Discoteca.
Meses después.

—Amiga, quiero ir de fiesta el próximo fin de semana.

—¿A dónde? —Pregunto Rebeca.

—A la discoteca, recuerda, ya soy mayor de edad.

—Cierto, me habías comentado que querías ir.

—Ustedes siempre van, y no me invitan.

—Ya sabes el porqué, no es que seamos malos.

—Sí, lo sé, tranquila.

—¿Tus padres que dicen?

—Que disfrute, pero con cuidado.

—Claro, sobre todo a la hora de tomar licor.

—Pero ya he tomado algunas bebidas.

—No es lo mismo que tomes con tu familia en casa que en la calle niña. Sobre todo en esos lugares, hay que estar pilas.

—Sí, lo entiendo, ¿me acompañas?

—Lo siento, pero el fin de semana que viene tengo turno, y no podré cambiarlo.

Alessia fingió una sonrisa triste.

—¿Cómo que no puedes?

—Mi niña no puedo, ese fin de semana me toca en la clínica de tu padre, y con quien siempre cambio turno, está de vacaciones.

—Si le digo a mi papá que te dé el día libre.

—Alessia, no, eso no —Rebeca negó—. Pero no te preocupes, podemo
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