Capítulo 67
Dicho esto, Cintia desapareció de inmediato, antes de que su hermano pudiera responder, temiendo haber despertado su ira.

—Me preocupaba que la señorita Cintia, con la pierna lastimada, pudiera sentirse deprimida, pero parece que todo está bien —comentó Alicia. Lo que no dijo en voz alta era que, para alguien con una pierna rota, Cintia no solo tenía el rostro algo pálido, sino que parecía llena de energía; pensamiento rápido, palabras afiladas, y, si hacía falta, hasta huía con sorprendente agilidad.

Tras decir esto, Alicia miró a Álvaro y preguntó:

—Señor, si desea ver a la señora Saavedra, puedo llamarla por usted.

Álvaro se quedó en silencio durante un largo momento.

Cintia no entendía lo que le pasaba, y ni él mismo estaba seguro. Sí, deseaba el divorcio, pero nunca había planeado tener a Gabriela “guardada” en otro lugar. Sin embargo, algo dentro de él hervía al recordar cómo ella lo ignoraba, cada vez con más determinación.

—No quiero verla. No es necesario —respondió finalmente
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