En esta colaboración, la empresa de inversiones que dirige Leandro también había entrado como socia.Llegó un poco tarde, y cuando Laura regresó al salón, encontró a Álvaro conversando con Leandro.La expresión de Álvaro ya lucía normal, como si nada hubiese pasado.—Señor Saavedra.—Señorita Fernández, hoy está usted especialmente radiante —saludó Leandro con una sonrisa.—Señor Muñoz —Laura inclinó ligeramente la cabeza en señal de respeto.—Iré a saludar a unos conocidos por allá —dijo Leandro, captando la señal de que Laura necesitaba hablar con Álvaro en privado, y se retiró con discreción.—¿Qué pasa? —preguntó Álvaro.—Acabo de recibir noticias: Oliver planea anular la identidad de la señora Saavedra —respondió Laura con seriedad.Álvaro se quedó helado un segundo:—¿Anular su identidad?—Sí —asintió Laura—. Deben saber que convencerlo de divorciarse no es fácil, así que han optado por hacer que el nombre de «Gabriela García» desaparezca, darle una nueva identidad y mandarla a o
—¡Julio, no la insultes así! ¡No la conoces! Ella no es así, ¿entiendes? Lo hizo para darnos a nosotros en Leeds un respiro y la oportunidad de contraatacar —Cristóbal, que siempre había respetado muchísimo a su hermano, por primera vez se atrevía a alzar la voz de esa manera.Julio lo miró como si fuera un total imbécil, rodó los ojos y, sin ganas de perder más tiempo, se alejó haciendo llamadas para coordinar la estrategia mediática.Cristóbal revisó las noticias en su teléfono, luego miró de reojo a Gabriela.Ella también veía su celular. Estaban lo suficientemente lejos como para que él no pudiera distinguir su expresión, pero de alguna manera podía sentir que estaba triste.Cristóbal bajó la mirada con un dejo de culpa e incomodidad.En cuanto salió la noticia, Rosalina se la mostró a Gabriela.Ella vio la información y luego revisó los comentarios asociados, donde la reacción del público era incluso más fuerte de lo que había anticipado.Estaba claro que alguien dirigía la opinió
Cristóbal, por supuesto, no estaba dispuesto a ceder.Sabía que en este momento, quien quería ponerle trabas a Gabriela, impidiéndole salir de Midred, no podía ser otro que Álvaro. Nadie más.—¡Hazme caso!Gabriela sujetó la mano de Cristóbal con fuerza, y con señas le indicó:—Si realmente es obra de Álvaro y tú te resistes a la autoridad, caerás en su trampa y podrían arrestarte. Regresa a Leeds, ¡yo estaré bien!Gabriela lo miró a los ojos, esperando su asentimiento.—Gabriela, llamaré a un abogado enseguida —dijo Rosalina, intentando sonar tranquila—. No tengas miedo.Al terminar de hablar, Rosalina dejó a un lado cualquier aire de superioridad y sonrió amablemente a los oficiales:—Disculpen, ¿podrían mostrarme sus credenciales de nuevo? Ella está embarazada, comprenderán que no podemos dejar que se la lleven desconocidos así sin más. Si le pasa algo, la responsabilidad sería enorme.Rosalina tenía razón, y los oficiales volvieron a mostrar sus identificaciones.Rosalina hizo que
Al escuchar su voz, los ancianos se quedaron estupefactos.—¿Tú… sabes hablar? —murmuró Carmen, pasmada.—Cristóbal me curó —contestó Gabriela con el mismo tono pausado—. No puedo… ¡dejar que lo destruyan!—¿Y por eso metes a Álvaro en el infierno? —gritó Carmen.Gabriela frunció el ceño y bajó la mirada:—¡Él empezó primero! ¡Yo solo… quería terminar en buenos términos!Oliver miró a su esposa, que temblaba de rabia, y luego a Gabriela.—Gabriela, ¿tú viste esos videos?Gabriela alzó la vista hacia él, sin contestar. Su silencio fue suficiente confirmación.—Fue algo terrible, ¿verdad?Gabriela siguió en silencio.—Más de veinte muertos, y más de treinta heridos —continuó Oliver.Gabriela frunció el ceño con más fuerza al escuchar esos números.—Después del accidente, Álvaro no perdió ni un segundo. Fue personalmente al lugar a encargarse de todo —continuó Oliver, mirando a Gabriela con una frialdad creciente—. ¿Sabes dónde ocurrió el accidente?Gabriela negó con la cabeza.La verdad,
—¿De qué te sorprendes, si hasta un bebé tienes? ¿A quién crees que engañas con esa cara? —Carmen alzó la voz, molesta hasta el punto de sentir dolor en el pecho.Ella había pensado que Gabriela era otra Sofía, y Álvaro otro Eliseo, esos mismos hombres despreciables que había sufrido en el pasado.Resulta que, al final, el que salía lastimado era su familiar, al igual que antes lo fueron Sofía y ahora Álvaro.Lo habían tomado como un sustituto, y después de hundirlo en el fango, ¡ella se iba con otro!Carmen, de solo pensarlo, sentía que el corazón se le hacía trizas.—No tiene caso seguir hablando —dijo Oliver, con voz fría—. Solo respóndeme si vas a hacerlo o no.Gabriela negó con la cabeza.Que la destruyeran a ella no importaba, pero no iba a permitir que arrastraran a Cristóbal.—Busquen otro método. Mientras no involucren a inocentes, no me importa —indicó Gabriela con señas.Oliver esbozó una sonrisa irónica:—Entiendo, escogiste al clan Zambrano.—¡Les dije que no quiero involu
Pero su figura se perdió en un punto ciego sin cámaras. A partir de allí, ni rastro de ella.—Esta no es Gabriela —dijo Cristóbal en cuanto vio las grabaciones.En el video, la persona que salía no mostraba el rostro claramente. Vestía la misma ropa y su peinado, altura y estilo eran muy similares, pero Cristóbal estaba seguro de que no era ella.Solo era alguien muy, muy parecida.Además, era de noche y la iluminación complicaba aún más las cosas.Rosalina, con su ojo artístico y detallista, también notó que había algo raro en el video.—No te desesperes —dijo Rosalina, tomando a Cristóbal del brazo y alejándolo de la sala de monitoreo.—Sis, esa no es Gabriela. ¡Gabriela sigue ahí adentro o, peor aún, la sacaron a la fuerza para llevarla a otro lugar! —Cristóbal estaba realmente alterado.Tenía el presentimiento de que si no la encontraba ahora, tal vez nunca volvería a verla.—No podemos armar un escándalo ahí adentro. ¿Vas a meter la cabeza en la guillotina tú solito? Si haces algo
Mientras tanto, Gabriela estaba en otra parte, con las manos y pies atados, la cabeza cubierta con algo así como un costal.La camioneta en la que viajaba se movía a ratos con suavidad y otras veces con brusquedad. Había un olor a grasa y aceite bastante desagradable.El saco que cubría su cabeza era de mala calidad, y en las zonas más iluminadas algo de luz se filtraba.El vehículo anduvo durante horas sin detenerse.Gabriela, con el estómago vacío, sentía un creciente dolor, pero aguantaba.En cierto momento, el camino se volvió disparejo, la sacudía en cada bache, y ella instintivamente se encogió, temiendo que ese vaivén pudiera dañar al bebé.El trayecto pareció eterno.Por la sensación en su cuerpo, Gabriela intuyó que había pasado un día entero.Sintió que se hacía de día, luego cayó la noche.Sin comer ni beber nada, su cabeza empezaba a dar vueltas.Al final, el vehículo se detuvo.Gabriela estaba medio aturdida cuando abrieron la puerta y le quitaron la capucha.Una luz inten
El jardinero mantuvo la mirada perdida en el mar:—En ese medio año, la señorita Sofía conoció a Eliseo Saavedra, y se enamoró tan ciegamente que ni caso hizo a las advertencias de sus padres. Se casó creyendo que vivía una historia de amor. Pero Eliseo ya era infiel incluso antes de la boda, y después fue peor: una mujer tras otra, como un puñal retorcido en el corazón de la señorita Sofía, hasta dejarla hecha trizas.Desvió la mirada del mar y la fijó en Gabriela:—No entiendo por qué alguien que recibe amor verdadero lo traiciona. ¿Por qué no divorciarse si ya no la ama? ¿Por qué ensañarse y torturarla de esa manera?Los ojos del jardinero brillaron con un odio desbordante:—La señorita Sofía era nuestro tesoro más preciado. Y terminó cubierta de sangre, ahorcada en el árbol que ella misma plantó de niña. Yo…Se golpeó el pecho con la mano.—Fui el primero en encontrarla. Ya estaba muy delgada, parecía una cometa rota colgando del árbol. Desde entonces, siempre la sueño con diecioch