Confesión.

—¿Cuándo podré disfrutar de una buena compañía con mi alocada hermana? —preguntó Otniel con una sonrisa.

—Hola, campeón —Rebeca alborotó el cabello de su hermano cuando él se acercó para darle un abrazo—. ¿Te parezco alocada? Ja, ja, ja.

—Por supuesto, eres una loca suelta. Te extraño, lo sabes.

—Siento como si me reprocharas algo.

—Es que ya no quieres salir del hospital; te he visto muy poco en casa y me siento abandonado por mi hermana mayor.

—Tonto, sabes que mi profesión es así.

—No, tú haces que sea así.

—Ser médico es sacrificado —dijo Rebeca con pesar.

Otniel la miró fijamente por un instante y luego preguntó:

—¿Quién es el idiota que te tiene así?

—¿De qué hablas?

—Tú ya sabes; seguro es ese tarado el culpable de que mi hermana me abandone. Cuando lo descubra, sentirá mi furia —Otniel adoptó una posición de combate, haciendo reír a Rebeca.

—Estás viendo fantasmas, y no te he abandonado. Aquí estoy. Ven acá y cuéntame cómo va la escuela. Deja de hacer kung-fu.

—¿Ves? Estás per
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