«Un bebé valiente merece una madre valiente», pensó.Si los Rojo quisieran matarla, la habrían llevado a algún paraje solitario y le habrían metido una bala. ¿Por qué tanta molestia?Un grupo de criados, todos con uniformes, le abrió la puerta.Cuando entró, una criada se agachó a sus pies para ayudarla a ponerse zapatillas de casa. Gabriela no estaba acostumbrada a tales atenciones.Mientras Gabriela se internaba en la casa, los sirvientes se miraron entre sí y luego salieron en fila por la puerta principal.Gabriela, alerta, giró la cabeza para verlos marcharse, cuando de pronto, una voz familiar y entusiasmada la sobresaltó:—¡Señora Saavedra! ¡Por fin llegó!Gabriela se quedó helada, como si le hubiera caído un balde de agua fría.Esa voz… Alicia.Alicia era quien crio a Álvaro en la familia Saavedra. No había forma de que los Rojo la hubieran involucrado en esto.Eso significaba que tanto Gabriela como los Rojo habían sido engañados.Quien la había traído aquí no eran los contacto
Álvaro ya ni recordaba cuándo, ni quién, le había comentado una vez que el amor vuelve a la gente humilde.En aquel momento, había tomado esa frase como una tontería.Jamás imaginó que llegaría el día en que le tocaría a él.¿Su lógica, su dignidad, su orgullo?Todo eso que antes consideraba sagrado empezó a hacerse polvo desde el momento en que Gabriela habló de divorcio. Y nada, ni nadie, pudo detener ese derrumbe.Álvaro había intentado resistirse con todas sus fuerzas.Pero al ver que oponerse era inútil, y después de entender que en realidad no valía la pena luchar, se sentó sobre las ruinas de su dignidad y contempló, tranquilo, cómo todo se desmoronaba.No importaba.Si el futuro con Gabriela requería sacrificar su orgullo, su razón y su dignidad, lo haría sin titubear, y lo haría con gusto.Poco después de que Gabriela partiera hacia Midred, Kian atrapó al chofer que los Rojo habían enviado por ella, atándolo de pies y manos, y trajo de vuelta al jardinero que habían dejado rem
Y en ese breve lapso, conoció a Eliseo, un hombre libre, bohemio y experto en el juego del amor. Fue fácil para él conquistar a una muchacha ansiosa de libertad y sobreinocente.En el diario, ella no hablaba de un amor profundo por ese hombre, pero la oposición de sus padres lo empeoró todo, como un catalizador.De pronto, ella se empeñó en resistir hasta el final, quería ganar por una vez.Ganó, sí. Pero el precio fue una década de locura y su propia vida.Anhelaba libertad, pero vivió siempre prisionera: primero de sus padres, luego de su esposo, y al final, incluso de su hijo.Álvaro nunca le mencionó a los Rojo ese diario.Pero hoy, después de poner su corazón sobre la mesa, ellos ni se molestaron en verlo.Igual que hace treinta años con su madre, volvieron a imponerle lo que creían «bueno», sin importar lo que él realmente necesitara.Era inútil seguir fingiendo.Mejor romperlo todo de una vez.—¡Álvaro! —gritó Carmen.El Ghost arrancó.Carmen, llorando, quiso correr tras el auto
Hasta ese momento, aunque Álvaro creyera que Gabriela esperaba el hijo de otro, siendo el hombre despiadado que era, matar un embrión le resultaría facilísimo. Y, sin embargo, no lo había hecho. Ni siquiera antes de su secuestro.Es más, en algún momento había dado a entender que la dejaría marcharse.Cualquier persona con dos dedos de frente veía que Álvaro no quería lastimar a Gabriela.Pero Cristóbal, siempre tan lúcido, parecía incapaz de entender esto.En su actitud había algo más, una aversión extraña hacia Álvaro.Al escuchar la pregunta de Rosalina, Cristóbal se quedó callado un segundo, aturdido.—Sis, estás imaginando cosas. Solo me preocupa Gabriela —respondió, frunciendo el ceño y evitando la mirada de Rosalina.Rosalina había visto crecer a Cristóbal. Conocía hasta sus más sutiles gestos.Enseguida supo que estaba mintiendo.Pero lo que realmente la inquietaba era otra idea que se había colado en su mente:Tal vez el resentimiento de Cristóbal no tenía nada que ver con Gab
En el fondo, deseaba que Cristóbal se alejara de todo lo que tuviera que ver con la familia Saavedra, y si era posible, que dejara Leeds también.Que regresara a W Harbor y se olvidara de este desastre.—Cristóbal, ya hiciste bastante. Gabriela no es tan frágil como imaginas. ¡Se pasea con Álvaro como si lo tuviera en la palma de la mano! —intentó convencerlo—. Si sigues metiéndote así, ¿realmente la ayudas? Solo empeoras la sospecha de Álvaro, y eso sí es peligroso para Gabriela. Ustedes eran médico y paciente, como muchos amigos… Mientras más te entrometas, más desconfianza tendrá Álvaro. Eso es perjudicial para Gabriela.Rosalina hizo una pausa y agregó:—¿O es que en realidad no te importa el bienestar de Gabriela y solo quieres fastidiar a Álvaro?—¡No es eso! —replicó Cristóbal con vehemencia.—Entonces vete a Leeds, aléjate de los problemas de este matrimonio y regresa a pedirle perdón a tu padre.Por primera vez, los hermanos se enfrentaban directamente, sin ceder ni un milímet
Kian se quedó pasmado, con ganas de cavar un hoyo y meterse dentro.Por su conocimiento de Álvaro, después de que Gabriela le pusiera esa enorme y brillante «corona de infidelidad», que Álvaro no la matara ya era un milagro.¿Reconciliarse? ¡Ni en sueños!Por eso, en su rabia e incomprensión, Kian había terminado rompiendo del todo con Gabriela.¿Quién iba a pensar que el sol saldría por el oeste? Álvaro, en vez de matarla o deshacerse del bebé, aceptaba criar a ese hijo extraño, con tal de no perderla.Gabriela no volvió a mirar a Kian, demasiado incómodo para su gusto.Mientras marcaba una videollamada para Soren, se alejó de Kian y de Alicia, buscando un rincón más apartado de la casa.La videollamada se conectó.Antes de que Soren pudiera decir nada, Gabriela le hizo señas con rapidez: "Usa lenguaje de señas."Soren captó la indirecta. Seguro había gente escuchando del otro lado.Con señas claras y concisas, comunicó: "Me pediste vigilar a Ivana. Ayer al amanecer, la acusaron de in
Mucho menos podía confiar en Kian.—No es nada —dijo con desgana, y subió las escaleras, sin darle más vueltas.Kian se quedó ahí, con la sonrisa congelada en la cara.—La señora Saavedra está irreconocible desde que está embarazada —comentó Alicia en voz baja, acercándose a Kian—. No te lo tomes personal, Kian. ¿Has oído hablar de las hormonas del embarazo? Causan cambios de humor.—¿Hormonas de embarazo? ¿Eso existe? —Kian frunció el ceño, incrédulo.—Claro. Algunas mujeres se vuelven muy temperamentales durante el embarazo —afirmó Alicia, con total seguridad.Kian asintió, pensándolo seriamente:—Ahora que lo dices, señora Saavedra empezó con los dramas justo desde que quedó embarazada, peleando sin parar con el señor Saavedra.—¡Exacto! Antes no entendía su comportamiento, pero ahora que sabemos que está embarazada, todo tiene sentido con lo de las hormonas —explicó Alicia, convencida.Kian puso una cara como si se hubiera tragado una mosca.Ese bastardito que crecía en su vientre
La habitación estaba cerrada, en completo silencio. Cualquier sonido mínimo sería audible.Gabriela respiraba agitada.La voz seguía resonando en su mente, una tortura sutil que le provocaba un dolor punzante en las sienes.—El que sabe nadar es Emiliano, el que no sabe nadar es Álvaro…Gabriela repitió esa frase en voz baja, como si quisiera convencerse.En ese momento, la puerta se abrió de pronto.Gabriela alzó la mirada y se encontró con Álvaro, que entraba sigilosamente, como un ladrón sorprendido in fraganti.Él se detuvo, paralizado un segundo, pero enseguida recobró la compostura:—¿Por qué sigues despierta?A la luz tenue, podía ver el sudor fino en la frente de Gabriela.Era evidente que había tenido una pesadilla.Álvaro se acercó y notó su respiración agitada:—¿Fue una pesadilla?Se sentó a su lado.Gabriela lo observaba con una intensidad inquietante, como si quisiera atravesarlo con la mirada, escudriñar lo más profundo de su ser.Hacía tiempo que no lo miraba así desde