Capítulo 69
Pequeña Gabriela, en aquellos días llamada Noelia, había sido la niña obediente de su madre. Aunque no recordaba la escena, el impacto se mantenía en ella, adherido como una promesa silenciosa: quedarse en silencio, a la espera de su madre, aun cuando nunca llegó.

Ese era el origen de su pérdida del habla.

Cuando Gabriela despertó, el dolor la atravesaba, desgarrador, y no pudo contener un llanto incontenible, un llanto que venía desde lo más profundo de su ser.

Cristóbal guardó silencio, permaneciendo a su lado en respetuoso apoyo.

La sesión de terapia ya había terminado, y afuera esperaba el siguiente paciente: Hans. Desde su asiento frente a la puerta, escuchaba claramente el sonido desgarrador de los sollozos de Gabriela. La asistente de Cristóbal, con voz baja, le sugirió:

—¿Por qué no espera en la sala de descanso? Parece que la paciente anterior está teniendo algunos inconvenientes.

Hans se acomodó sin inmutarse en el sofá de la sala de espera, cruzando una pierna y entrelazando
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