días antes que Kelvin emprendiera su viaje a Francia, aprovechó para salir con Rebeca, quien no se negó a su invitación. Él, la llevo a almorzar a un lujoso hotel de la ciudad. Sin darse cuenta, un par de ojos los observan desde la distancia.Alessia experimentaba una mezcla de emociones al ver a Kelvin y Rebeca juntos. Por un lado, siente un pinchazo de celos y envidia al presenciar su cercanía. La visión de su amigo compartiendo risas con Rebeca le recuerda que él no es solo suyo.Sin embargo, también hay un atisbo de resignación y tristeza. Alessia sabe que su atracción por Kelvin es una obsesión y que no puede forzarlo a elegirla. Eso le ha quedado en claro, pero una parte de ella, le dice que no debe soltarlo.En ese momento, su corazón se divide entre el deseo y la realidad, y se pregunta si algún día encontrará su propio camino hacia la felicidad.El sol de mediodía bañaba el lujoso restaurante en Valencia. Kelvin y Rebeca se sentaron frente a frente, el mantel blanco y las cop
Alessia se encontraba en su habitación, la luz tenue de la lámpara apenas iluminaba las paredes. El aire estaba cargado de tensión y emoción. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba que hacer. El reloj en la pared marcaba las once de la noche.Su mente se llenó de imágenes imaginando estar ahí: las calles empedradas de París, los cafés con aroma a croissants, los museos repletos de arte. Y en medio de todo eso, Kelvin. ¿Cómo podría soportar la distancia? ¿Cómo podría quedarse en Venezuela mientras él se perdía en las calles de Francia?Alessia se levantó de la cama y miró por la ventana. La luna brillaba en el cielo, como un faro que señalaba el camino hacia el camino que debía tomar.De pronto la puerta se abrió, era su padre, con los brazos cruzados y una mirada severa.—¿Qué haces despierta a estas horas? —preguntó él— ¿Por qué fuiste a molestar a Kelvin? Te dije que no te acerques a ese muchacho, has causado demasiado daño con tus arrebatos sin pensar en las consecuencias, pe