Rebeca estaba en su pequeño apartamento, uno que logró comprar con su propio esfuerzo, y ella estaba feliz, después de meditar que era hora de dejar la casa materna. El aroma del café recién hecho llenaba la habitación. Se había acostumbrado a la rutina de su trabajo como ginecóloga, aunque ahora sus turnos no eran tan exigentes como antes, pero su corazón aún guardaba un espacio para los ojos de Kelvin. El teléfono vibró sobre la mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Rebeca tomó el dispositivo y leyó el mensaje: —Rebeca, estoy de vuelta. He regresado a Venezuela. ¿Podemos encontrarnos? El corazón de Rebeca dio un vuelco. Las palabras eran simples, pero contenían una promesa, una posibilidad. Kelvin estaba de vuelta. El amor, como una melodía persistente, volvía a sonar en su vida. Con dedos temblorosos, ella respondió sin perder el tiempo. —Claro, Kelvin. Nos vemos en el parque, al atardecer. Sus manos aún temblorosas sostenían la taza de café, Rebeca la dejo en la mesa y se
Kelvin llegó al apartamento de Rebeca con una sonrisa en el rostro. El sol de la mañana se filtraba por las cortinas, pintando rayos dorados. Rebeca lo recibió en la puerta, y su mirada se iluminó al verlo. Rebeca eligió un vestido marrón de algodón, sencillo pero elegante. Las mangas cortas dejaban al descubierto sus brazos bronceados, y el cinturón ajustado resaltaba su cintura. Su cabello castaño corto y unos zarcillos de perlas colgaban de sus orejas. —Kelvin —dijo Rebeca, cerrando la puerta tras él—. ¿Listo para nuestro paseo? Kelvin asintió, nervioso pero emocionado. Vestía unos jeans oscuros y una camisa de lino celeste. Las mangas estaban arremangadas, y sus zapatos blancos completaban el look relajado. Llevaba una mochila pequeña al hombro, donde guardaba una botella de agua y algunas cosas más. —Estás preciosa, Rebeca —dijo Kelvin, tomando su mano. —¿A dónde iremos? —pregunto ella con una sonrisa. —Es una sorpresa, pero te diré que será una especie de tours. Juntos sa
Rebeca abrió los ojos con una mezcla de confusión y resaca. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, y su cabeza latía como si un tambor estuviera tocando en su cerebro. Recordó la noche anterior: la discoteca, las luces parpadeantes, y como Kelvin la había invitado a bailar, y luego los besos.—¿Qué pasó anoche, Rebeca? —preguntó Otniel, su voz grave y llena de preocupación—. ¿Por qué Kelvin te tiene en este estado?Rebeca pegó un grito del susto que le dio su hermano, tanto que hasta la termino de despertar, no se había percatado que este estaba a su lado acostado, mirándola con una intensidad como si quisiera asesinar a alguien.Rebeca se sentó en la cama, sintiendo que el mundo giraba a su alrededor. No sabía cómo explicar lo que había sucedido. Kelvin, ese chico aventurero con ojos profundos y una sonrisa irresistible, había llegado a su corazón como un huracán, donde las chispas entre ellos habían sido innegables. Bailaron juntos hasta altas horas de la madrugada.—O
Los días siguientes fueron de felicidad para la pareja, que recién empezaba su relación como novios. Kelvin no perdía la oportunidad de pasar tiempo con Rebeca.—Eres hermosa.Rebeca se ruborizaba cada vez que escuchaba sus cumplidos.El sol se deslizaba por las cortinas entreabiertas, pintando la sala con tonos dorados. Era un día domingo, y ambos compartían más momentos, sobre todo ese día era muy especial.Rebeca estaba sentada en el sofá, con una enorme sonrisa. Kelvin, con una sonrisa tímida, se acercó a ella y tomó sus manos.—Rebeca, no puedo creer que finalmente seamos novios, hoy estamos cumpliendo un mes.Ella bajó la mirada, sintiendo el calor en sus mejillas. —Yo tampoco —admitió—. Pero aquí estamos y solo es el comienzo.Kelvin se arrodilló frente a ella, sosteniendo una pequeña caja.—Rebeca, no tengo mucho que ofrecerte, pero quiero darte esto.Abrió la caja, revelando un delicado collar con un colgante en forma de corazón.Ella parpadeó, sorprendida. —Es hermoso, Kel
La amistad entre Alessia y Rebeca había sido como un hilo dorado que unía sus corazones. A pesar de los problemas que la vida les había dado, siempre encontraban consuelo y apoyo en la compañía de la otra. En los días soleados, paseaban juntas por las calles de Valencia, compartiendo risas. En las noches lluviosas, se refugiaban en sus habitaciones hablando de sueños y anhelos.Rebeca admiraba la dedicación de Alessia por el modelaje y la valentía que mostraba al enfrentar los desafíos de la vida. Alessia, a su vez, encontraba en Rebeca una confidencia sincera y un hombro en el que apoyarse cuando las cosas se volvían difíciles. Juntas, habían tejido una red de confianza y complicidad que trascendía las palabras a lo largo de los años.Sin embargo, cuando el amor tocó a sus puertas, su amistad tambaleó, a pesar de que Rebeca se mantuvo fiel a su amistad, Alessia de cierta manera no lo hizo, lo que llevo a qué se quebrara lo que tanto las unía.¿Sería difícil arreglar las cosas ahora?
—Cuídate —Rebeca abrazo a Kelvin, su corazón latía con un miedo que no podía controlar.—Tranquila —Kelvin la apretó más contra su cuerpo. Sentir sus abrazos lo llenaba de calma y esperanza.—No tardes.—Cariño, tranquila, solo voy a hablar con ella, a dejarle claro las cosas, confía en mí, te amo a ti. Alessia siempre será como una hermana para mí, por lo que haga lo que haga, no me hará cambiar de opinión, ni tampoco me dejaré seducir por ella, estoy claro en lo que siento por ti.Escuchar esas palabras le dio tranquilidad a Rebeca. Antes de irse, ambos se despidieron con un beso.—Es necesario que eso pase, hija —Evelin se acercó a ella, colocando sus manos en los hombros de su hija.—Lo sé, quizás es miedo a que Alessia lo haga cambiar de opinión.—No lo creo, ese muchacho se fue lejos, solo para aclarar sus sentimientos. Y cuando se ama de verdad, nada cambia eso.—Tienes razón mamá.—Vemos una película, ¿qué te parece?—Sí, es una buena idea —Rebeca sonrió—. Por cierto, ¿dónde e
La casa estaba en silencio cuando Alessia entró. El eco de la confesión de Kelvin resonaba en su mente, y su corazón latía con una mezcla de dolor y rabia. Sin pensarlo, se dirigió a su habitación, cerrando la puerta tras de sí.Allí, en la oscuridad solo con el resplandor de la luna, Alessia comenzó a destrozar todo a su paso. Los libros que tenía en un pequeño estante, volaron, los cuadros se hicieron añicos contra la pared y las almohadas sufrieron su ira. Cada objeto parecía un recordatorio de su corazón roto, y ella necesitaba liberar la tormenta que la consumía.Las lágrimas caían por sus mejillas mientras arrojaba un jarrón al suelo. ¿Cómo había llegado a este punto? ¿Cómo había permitido que sus sentimientos la llevaran a un callejón sin salida?Entonces, la puerta se abrió y la luz del pasillo se filtró en la habitación, Alessia se giró, esperando ver a su padre y una posible reprimenda. Pero no era él quien entraba.Era su mamá.La mujer se quedó en el umbral, observando el
Meses después Kelvin estuvo de regreso en Valencia, luego que Blaise tuvo una mejoría en su salud. —¿Cómo está tu bisabuelo? —pregunto Rebeca mientras comían un helado. —Se encuentra mejor —dijo Kelvin un poco desganado—. Pero temo que esta recuperación solo sea una ilusión. —Te entiendo cariño, cuando uno ya tiene esa edad todo pende de un hilo delgado. —¿Qué harás el fin de semana? —pregunto Kelvin para cambiar un poco la conversación, pensar en que si bisabuelo no esté un día, le partía el corazón. —Nada en específico, son mis días libres, ¿quieres pasarlos conmigo? —He estado trabajando en un proyecto —revelo Kelvin. —¿En serio? —Rebeca lo miro sorprendida. —Si, en parte es una sorpresa que quiero darte, el sábado es la inauguración. —¡Wow! Ahí estaré, no me la perderé por nada del mundo. Después de pasar una tarde juntos, cada quien fue a su casa, y el sábado llegó, el aire estaba cargado de expectación. Rebeca se vistió con su mejor atuendo y se dirigió a la i