Capítulo 462
A un lado, Cristóbal la observó con atención. Nadie imaginaría que, tras esa apariencia segura y tranquila que mostraba, su alma nunca había hallado un verdadero descanso.

Durante mucho tiempo, lo consumía una rabia silenciosa, un ansia de venganza para hacer justicia por su madre y por sí mismo. Pero, en aquel instante, compartiendo el viento y el sol con Gabriela, sintió como si algo dentro de él se aligerara. Tal vez el cielo, compadeciéndose de su oscuridad, le estaba regalando un poco de luz.

—Aquí tienes a dos muchachas filipinas para tus necesidades cotidianas —explicó Cristóbal—. Sus habitaciones están fuera de la casa principal, así que no te molestarán cuando quieras estar tranquila.

Vio que Gabriela lucía algo cansada y decidió no quedarse mucho tiempo.

—También vivo cerca. Si necesitas cualquier cosa, avísame y vendré lo antes posible.

—Cristóbal, no soy una niña. No te preocupes tanto —replicó ella.

—Solo quiero que sepas que aquí vas a estar muy segura y puedes hacer lo q
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