Días antes que Kelvin emprendiera su viaje a Francia, aprovechó para salir con Rebeca, quien no se negó a su invitación. Él, la llevo a almorzar a un lujoso hotel de la ciudad. Sin darse cuenta, un par de ojos los observan desde la distancia.Alessia experimentaba una mezcla de emociones al ver a Kelvin y Rebeca juntos. Por un lado, siente un pinchazo de celos y envidia al presenciar su cercanía. La visión de su amigo compartiendo risas con Rebeca le recuerda que él no es solo suyo.Sin embargo, también hay un atisbo de resignación y tristeza. Alessia sabe que su atracción por Kelvin es una obsesión y que no puede forzarlo a elegirla. Eso le ha quedado en claro, pero una parte de ella, le dice que no debe soltarlo.En ese momento, su corazón se divide entre el deseo y la realidad, y se pregunta si algún día encontrará su propio camino hacia la felicidad.El sol de mediodía bañaba el lujoso restaurante en Valencia. Kelvin y Rebeca se sentaron frente a frente, el mantel blanco y las cop
Alessia se encontraba en su habitación, la luz tenue de la lámpara apenas iluminaba las paredes. El aire estaba cargado de tensión y emoción. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba que hacer. El reloj en la pared marcaba las once de la noche.Su mente se llenó de imágenes imaginando estar ahí: las calles empedradas de París, los cafés con aroma a croissants, los museos repletos de arte. Y en medio de todo eso, Kelvin. ¿Cómo podría soportar la distancia? ¿Cómo podría quedarse en Venezuela mientras él se perdía en las calles de Francia?Alessia se levantó de la cama y miró por la ventana. La luna brillaba en el cielo, como un faro que señalaba el camino hacia el camino que debía tomar.De pronto la puerta se abrió, era su padre, con los brazos cruzados y una mirada severa.—¿Qué haces despierta a estas horas? —preguntó él— ¿Por qué fuiste a molestar a Kelvin? Te dije que no te acerques a ese muchacho, has causado demasiado daño con tus arrebatos sin pensar en las consecuencias, pe
Kelvin aterrizó en el aeropuerto Charles de Gaulle con una mezcla de emoción y cansancio. La brisa fresca de París acarició su rostro mientras recogía su equipaje. Había venido a estudiar música, pero el propósito más importante era para despejar sus sentimientos.También estaba ansioso por ver a su bisabuelo Blaise Garnier, el magnate de la industria cosmética, ya que tenían mucho tiempo sin poder compartir.Blaise, a sus 95 años, aún vivía en un lujoso apartamento cerca del Sena. Las paredes estaban adornadas con obras de arte y fotografías de celebridades que habían usado sus productos, aparte de las fotografías familiares.Cuando Kelvin llegó al edificio de Blaise, el portero lo recibió con reverencia. El ascensor lo llevó hasta el último piso, donde la puerta se abrió para revelar un salón opulento. Blaise estaba sentado en un sofá de terciopelo, rodeado de elegancia y riqueza.—¡Kelvin! —exclamó Blaise, extendiendo los brazos—. ¡Por fin estás aquí! ¿Cómo fue el vuelo?—Bisabuelo
Durante la ausencia de Kelvin en Francia, Rebeca y Alessia continuaron sus vidas en Venezuela, cada una siguiendo su propio camino.Alessia trató varias veces para hablar con Rebeca, sin embargo, esta se negó varias veces, por lo que ella acabó acudiendo a Ezra para enviarle mensajes, ya que Rebeca, incluso, la había bloqueado de todas sus redes sociales y su número.—Rebeca me odia.—Está dolida, eso es todo, tienes que darle tiempo —dijo Ezra.—Nada será igual.—Eso depende de ustedes, además si sigues amando a Kelvin, dudo que ella quiera hablarte de nuevo.Alessia suspiró, porque a pesar del tiempo su corazón seguía extrañando a Kelvin y se negaba a soltarlo por completo.—Por favor, entrégale la nota y disculpa tanta molestia, me iré unos días para Caracas, será la última por los momentos.—Ok, está bien, no te preocupes —Ezra asintió.Rebeca, paso sus días atendiendo a mujeres, tanto en la clínica, como en el hospital y en operativos de salud que se le ofrecían a la población, t
Kelvin, después de arreglarse bajo a desayunar, su madre ya tenía todo listo cuando él entró en la cocina.—Buen día, mamá.—Buen día mi niño —Saludo Anaís con una sonrisa cálida.—¿Vas a la empresa o a la casa hogar? —pregunto Kelvin mientras se sentaba a desayunar.—Hoy iré a la casa hogar, algunos matrimonios van porque están interesados en adoptar.—¿Puedo ir a ayudarte?Los ojos de Anaís se iluminaron. —¡Oh, Kelvin! Los niños estarán encantados de verte. Y sí, sabes que necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.Kelvin sonrió.—Extraño pasar tiempo con esos pequeños.Anaís asintió con entusiasmo. —Ellos también te extrañan, sobre todo Gael, y si les cantas algo, estarán superfelices, tu visita les va a alegrarle el corazón.Kelvin recordó a Gael, un niño tímido con ojos grandes y llenos de esperanza.—¿Aún no ha sido adoptado?—No, pero él siempre se mantiene positivo.—Lo extraño mucho desde que me fui a Francia. Cantaré para él y para todos los demás. Quiero que se sienta
Rebeca estaba en su pequeño apartamento, uno que logró comprar con su propio esfuerzo, y ella estaba feliz, después de meditar que era hora de dejar la casa materna. El aroma del café recién hecho llenaba la habitación. Se había acostumbrado a la rutina de su trabajo como ginecóloga, aunque ahora sus turnos no eran tan exigentes como antes, pero su corazón aún guardaba un espacio para los ojos de Kelvin. El teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Rebeca tomó el dispositivo y leyó el mensaje: —Rebeca, estoy de vuelta. He regresado a Venezuela. ¿Podemos encontrarnos? El corazón de Rebeca dio un vuelco. Las palabras eran simples, pero contenían una promesa, una posibilidad. Kelvin estaba de vuelta. El amor, como una melodía persistente, volvía a sonar en su vida. Con dedos temblorosos, ella respondió sin perder el tiempo. —Claro, Kelvin. Nos vemos en el parque, al atardecer. Sus manos aún temblorosas sostenían la taza de café, Rebeca la dejo en la mesa y se
Kelvin llegó al apartamento de Rebeca con una sonrisa en el rostro. El sol de la mañana se filtraba por las cortinas, pintando rayos dorados. Rebeca lo recibió en la puerta, y su mirada se iluminó al verlo. Rebeca eligió un vestido marrón de algodón, sencillo pero elegante. Las mangas cortas dejaban al descubierto sus brazos bronceados, y el cinturón ajustado resaltaba su cintura. Su cabello castaño corto y unos zarcillos de perlas colgaban de sus orejas. —Kelvin —dijo Rebeca, cerrando la puerta tras él—. ¿Listo para nuestro paseo? Kelvin asintió, nervioso pero emocionado. Vestía unos jeans oscuros y una camisa de lino celeste. Las mangas estaban arremangadas, y sus zapatos blancos completaban el look relajado. Llevaba una mochila pequeña al hombro, donde guardaba una botella de agua y algunas cosas más. —Estás preciosa, Rebeca —dijo Kelvin, tomando su mano. —¿A dónde iremos? —pregunto ella con una sonrisa. —Es una sorpresa, pero te diré que será una especie de tours. Juntos sa
Rebeca abrió los ojos con una mezcla de confusión y resaca. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, y su cabeza latía como si un tambor estuviera tocando en su cerebro. Recordó la noche anterior: la discoteca, las luces parpadeantes, y como Kelvin la había invitado a bailar, y luego los besos.—¿Qué pasó anoche, Rebeca? —preguntó Otniel, su voz grave y llena de preocupación—. ¿Por qué Kelvin te tiene en este estado?Rebeca pegó un grito del susto que le dio su hermano, tanto que hasta la termino de despertar, no se había percatado que este estaba a su lado acostado, mirándola con una intensidad como si quisiera asesinar a alguien.Rebeca se sentó en la cama, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. No sabía cómo explicar lo que había sucedido. Kelvin, ese chico aventurero con ojos profundos y una sonrisa irresistible, había llegado a su corazón como un huracán, donde las chispas entre ellos habían sido innegables. Bailaron juntos hasta altas horas de la madrugada.—O