Pero su figura se perdió en un punto ciego sin cámaras. A partir de allí, ni rastro de ella.—Esta no es Gabriela —dijo Cristóbal en cuanto vio las grabaciones.En el video, la persona que salía no mostraba el rostro claramente. Vestía la misma ropa y su peinado, altura y estilo eran muy similares, pero Cristóbal estaba seguro de que no era ella.Solo era alguien muy, muy parecida.Además, era de noche y la iluminación complicaba aún más las cosas.Rosalina, con su ojo artístico y detallista, también notó que había algo raro en el video.—No te desesperes —dijo Rosalina, tomando a Cristóbal del brazo y alejándolo de la sala de monitoreo.—Sis, esa no es Gabriela. ¡Gabriela sigue ahí adentro o, peor aún, la sacaron a la fuerza para llevarla a otro lugar! —Cristóbal estaba realmente alterado.Tenía el presentimiento de que si no la encontraba ahora, tal vez nunca volvería a verla.—No podemos armar un escándalo ahí adentro. ¿Vas a meter la cabeza en la guillotina tú solito? Si haces algo
Mientras tanto, Gabriela estaba en otra parte, con las manos y pies atados, la cabeza cubierta con algo así como un costal.La camioneta en la que viajaba se movía a ratos con suavidad y otras veces con brusquedad. Había un olor a grasa y aceite bastante desagradable.El saco que cubría su cabeza era de mala calidad, y en las zonas más iluminadas algo de luz se filtraba.El vehículo anduvo durante horas sin detenerse.Gabriela, con el estómago vacío, sentía un creciente dolor, pero aguantaba.En cierto momento, el camino se volvió disparejo, la sacudía en cada bache, y ella instintivamente se encogió, temiendo que ese vaivén pudiera dañar al bebé.El trayecto pareció eterno.Por la sensación en su cuerpo, Gabriela intuyó que había pasado un día entero.Sintió que se hacía de día, luego cayó la noche.Sin comer ni beber nada, su cabeza empezaba a dar vueltas.Al final, el vehículo se detuvo.Gabriela estaba medio aturdida cuando abrieron la puerta y le quitaron la capucha.Una luz inten
El jardinero mantuvo la mirada perdida en el mar:—En ese medio año, la señorita Sofía conoció a Eliseo Saavedra, y se enamoró tan ciegamente que ni caso hizo a las advertencias de sus padres. Se casó creyendo que vivía una historia de amor. Pero Eliseo ya era infiel incluso antes de la boda, y después fue peor: una mujer tras otra, como un puñal retorcido en el corazón de la señorita Sofía, hasta dejarla hecha trizas.Desvió la mirada del mar y la fijó en Gabriela:—No entiendo por qué alguien que recibe amor verdadero lo traiciona. ¿Por qué no divorciarse si ya no la ama? ¿Por qué ensañarse y torturarla de esa manera?Los ojos del jardinero brillaron con un odio desbordante:—La señorita Sofía era nuestro tesoro más preciado. Y terminó cubierta de sangre, ahorcada en el árbol que ella misma plantó de niña. Yo…Se golpeó el pecho con la mano.—Fui el primero en encontrarla. Ya estaba muy delgada, parecía una cometa rota colgando del árbol. Desde entonces, siempre la sueño con diecioch
Desde niña había escuchado que, cuando uno muere, la vida entera desfila ante los ojos como en un carrusel de recuerdos. Antes dudaba, pensaba que la muerte era tan rápida que no había tiempo para repasar una vida.Ahora, al sentir cómo se hundía en la oscuridad, entendía que los viejos no mentían.En su mente aparecieron sus padres haciéndola reír, la imagen ensangrentada de su padre atrapado en el asiento del auto diciéndole a su madre que escapara, la última vez que vio a su mamá…Luego, la vieja camioneta del campo, los años en Mar de Cristal donde creció haciendo travesuras, las tías, tíos y primos que la protegían, las peleas con sus hermanos adoptivos y, por supuesto, Emiliano, su querido Emiliano…Todos sus seres amados pasaron frente a sus ojos.Cuando creyó que el paseo llegaba a su fin, apareció Álvaro.Vestía su rígido traje oscuro, y al darse vuelta a mirarla, tenía el rostro empapado en lágrimas…En el muelle, varios autos llegaron a toda velocidad.Del primero de ellos b
Pero ella estaba agotada, deseando solo cerrar los ojos y dormir.Sus párpados se volvían cada vez más pesados. Estaba a punto de ceder a ese cansancio, cuando escuchó una vocecita suave y tierna:—¿Tú eres mi mamá?Desconcertada, Gabriela abrió los ojos.Frente a ella había un pequeño ser, un niñito con mejillas regordetas y una carita adorable, que la miraba con cierto enfado, cruzando sus bracitos regordetes.Gabriela recordó de pronto: estaba embarazada.Casi sin pensar, respondió con voz suave:—Sí, yo soy tu mamá.El pequeño frunció el ceño, con un puchero en los labios:—Si eres mi mamá, ¿por qué estás tirada aquí? ¿Por qué no vienes a abrazar a tu bebé?Aunque se sentía agotada, al escuchar esas palabras Gabriela se incorporó. Con una sonrisa cariñosa, se acercó y se puso en cuclillas para abrazar a su bebé imaginario:—Mi amor, no puedes ser como tu papá, siempre enojado.Sintió cómo el niño la rodeaba con sus brazos gorditos, apoyando la cabeza en su hombro:—De acuerdo, el b
Para formular cada pregunta, Gabriela tenía que pensárselo mil veces.—Carmen me lo dijo —Gabriela bajó la mirada, sin atreverse a ver a Álvaro—. El lugar donde ocurrió el accidente era el terreno donde querías construir un teatro para mí.Álvaro se sobresaltó un poco.No esperaba que Gabriela hablara de eso tan pronto.—Álvaro —lo llamó con suavidad.Al oír su nombre en la voz de Gabriela, Álvaro sintió un calor intenso invadirle los ojos. Era la primera vez que ella lo llamaba.—Antes podíamos terminar en buenos términos, sin llegar a esto —dijo ella, con las palabras pausadas.—Sí, tenías razón… No debimos terminar así —murmuró Álvaro—. ¿Por qué? ¿Por esos tres meses? ¿Tres meses pueden borrar tres años? Antes yo creía que te querías ir por lo de Noelia, pero cuando supiste que entre ella y yo no pasó nada, ni siquiera así cambiaste de idea.Levantó la mirada. Tenía los ojos enrojecidos.—Gabriela, ¿de verdad amas a Cristóbal?Álvaro sabía que Gabriela había desaparecido y revisó la
Entregaría todo sin pelear: su nombre, la fortuna que él mismo había transferido a su nombre. Todo, con tal de librarse de él.Durante todo el tiempo que Álvaro la había perseguido, la rabia lo consumía. Quería estrangularla por su frialdad.Pero el miedo a perderla, al verla casi ahogarse, había borrado todo rencor.—Sí —Gabriela no se molestó en dar más explicaciones.—¿Tienes miedo de que me vengue? —preguntó Álvaro.En el fondo, él lo entendía. Su reputación era la de un hombre despiadado.El rumor de que era un verdadero demonio estaba por todos lados.—Sí —asintió Gabriela, sin rodeos.A Álvaro le dolió tanto que sintió un sabor metálico en la garganta.—Gabriela, ¿cuándo te he dañado de verdad?Incluso cuando creyó que ella lo engañaba, se desquitó culpando a Cristóbal, no a ella. Jamás la había lastimado físicamente. Ni una vez.Los dedos de Gabriela temblaron ligeramente.—¿No lo hiciste? —alzó la mirada hacia Álvaro.La mirada de Álvaro vaciló."Álvaro, en serio pensaba que p
—Gabriela, te amo —dijo Álvaro, mirándola a los ojos. Las lágrimas rodaban por su rostro, y su voz temblaba.El corazón de Gabriela pareció encogerse en un puño invisible.—Álvaro, ¡reacciona! —Gabriela se incorporó como pudo, se arrodilló en la cama y le agarró los hombros, sacudiéndolo con fuerza—. Eso que dije fue para burlarme de ti y de Noelia, ¡no para que tomes al pie de la letra lo de aceptar un hijo ajeno!—Estoy muy consciente, más que nunca —respondió Álvaro, con una determinación inquebrantable—. Solo quiero que vuelvas a mi lado. Aceptaré al bebé, dejaré en paz a la familia Zambrano, y por más que haya problemas con la gente de Leeds, prometo que siempre dejaré una salida para ellos.En la vida hay que saber ceder para ganar.Álvaro, tan orgulloso, lo comprendía ahora.Si tenía que elegir mil veces entre su orgullo y Gabriela, mil veces elegiría a Gabriela.—¡No, no lo acepto! —una voz anciana pero firme retumbó en la habitación.La puerta se abrió de golpe.Carmen entró,