Lo primero que hice después de tranquilizarme fue salir del gimnasio y dirigirme hacia la oficina de Rowan. En mi tiempo aquí me había enterado de que el tipo era algo así como la niñera, contador, ejecutor, manicurista… en fin, todo lo que pudiera necesitar Bastian. Así que estaba segura de que él podría decirme lo que necesitaba saber. -Adelante. – Dijo su voz al otro lado de la puerta cuando toqué suavemente. Abrí y me encontré con el lobo sentado frunciendo el ceño leyendo cualquier cosa que tuviera adelante. Levantó la vista hacia mí y me miró con curiosidad. -Hola, Rose. ¿Se te ofrece algo? Dentro de la manada solamente Chase, el señor Fred y Rowan me llamaban por mi nombre; todos los demás me llamaban “humana” a secas o “humana” con algunas variaciones sobre mi higiene personal, mi aspecto o mi lugar en la cadena alimenticia. A Rowan no podía considerarlo un amigo, pero al menos tenía educación y me hablaba como si ser humano no fuera como crecer entre desechos y enfermeda
Algo estaba perturbando mi sueño y mi consciencia semi despierta no podía ubicar qué era lo que estaba mal. Me estiré en la cama y me espabilé un poco mirando a mi alrededor; todo estaba bien. Entonces qué… El sonido de una fuerte explosión a lo lejos seguido de cosas rompiéndose en el piso de arriba me tuvo alerta, fuera de la cama y tomando mi bastón en milésimas de segundos. Subí lo más rápidamente que mi pierna me permitió en silencio por las escaleras y me detuve en la rampilla para poder escuchar algo más. -Dudo que quede algo de valor en esta cabaña. – Dijo la voz de un hombre con un gruñido animal. -Te dije que venir aquí era una pérdida de tiempo, mejor vayamos con los otros a saquear las casas más vistosas; tenemos tiempo antes de que el Alfa se dé cuenta y regrese a su territorio… Siguieron diciendo algunas cosas más pero me fue imposible escucharlos porque se alejaron de mi rango de audición. Esperé al menos cinco minutos más antes de abrir la rampilla y salir de mi es
La cabeza y el cuerpo en general me dolía miserablemente. Cuando mi conciencia comenzó a despertar me tensé levemente porque no recordaba en dónde estaba. La última vez que esto me había sucedido tenía trece años y alguien me había sujetado a una mesa quirúrgica de metal para… Comencé a hiperventilar. -¿Humana, estás despierta? ¡Traigan un poco más de la mezcla para el dolor! – Gritó una voz lejana. Mi corazón tronaba fuertemente en mi pecho y estaba segura de que moriría en cualquier momento. Podía sentir la humedad de mis ojos corriendo por mi cara; traté de abrir mis ojos, sin embargo simplemente no recordaba cómo hacerlo. La oscuridad era aterradora. -¡Sujétenla! En cuanto sentí restricciones en mis manos y piernas comencé a gritar en pánico. -¡No, por favor! Seré buena, no volveré a hacer ruido pero… por favor… ¡Con el martillo otra vez no! – Gemí miserablemente. A mi alrededor se hizo un silencio sepulcral y eso me puso aún más nerviosa. -Déjenla. – Dijo una voz femenin
-¿Qué? – Chillé alarmada cerrando los ojos justo cuando sus pantalones cayeron. -No me contendré, así que espero que hagas lo mismo. – Dijo antes de que escuchara un gruñido y tuviera que abrir mis ojos. -Si solo querías dejarme a un lado de la carretera en un camino olvidado, no tenías que usar la violencia. – Murmuré dando un par de pasos hacia atrás mientras afianzaba el agarre sobre mi bastón. El lobo solo siguió gruñendo preparándose para atacar. Mi cabeza había comenzado a girar, mi tobillo a protestar y me dolía gran parte del cuerpo; si era en serio eso de que quería luchar, me temía que no estaba en mis mejores condiciones. -¡Tú puedes Rose! – Gritó la pequeña Amanda desde dentro del auto. Miré brevemente en su dirección con incredulidad al ver que la cachorra tenía medio cuerpo afuera de la ventana mientras me daba ánimos. Estaba a punto de gritarle que eso era peligroso pero un lobo grisáceo se lanzó hacia mí. Solamente los reflejos entrenados con el señor Fred me hic
Por alguna extraña razón pensé que todo esto sería sencillo. Tan sencillo como llegar, tomar una habitación en el edificio comunal para humanos y luego tomar un par de trabajos al día. Pues no. Había todo un protocolo para entrar en la manada y Edson amablemente me avisó con anticipación para que no muriera en un ataque de pánico. Jodido Edson y su sentido del humor retorcido. -Ahora, solo tienes que expresarle al Alfa que quieres estar aquí y trabajar para nosotros, que no causarás problemas, que no es tu intención emparejarte con ningún lobo y que guardarás cualquier jodido secreto de nuestra especie y de nuestra manada que llegues a descubrir en tu tiempo aquí. – Dijo mientras cargaba a su pequeña sobrina dormida y me llevaba rumbo a la Casa de la Manada. – Tienes que hacerle una declaración más o menos igual en un año para que te permita seguir por aquí; tendrás un periodo de prueba de seis meses. No te preocupes, porque técnicamente trabajarás bajo mi cargo directo así solo yo s
Yo no quería salir a jugar. Es más, yo ni siquiera quería saber que los humanos – no – tan- humanos existían. Tomé aire y luego le disparé una mirada mortal a Edson; éste solo elevó las manos como diciendo “yo no insulté a la loba”. Tenía razón por supuesto, pero eso no le quitaba su responsabilidad por involucrarme con su ex lío amoroso. Salí lo más rápido que pude tratando que no se notara mi leve cojera, esa debilidad sería lo primero que explotaría la loba. Ya en el patio delantero, la loba giró y se transformo en lobo. Comenzó a enseñarme los dientes y soltó un largo aullido. Yo no me moví ni ella tampoco; no lo entendí hasta que un montón de gente se reunió poco a poco a nuestro alrededor. La jodida loba quería dar un espectáculo. ¿Cómo lo supe? Cuando se transformó de nuevo en humana y declaró ante nuestro curioso público que la había insultado en la casa de “su próxima pareja” y que no quedaría el hecho impune. Increíble. -Te diré las reglas de nuestro duelo, humana. – Di
-Vamos Rose, tío Edson me ha pedido que te lleve a la oficina para que te presentes. – Dijo Amanda tomando mi mano. – También dijo que tienes que cojear mucho por el camino. -¿Cojear? – Pregunté sorprendida. -Si, toma este. – Dijo entregándome un bonito móvil con purpurina rosada. – Lo adorné yo solita ayer por la noche. – Dijo orgullosa. Lo tomé y lo guardé en el bolsillo de mis pantalones mientras seguía a Amanda por los pasillos. Los cachorros que nos observaban curiosos no tendrían más de ocho o nueve años; de hecho, creo que no había visto más pequeños que de seis años. Amanda tocó la puerta del final del pasillo y esperamos a que nos abrieran. -Adelante, por favor. – Dijo una loba algo mayor mirándome de arriba abajo antes de dirigirse a Amanda. – Gracias cariño, regresa con la señorita Jels Amanda me dejó tras un abrazo de despedida. -Tú debes de ser Rose. – Dijo la loba en cuanto cerramos la puerta. Yo asentí con la cabeza. - Debo admitir que el Beta Edson tenía razón,
En este piso solo había cuatro puertas… y una salida. Respiré hondo para reunir valor y caminar hacia la más próxima a las escaleras. La abrí lentamente y me saludó la oscuridad; mi piel se enchinó automáticamente y me preparé para saltar y golpear cualquier cosa que se moviera. A este punto, no me importaría golpear unas veces extra por asustarme de este modo. Con una mano temblorosa busqué el interruptor de la luz, ¿No se supone que siempre se encuentra junto a la puerta? Cuando por fin lo encontré, lo encendí de inmediato; archiveros y cajas, nada aterrador o amenazador que reportar. Solté el aire que no sabía que estaba reteniendo, apagué la luz y cerré silenciosamente. Aun quedaban tres puertas más. Las siguientes dos puertas eran más o menos iguales a la primera, un montón de papeles y algunas pequeñas mesas alrededor. No había sitio en donde alguien pudiera esconderse, así que no perdí tiempo en esas habitaciones. Justo cuando llegué a la última, mi sentido de supervivenci