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Capítulo 4. ¡Vete al lugar seguro!

Mi rutina era sencilla: Evitaba a todos y a todas las lobas del lugar mientras me concentraba en limpiar a fondo la casa de la manada. Después, iría directo con el Señor Fred para que siguiera dándome un poco de teoría ya que no poseía la fuerza y los músculos suficientes para comenzar con un verdadero entrenamiento.

Las comidas desde que llegué a la manada eran mucho mejores que mi antigua prisión, pero no conseguía recuperar peso.

Mis ocupadas tardes no pasaron desapercibidas por mucho tiempo porque pocos días después, el Alfa Bastian me dijo que fuera a su oficina después de limpiar la cocina.

-Toma asiento, Rose. – Dijo en cuanto llegué. – Iré directo al grano ya que no tengo tiempo, quiero saber ¿Qué es lo que haces cuando sales de aquí? Tengo reportes de mis exploradores viendo cómo te escabulles al bosque y Susan dice que no llegas a dormir hasta bien entrada la noche.

-Limpio la cabaña del señor Fred. – Dije en el mismo tono que usaba cada que hablaba con él… y con cualquiera en este lugar que no fueran Chase y el señor Fred.

Él me miró entrecerrando los ojos.

-¿Tan sucia está que debes de limpiarla todos los días por horas?

-Si. – Dije con una expresión en blanco.

No es como si mi “entrenamiento” o lo que sea fuera secreto, pero prefería que nadie supiera que podía defenderme en caso de ser necesario si seguía aprendiendo del lobo mayor. Chase y el señor Fred estaban de acuerdo en mantener mis actividades extracurriculares para ellos mismos.

-Entonces, si vamos ahora mismo a ver al lobo en cuestión, ¿Dirá la misma historia?- Dijo con un gruñido furioso queme puso tensa de inmediato.

-Si.

Me miró como si no me creyera y volvió a abrir la boca solo para cerrarla en cuanto la puerta de su oficina se abrió de repente.

-Alfa, el lado Norte ha tenido una falla de seguridad. – Dijo un hombre respirando agitadamente.

Bastian maldijo y me mando a terminar mis deberes. Con esa despedida, salí gustosa de la habitación.

-No quiero ninguna incursión nocturna hoy, humana. Te quedas aquí hasta nuevo aviso. – Dijo gruñendo a mi espalda.

Hice una leve inclinación de cabeza para indicarle que había escuchado, pero no cambié de dirección.

En el tiempo que había estado por aquí me di cuenta de tres cosas:

Los hombres lobo realmente odiaban a los humanos.

No les gusta que los mires fijamente porque sienten que los estás retando de alguna retorcida manera.

Clarissa era la perra más loca del lugar y si veía más tiempo del necesario a su pareja, utilizaría el punto número uno y dos para sacarme los ojos.

No gracias; mejor evitar a ambos lobos como la peste.

Como Bastian no me dijo en dónde se suponía que tenía que esperar después de terminar con mis deberes, terminé acampando en la cocina. De todas formas tenía hambre y aquí no entraba la pareja Alfa a la que trataba de evitar.

Hubo un revuelo con algunos lobos entrando y saliendo por la puerta delantera y trasera, pero los ignoré y me dirigí directa a la cocina. No era mi asunto, solo esperaba que no fueran a las habitaciones con alfombra porque entonces lloraría, literalmente. Sacar todo ese pelo de la alfombra era una locura que consumía al menos tres horas.

Cuando estuve sola en la cocina, me dirigí directa hacia el refrigerador que contenía las sobras del día anterior; no me permití nunca tomar comida fresca por si era una especie de broma retorcida que pudiera comer todo lo que quisiera sin que se sumara a mi deuda.

Estaba tomando un tazón pequeño cuando se abrió la puerta.

-¡Rose! ¿Sabes lo que está pasando? – Preguntó emocionado Chase viniendo directo hacia mí.

-No realmente. – Dije encogiéndome de hombros. – Deberías estar en tu habitación, no creo que a tus padres les guste que no estes en un lugar seguro en este momento.

Chase estrechó los ojos igual que su padre y no pude evitar sonreír al verlo.

-¡Ajá! ¡Lo sabía! Tú sabes qué es lo que está pasando. – Dijo dando pequeños saltitos. – Cuéntame todo.

-Yo no sé…

-Te daré una gran barra de chocolate. – Dijo meneando las cejas el pequeño bribón.

-Bien. – Dije estirando la mano por mi soborno. Chase sacó una barra de hermoso chocolate de su pantalón y me lo entregó sin más. – Todo lo que sé es que hay una falla de seguridad en el lado Norte, lo que sea que eso signifique.

Comencé a comer mi barra de chocolate mientras Chase miraba pensativo hacia el techo.

-La manada más cercana en el lado Norte son los Skilltown. Hemos tenido algunos roces con ellos los últimos meses, así que es probable que se hayan infiltrado en nuestro territorio.

Fue mi turno de estrechar los ojos en su dirección.

-¿Y tú cómo lo sabes?

Estaba cien por ciento segura de que no hablaban de temas “importantes” en su presencia. De hecho, estaba segura de que no hablaban de nada en absoluto con él ya que sus padres lo ignoraban la mayor parte del tiempo y no tenía permitido hablar con él el resto de la manada. Bastardos.

-Me lo contó un pajarito. – Dijo mirándome inocentemente hasta que le arqueé una ceja. – Bien. El señor Fred me lo dijo.

-¿Te lo dijo o lo escuchaste por casualidad?

-No hay diferencia. – Dijo con una risita. – Como sea, me encantaría estar allá fuera y ver a papá luchar.

Yo parpadeé.

-Luchar como… ¿Usar sus puños?

-No. – Dijo rodando los ojos. – Somos lobos, duh, así que usamos nuestras garras y colmillos. – Dijo haciendo ademán de rasgar y morder en el aire.

-Encantador. – Dije divertida.

-¡Exacto! Quizá comencemos una guerra y papá me deje…

El sonido de cristal rompiéndose nos congeló a ambos. Un par de segundos después se escucharon varios cristales romperse y el cachorro comenzó a temblar.

Ni siquiera iba a meterme con él por estar asustado cuando claramente había estado muy emocionado por la acción de afuera segundos antes. Miré a mi alrededor para buscar un sitio en dónde escondernos ya que el pasillo para salir de la cocina solo conducía hacia el Gran salón… justo donde se escuchaban los vidrios romperse.

-Si estamos siendo invadidos, solo es cuestión de tiempo antes de que lleguen hasta aquí. – Susurró Chase sin dejar de temblar.

-Vamos. – Dije agachándome y tomándolo en brazos. – Eres lo suficientemente pequeño como para poderte esconder en una de las repisas elevadas.

Lo subí sobre mis hombros acallando sus suaves protestas y luego lo empujé todo lo que pude para que subiera a la repisa justo por encima del refrigerador. Mi tobillo protestó, pero apreté los dientes.

-¿Qué hay de ti? – Dijo cuando había metido todo su cuerpo.

-No te preocupes por mí, solo te escondo por precaución, pequeño. Estoy segura de que no está pasando nada interesante afuera. – Dije con una sonrisa fingida antes de tomar la escoba y empujar la puerta de la repisa con el palo. – Ahora calla y no salgas por nada del mundo.

Con Chase escondido, quise averiguar un poco yo misma, así que abrí una rendija con la puerta para poder ver la situación en el pasillo; se veía despejado. No había querido preocupar a Chase, pero por lo poco que había leído en libros de fantasía, un ataque de otra manada nunca eran buenas noticias.

Para llegar hasta aquí tenías que recorrer un corto pasillo; nunca le encontré sentido más allá de lo estético pero, ¿Quién era yo para saber de arquitectura? Quizá este jodido pasillo era una estructura super importante.

Tomé una respiración honda y abrí la puerta corriendo lo mejor que podía hasta el otro extremo. Abrí la siguiente puerta y vi que el salón estaba cubierto de cristales rotos y muebles volcados. Podía escuchar ahora que estaba más cerca, que había una gran conmoción llena de gruñidos en el piso de arriba. Por el momento todo por aquí estaba despejado.

Regresé rápidamente con el corazón desbocado al escuchar el ruido de otra ventana al ser destrozada. Esperaba equivocarme, pero creí que se  trataba de la única ventana que tenía la zona de la cocina.

Un gruñido amenazador me congeló unos segundos antes de que mi mente comenzara a trabajar a toda prisa; si me escondía en el costado por el que se abría la puerta, cuando ésta se abriera había muy altas posibilidades de que no me notará el lobo si salía corriendo por el pasillo. O también había altas posibilidades de que me olfateara y quizá quisiera un trozo de mí. Me gustaba pensar positivo, así que recé por la primera opción antes de esconderme detrás de la puerta y volver a rezar por no morir aplastada.

Un par de minutos después la puerta se abrió abruptamente y salió un enorme lobo que, contrario a lo que podría haber previsto, me miró directo a los ojos en vez de seguir su camino.

Bueno, no me iría sin luchar.

Adopté la postura que me había enseñado el señor Fred y controlé mi respiración antes de que el lobo se abalanzara hacia mi garganta.

Levanté mi pierna izquierda sin pensar en el dolor que eso me traería después a mi otro pie e intercepté al lobo en el aire.

Ambos estábamos sorprendidos de que el movimiento funcionara y él cayera de espaldas. Ese segundo de confusión bastó para que ninguno de los dos se diera cuenta de que no estábamos solos en el pasillo.

Otro lobo de color marrón salió de la nada y atacó al lobo que se encontraba rodando para levantarse; observé horrorizada y fascinada al mismo tiempo cómo el lobo marrón mordía la garganta de su oponente antes de girar la cabeza rápidamente y dejar caer al lobo con un crujido que me causó un escalofrío.

Entonces, un tipo desnudo estaba delante de mí mirándome como si estuviera loca.

-¡¿Qué m****a estás haciendo aquí?! ¡Vete al lugar seguro!

Me tomó la mitad de su grito darme cuenta de que era el lobo que había conocido en el bosque, el que pensaba que estaba escapando.

-¿Qué lugar seguro? – Pregunté temblando un poco por la adrenalina de la batalla.

Me miró exasperado.

-El lugar que…

Se detuvo abruptamente y su expresión se suavizó.

-Supongo que nadie te dijo dónde estaba el lugar seguro, ¿O me equivoco?

Negué lentamente con la cabeza y él soltó un suspiro.

-Bien, solo vamos a…

La puerta de la cocina volvió a abrirse abruptamente y dos lobos enormes se detuvieron mirando del cadáver a nosotros. El tipo desnudo me empujó detrás de él y gruñó una amenaza.

Supongo que no era tan intimidante porque ambos lobos tomaron impulso para ir por su garganta.

-Demonios, ¡Corre a esconderte!

Y con eso último se transformó y comenzó a luchar él solo.

Con más valentía que un verdadero plan, aproveché un hueco de la pelea para colarme de nuevo por la cocina y buscar un cuchillo o lo que sea para poder ayudar al lobo antes de recordar que yo no tenía ningún jodido tipo de entrenamiento y, muy probablemente, estorbaría más que ayudar.

De todas formas tomé un cuchillo y luego me asomé por el enorme hueco en la ventana de la cocina hacia el exterior. Parecía despejado y ésta ubicación había dejado de ser segura.

-Chase. – Murmuré con urgencia. – Sal, debemos irnos de aquí.

El niño salió de su escondite y me miró asustado. Recordé las palabras del otro lobo y le pregunté suavemente sobre el “lugar seguro”.

-Se encuentra bajando por la puerta trasera de la casa de la manada, justo en esa dirección. – Dijo el pequeño señalando el pasillo por el que aun se escuchaba la pelea mientras lo bajaba de la alacena.

-Bueno, no creo que podamos pasar por el pasillo, así que tendremos que improvisar. – Dije bajito con temor a que me escucharan. - ¿Hay algún otro lugar seguro al que podamos ir y que se encuentre cerca?

El pequeño frunció el ceño antes de asentir.

-Solo se me ocurre correr hasta la casa del señor Fred; tiene una habitación segura debajo de su cabaña.

-¿Te lo dijo un pajarito también? – Dije con un intento de humor volviendo a asomarme por la ventana rota. Despejado.

-No. Mi padre me llevó para enseñarme a construir la habitación segura porque dijo que todos los lobos debían de poder estar seguros en cualquier momento.

-Suena sensato. – Dije dándole una sonrisa temblorosa. – Bien, creo que esta es nuestra única vía segura a menos de que rodeemos la casa. – Dije señalando la ventana. – Necesito que te transformes y que corras sin mirar atrás. Yo te estaré siguiendo.

-Pero…

-Ahora, cachorro. – Dije dándole mi mejor mirada de “no acepto mierdas”.

Se transformó y comenzó a gimotear. Dejé el cuchillo y lo recogí suavemente y lo empujé por la ventana antes de subir una pierna por la encimera y comenzar a seguirlo en cuanto quité algunos vidrios de las cercanías.

No los quité del todo bien y lo supe en cuanto comenzaron a sangrar algunos pequeños cortes en mis brazos y piernas a los que no les di importancia mientras me empujaba hacia el exterior.

Caí en un lío de brazos y piernas. Tomé una respiración profunda y me concentré en nuestro alrededor; Chase se encontraba dándome la espalda y vigilando el entorno también.

-Guía el camino, Chase. Yo te seguiré. – Dije con urgencia cuando el sonido de una pelea llegó desde un costado de la casa.

Enseguida Chase partió y yo lo seguí lo mejor que puse esquivando algunos troncos caídos, raíces y vegetación en general por el bosque rumbo a la casa del Señor Fred.

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