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Capítulo 3. ¿Pensando en huir, humana?

Descubrí gracias a Chase dos semanas después que había estado cautiva por al menos tres años. Sabía que había sido secuestrada en el cumpleaños de mi abuelo, así que solo hice una cuenta rápida cuando me dijo qué día era hoy.

-¿Por qué incendiaron tu hogar? – Preguntó esa mañana cuando estaba limpiando su habitación.

Realmente no había mucho que hacer ya que era un niño bastante ordenado, pero era mi parte favorita del día. Este pequeño era el único dentro de la manada que me trataba como cualquier persona y no le importaba el hecho de que yo no aullara a la luna.

-No lo sé. - Dije honestamente. – Un día estaba en casa celebrando el cumpleaños del abuelo y lo siguiente que sé es que había un montón de gritos afuera.

-¿Eran muchas personas? – Preguntó intrigado. Supongo que para el niño era un cuento de una grandiosa aventura. Ah, la inocencia.

-Estaba bastante oscuro y mis pobres ojos humanos no podían ver bien. – Dije y me dio una sonrisa torcida. Oh, mi pobre corazón, cuando creciera el cachorro rompería algunos de esos. – Quizá solo fueron unos cuantos.

-Eso es triste. ¿Qué pasó con tu abuelo?

-¡¿Se puede saber qué m****a estás haciendo en el cuarto de mi hijo?! – Dijo una voz sobresaltándonos ambos.

En la puerta, la madre de Chase comenzó a sacar las garras y cargó como un tren en mi dirección.

No había forma de que le ganara en una pelea así que no me moví incluso cuando me tomó del cuello y me arrojó contra la pared; mi tobillo recibió un poco de peso extra cuando caí y el dolor explotó en todo mi cuerpo.

Ya había yo conocido a esta loba en mi segundo día aquí; yo estaba limpiando el pasillo cuando una rubia salió de la habitación del Alfa y se dirigió directo hacia mí.

-Quiero dejarte algo en claro, humana. – Dijo entrando en mi espacio personal. – No te hagas ilusiones con mi pareja; no mires en su dirección y bajarás los ojos cuando nos veas, ¿Has entendido?

Yo asentí comprendiendo por qué ninguna de las lobas de la manada quería este trabajo. Si tenían que lidiar con esta loba, supongo que preferían mantenerse alejadas de los problemas.

La loba estaba bastante obsesionada con Bastian. No entendía por qué seguía gruñendo en mi dirección dos semanas después si, hasta el momento, caminaba en dirección contraía si veía al Alfa o a esta loca. No me interesaba el drama, yo solo quería saldar mi deuda rápidamente y salir del lugar.

Seguía sin comprender realmente por qué seguía por aquí o por qué me "compró" el Alfa en primer lugar.

-¡Déjala! – Gritó Chase poniéndose delante de mí y trayéndome al presente. - ¡Ella solo está limpiando mi habitación!

-¡Ja! Eres joven y no entiendes que las hembras de cualquier especie tienen un montón de trucos sucios para acercarse a lo que es mío. – Dijo gruñendo y comencé a temblar en el suelo.

-¡¿Se puede saber qué es lo que está pasando aquí?! – Preguntó una nueva voz.

M****a.

-Nada, querido. – Dijo Clarissa con una voz espantosamente dulce. – Es solo que me pareció que la humana no estaba limpiando correctamente y vine para indicarle cómo debe hacerse, ¿No es así?

Tanto Chase como yo asentimos al sentir el peso de la mirada de Bastian.

-¿Por qué estás en el suelo?

Yo traté de incorporarme rápidamente pero mi tobillo falló y caí con un fuerte crujido ante la risita divertida de Clarissa.

-Ha caído porque es torpe, ¿Por qué compraste una humana tullida e inútil?

-Porque una humana en perfectas condiciones sería más cara de comprar. – Dijo con voz monótona Bastian.

Chase dio un pequeño e imperceptible respingo. Le había contado lo que le pasó a mi tobillo hace unos días y supongo que a él le gustó tanto como a mí lo que dijo su padre. No sabía si Chase era un chico muy bueno o si me veía como a una mascota; como sea, agradecía el apoyo.

No me ofendí realmente ya que el Alfa solo estaba constatando un hecho; de hecho, el lobo era bastante agradable cuando Clarissa no estaba cerca, aun así prefería evitarlo a toda costa. Sus presencia me ponía nerviosa.

Bastián dio meda vuelta y se fue sin otra palabra dejando atrás a Clarissa para que siguiera insultándome. Supongo que se cansó después de un rato de verme intentar levantarme porque siguió el mismo camino que su pareja.

-¿Estás bien?- Preguntó Chase asegurándose que no hubiera nadie para tratar de ayudarme.

-No realmente. – Dije con voz temblorosa por el dolor. – Tendré  que robar un poco de hielo de la cocina y usar de nuevo un vendaje improvisado para poder terminar mis deberes de hoy.

Chase frunció el ceño.

-¿No puedes descansar uno o dos días?

Yo negué con la cabeza.

-Si quiero irme de aquí pronto, tendré que trabajar extra duro. – Dije logrando levantarme por fin con su ayuda. – Gracias.

El frunció el ceño y volvió a mirar sobre su hombro hacia la puerta.

-¿Sabes? Creo que sería buena idea que aprendieras a defenderte. – Dijo en voz baja.

Yo le sonreí y alboroté un poco su cabello.

-Sería una excelente idea, pero no sé quién quiera enseñarme y no puedo pagarlo, de todas formas. – Dije encogiéndome de hombros.

Me miró pensativo un par de segundos, pero realmente no había más que decir. Me despedí del pequeño y apreté los dientes para bajar a la cocina y conseguir un poco de hielo. La sala de conferencias no se aspiraría sola.

Me parecía curioso que había pasado de limpiar unos pocos metros cuadrados de la casa del abuelo a limpiar el equivalente a veinte casas del abuelo.

Esa noche no pode dormir mucho en mi pequeño catre mohoso. El dolor era insoportable y no quería subir las escaleras para robar un poco de hielo a los Mason así que a la mañana siguiente arrastré mi adolorido cuerpo al baño que me dejaban usar y preparé mi baño helado de costumbre.

Susan me había dado tres juegos de ropa, así que aprovechaba el agua sucia del baño para lavar mi ropa del día anterior y utilizaba la secadora empotrada de la esquina para secarla mientras yo limpiaba el baño.

Quería estar lista para el trabajo un poco antes de la hora normal porque quería entrar en el bosque y conseguir una m*****a rama que pudiera utilizar de bastón. Si, era jodido pero, ¿Qué otra cosa podía hacer? No es como si tuviera dinero para pagarle al doctor… si es que tuvieran un doctor por aquí y si es que ese doctor quisiera revisar a una humana.

Salí por la puerta y me dirigí directa al bosque.

Después de la primera semana de mi tiempo en su sótano, supongo que Susan pensó que no iba a escapar así que dejó de ponerle llaves a las puertas y era relativamente libre de ir y venir.

Me adentré solo un poco y busqué sobe el suelo una rama lo suficientemente ancha y larga para el trabajo. No la había, así que seguí la línea de las casas para seguir buscando. Di un gruñido exasperado cuando encontré una rama pero estaba podrida.

-¿Pensando en huir, humana?

La voz en mi oído me hizo saltar, tropezar y casi caer de culo. No lo hice solo porque el lobo me sujetó.

-No me has respondido. – Dijo el lobo soltándome y dando un paso atrás.

-No estaba pensando en huir, estaba buscando una rama. – Dije mostrándole la que tenía en la mano antes de dejarla caer.

Me miró confundido y fui ahí cuando mi cerebro hizo la conexión: Este lobo era el copiloto de Bastian el día en el que llegué a este lugar.

-¿Para qué quieres una rama?

-Necesito con qué apoyarme. – Dije con voz neutral. – Una rama me servirá.

Me miró sin comprender antes de que bajara la vista hacia mi pierna derecha.

-Oh. – Dijo suavemente. - ¿Es una malformación?

-No.

No dije nada más y él no siguió preguntando.

-De acuerdo, seguiré patrullando. No te internes mas en el bosque y no intentes escapar. Soy Rowan, por cierto; no nos presentamos la última vez.

Yo asentí con la cabeza y él se marchó dejándome sola de nuevo después de una última mirada. Suspiré porque realmente ya no tenía tiempo para buscar mi rama. Con paso triste y adolorido me dirigí a la Casa de la manada.

Estaba por entrar cuando un sonido extraño detuvo mis pasos.

-¡Pss! Rose, por aquí.

Giré mi cabeza hacia un costado de la Casa; ahí medio escondido entre los matorrales estaba mi pequeño favorito. Cambié mi rumbo para ir a su encuentro.

-¿Qué haces aquí, Chase?

-Quiero llevarte a un sitio, pero debo hacerlo en secreto. – Dijo con una risita.

-Uh… voy a llegar tarde al trabajo. – Dije sin querer bajarlo de su nube de entusiasmo.

-No te preocupes por eso. – Dijo rodando los ojos. – Le diré a papá que te ordené que limpiaras a fondo el lugar al que vamos.

-No estoy segura…

No me dejó terminar, se transformó en lobo y salió disparado en dirección al bosque.

Abrí los ojos de la impresión antes de echar a correr detrás de él; independientemente de si era o no una buena idea, no dejaría a un niño pequeño corriendo solo por el bosque.

Chase el cachorro procuraba detenerse cada cierto tiempo para que yo lo alcanzara antes de volver a correr; para este punto estaba a punto de desfallecer por el dolor que me suponía seguir caminando. Afortunadamente, salimos a un pequeño claro diez minutos después.

Chase se volvió a transformar y me tomó de la mano para dirigirme a una pequeña cabaña semi escondida por la alta vegetación.

-¡Señor Fred! ¡He venido con una amiga! -Gritó abriendo la puerta. – El señor Fred podría enseñarte a defenderte.

Dentro de la cabaña había un par de muebles rústicos y una cama en el rincón. De la cama se levantó un hombre bastante alto que se nos acercó lentamente.

-Soy ciego, no sordo cachorro, ya te he dicho varias veces que no grites. – Dijo el lobo deteniéndose un par de pasos antes de legar a nosotros. - ¿Quién es tu amiga?

-Se llama Rose.

Efectivamente, pude constatar que el señor Fred tenía las pupilas completamente blancas cuando dirigió su atención por completo a mí.

-¿Y por qué la señorita Rose necesita que le enseñe a defenderse? – Preguntó en tono bajo.

Algo me decía que él ya sabía la respuesta ya que se puso tenso al olfatear en mi dirección.

-Soy humana.

-Si, eso no me contesta mi pregunta. – Dijo con un pequeño gruñido.

-Ella necesita defenderse porque la molestan en la manada. – Dijo Chase frunciendo el ceño. – Aun soy pequeño para defenderla yo mismo.

Yo le sonreí tiernamente.

-¿Y qué te hace pensar que yo puedo enseñarle a defenderse? – Preguntó cruzándose de brazos.

-Papá dijo que tu eres el mejor lobo guerrero que ha tenido la manada. – Dijo convencido el pequeño. – A cambio, ella podría ayudarte a limpiar tu casa.

Decidí intervenir por fin.

-Es muy considerado de tu parte, Chase, pero no creo que el señor Fred…

-Lo haré. El polvo no se irá por ucho que lo maldiga.

Mi boca cayó hasta el suelo mientras Chase elevaba el pucho y gritaba un “Oh, si”.

-¿Cuántos años tienes, humana? – Preguntó perdiendo su postura agresiva.

-Tengo dieciséis años, señor Fred. – Dije tímidamente.

-Comenzaremos mañana cuando salga el sol.

-Uh…

-Ella termina de trabajar para papá por la tarde, señor Fred. – Dijo Chase.

Gracias a los cielos no preguntó sobre esa triste historia y se limitó a pedirme que lo fuera a ver en cuanto terminara mi trabajo.

Así fue como religiosamente en cuanto comenzaba a atardecer caminaba / cojeaba hasta la cabaña del señor Fred y comenzaba mis deberes de limpieza mientras él me explicaba la teoría de cómo esquivar golpes.

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