Capítulo 210
Mientras tanto, Gabriela estaba en otra parte, con las manos y pies atados, la cabeza cubierta con algo así como un costal.

La camioneta en la que viajaba se movía a ratos con suavidad y otras veces con brusquedad. Había un olor a grasa y aceite bastante desagradable.

El saco que cubría su cabeza era de mala calidad, y en las zonas más iluminadas algo de luz se filtraba.

El vehículo anduvo durante horas sin detenerse.

Gabriela, con el estómago vacío, sentía un creciente dolor, pero aguantaba.

En cierto momento, el camino se volvió disparejo, la sacudía en cada bache, y ella instintivamente se encogió, temiendo que ese vaivén pudiera dañar al bebé.

El trayecto pareció eterno.

Por la sensación en su cuerpo, Gabriela intuyó que había pasado un día entero.

Sintió que se hacía de día, luego cayó la noche.

Sin comer ni beber nada, su cabeza empezaba a dar vueltas.

Al final, el vehículo se detuvo.

Gabriela estaba medio aturdida cuando abrieron la puerta y le quitaron la capucha.

Una luz inten
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