Capítulo 144
Cuando Alicia vio bajar a Álvaro, lo observó con evidente nerviosismo. Esperó a que colgara el teléfono y, con cautela, le preguntó:

—Señor, ¿qué le gustaría cenar a usted y a la señora Saavedra?

Su voz se volvió un poco más tenue cuando añadió:

—La señora Saavedra apenas comió al mediodía. Debe tener hambre…

Álvaro, recordando la actitud de Gabriela de querer alejarlo y entregarlo a otra mujer, sintió una oleada de rabia que lo quemaba por dentro.

—¡Que se muera de hambre, me da igual! —soltó en un tono gélido.

Alicia palideció y se quedó completamente inquieta.

Al ver su reacción, la frustración de Álvaro creció aún más.

—Hazle algo que le guste, lo que sea. ¿Crees que si digo que la deje morir de hambre, de verdad lo haría? —bufó.

—¡Sí, claro, lo entiendo! —asintió Alicia rápidamente, y se apresuró a ir a la cocina.

Álvaro seguía sintiéndose consumido por una rabia latente, esa clase de enojo que no podía simplemente ignorar.

Así que decidió ir a la cocina también, en busca de un va
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