Al parecer hoy tampoco iba a comer.
Después de que los guardias de esta prisión se fueran entre risas y apuestas por ver a quién mataría de hambre el día siguiente, me había acercado a la abollada charola en la que se suponía me dejarían comida.
No había luz en mi sucia celda, pero no hacía falta usar mis ojos para darme cuenta de que cualquier extraña masa que estuviera ahí, no era comestible solo por el olor.
Me arrastré de nuevo al rincón más lejano, que no serían más de cinco pasos, y volví a abrazar mi cuerpo para darme una falsa sensación de comodidad y calor.
El dolor constante en mi tobillo derecho era un sordo recordatorio de que ninguna de nosotras podría escapar de este lugar a menos que fuera comprada… o desechada.
Había perdido la cuenta del número de días que habían pasado desde que quemaron mi pueblo y nos tomaron prisioneras.
Era difícil seguir el paso del tiempo cuando se está encerrado en una prisión subterránea donde no existe la luz del sol y cuando nuestros carceleros se olvidan frecuentemente de alimentarnos.
Lo único que era constante y que podía medir, era el número de veces que habíamos participado en la “Selección”, como algunas de nosotras susurrábamos a escondidas.
En los días de llegada de nuevas chicas, las chicas más veteranas como yo, nos cubríamos los oídos y temblábamos al recordar nuestro propio trauma.
A los bastardos les gustaba torturar a las chicas en cuanto llegaban. Gracias al cielo, no de una forma sexual, pero eran bastante creativos al usar instrumentos en nuestras pieles.
Suponía que nos vendían para cosas retorcidas.
Después de cada "iniciación" separaban a las nuevas chicas en "especiales" y "comunes". Nunca entendí la clasificación y lo único que sabía era que estaba en las celdas de las chicas comunes.
Mi iniciación pudo haber durado minutos u horas bajo la atenta mirada de mis captores; no estaba segura, ya que me desmayé cuando sacaron unas enormes tijeras después de azotarme con un látigo lleno de púas.
Desperté con el tobillo roto, mareada por la pérdida de sangre y en esta celda junto a otra chica. Estuve en un mundo de dolor por algún tiempo.
Mi compañera de celda me ayudó a acomodar el hueso lo mejor que pudimos y recé porque la herida abierta no se infectara. Gracias a algún milagro, mi tobillo cicatrizó lo suficiente como para no morir.
Le estuve muy agradecida porque me dio parte de su comida y agua en mis intervalos de conciencia; tristemente, ella no regresó a la celda después de mi primer Selección. Ojalá hubiera podido hacer algo por ella para agradecerle.
Recuerdo que lloré mucho en cuanto regresé sola a mi celda antes de que las chicas veteranas me advirtieran que si seguía llorando vendrían los guardias y trabajarían en mi piel de nuevo. Eso fue todo lo que bastó para que yo me volviera una tumba.
Interrumpí mis sombríos pensamientos cuando escuché el graznido de la vieja puerta que conducía hasta aquí abajo. No podía ver a las otras chicas, pero sabía que todas ya nos encogíamos de miedo porque el que nos visiten dos veces en un día nunca era bueno.
-Espero que hayan disfrutado de su comida, pequeñas ratas. – Dijo una masculina voz burlona. – Es hora de recuperar algunas inversiones.
Ese era su código enfermizo para que todas nos alejáramos de las puertas de nuestras celdas. M****a, no podía ser tan pronto la nueva Selección; aun las chicas nuevas sollozaban por el dolor de sus heridas, por lo que no podía haber pasado el tiempo suficiente.
Era el horrible evento en el que nos arrastraban desde nuestras celdas para llevarnos a un cuarto en el que nos arrojaban cubetas de agua helada para quitar el hedor y luego éramos llevadas a otra enorme habitación en el que nos alimentaban un poco y maquillaban. Lo que parecían horas después, éramos arrastradas y llevadas en fila por un largo tramo de escaleras que conducían hacia la superficie.
Entonces nos subían a algunos vehículos blindados y nos llevaban a lo que parecía una m*****a subasta clandestina. Nos separaban y nos hacían desfilar desnudas por un enorme escenario con una iluminación demencial para nuestros ojos que habían estado en la oscuridad por tanto tiempo; así que no era una sorpresa cuando varias de nosotras tropezábamos en nuestro camino.
Esa torpeza no era tolerada y enseguida sabíamos que el látigo comenzaría a golpear nuestra piel el precioso tiempo que nos tomara levantar nuestro cansado y malnutrido cuerpo. Al terminar de caminar, saltar o cualquier estúpida cosa que nos pedían hacer, nos llevaban detrás del escenario y esperábamos un largo tiempo en silencio antes de que llegaran hombres enmascarados y se llevaran a algunas, a todas o a ninguna. Si no éramos seleccionadas, regresábamos a nuestras celdas en la prisión subterránea; poco después llegaban nuevas chicas para continuar con el ciclo.
Me quedé temblando en mi posición y esperé a que abrieran mi celda. Supe por el sonido de algunos quedos lamentos que estaban cerca y me preparé mentalmente para caminar y soportar el peso de mi cuerpo en mi inútil tobillo.
Para cuando llegaron y me encadenaron, ya me encontraba resignada a mi siguiente destino: La ducha helada.
Subimos en fila con algunos golpes “suaves” de los guardias teniendo mucho cuidado de ser lo suficientemente silenciosas. Era casi imposible debido a las cadenas, pero eso a ellos no les importaba: Un ruido y el látigo sería la recompensa.
Recorrimos un largo pasillo metálico, que yo suponía en algún otro tiempo fue un contenedor, y fuimos llevadas a una de las únicas dos habitaciones de este piso. Sospechaba que la otra habitación era en donde se quedaban los guardias porque hace dos Selecciones vi salir a un grupo de ahí.
Después de un gélido baño, nos condujeron al siguiente piso en donde nos arreglarían de tal forma que no fuera tan visible que solo éramos un montón de mujeres maltratadas.
En todo mi tiempo aquí nunca había visto a nadie pedirle a las chicas que nos arreglaban algún tipo de ayuda para escapar. Quizá porque al igual que nosotras, ellas parecían no estar aquí por su propia voluntad debido a los collares metálicos de sus cuellos. Ni siquiera quería saber para qué eran esas cosas.
La chica que me arregló puso especial cuidado a las bolsas bajo mis ojos y en menos de dos minutos estuve en la fila para salir de este lugar y ser trasladada a la Selección. Al parecer no teníamos tiempo para la pequeña merienda que normalmente nos dan, porque comenzamos a avanzar sin estar todas debidamente “embellecidas”.
Tomé asiento en el camión blindado y me concentré en mi respiración para tranquilizarme. Hace unas tres Selecciones, nos comenzaron a recibir con bastones eléctricos que golpeaban nuestra piel si no éramos lo suficientemente rápidas; solo el recuerdo de la última vez que mi tobillo falló me hacía comenzar a sudar.
Las nuevas chicas comenzaron a llorar en la parte trasera del camión y yo me tensé porque ya sabía qué era lo que seguía.
El sonido de impacto en la carne, lamentos y un sollozo final dejó al camión sumido en el absoluto silencio. A los guardias les gustaba matar a una de nosotras de vez en cuando por diversión mientras éramos trasladas a la subasta; decían que era para poner el ejemplo.
Después de ese largo e incómodo viaje, por fin llegamos a nuestro destino.
Los guardias nos ordenaron que bajáramos en fila, en silencio y rápidamente, así que ese fue lo que hicimos.
Lo primero que me llamó la atención fue ver al triple de guardias que normalmente nos escoltan hasta el escenario. De lo segundo que me percaté, fue que todos estaban tensos y escaneando el lugar como si pudieran sentir algún tipo de peligro.
Con este panorama, nos condujeron por un largo pasillo de este edificio y nos dijeron que lo único que teníamos que hacer era caminar en círculos hasta que volviéramos a ser llamadas.
Mantuve la mirada fija en la espalda de la chica delante de mí. Cada dos o tres pasos cojeaba un poco y me pregunté vagamente si caería y si sus latigazos me salpicarían también a mí.
Claro que yo no estaba en posición de quejarme o dar buenos consejos sobre caminar correctamente.
Comencé a temblar un poco porque hoy era un día especialmente malo para caminar: Mi tobillo ya no quería seguir cooperando después de la segunda vuelta al escenario.
Calculaba que tenía alrededor de dos vueltas más antes de que me azotaran e hice mi mejor esfuerzo para no flaquear mientras rezaba porque nos detuvieran antes de eso. Desgraciadamente, mis cálculos fallaron y terminé irremediablemente en el suelo.
Me tensé y cerré los ojos esperando el látigo… solo que nunca llegó.
-Por favor, permanezca en su lugar. – Dijo una voz mientras se oía una conmoción frente a mí.
Entonces dos palabras sellaron mi destino, aunque eso todavía no lo sabía.
-La compro.
Los guardias se acercaron a mí y me levantaron para llevarme a rastras hacia la habitación de atrás del escenario. Yo no podía dejar de temblar porque estaba muy segura de que aquella voz me había elegido. Sabía lo que seguía y no podía hacer nada al respecto ya que estaba muy débil. Los jodidos guardias me habían privado de la comida durante… un tiempo. El cuarto era oscuro, pero no tanto como mi celda, por lo que podía ver aceptablemente bien que ya había un comité de despedida. El “guardia del maletín”, como lo apodé la segunda vez que lo vi, se acercó a mi y comenzó a examinar mis ojos y boca mientras anotaba cualquier cosa en algunos papeles. Entonces sacó una jeringa y preparó mi brazo mientras otros dos guardias me sometían para quedarme quieta. No sabía qué era lo que contenía el líquido que les inyectaban a las chicas que eran vendidas por lo que puse todas mis fuerzas en tratar de evitarlo. -Tienes dos opciones. – Me dijo el tipo del maletín. – Puedes quedarte quieta y
Descubrí gracias a Chase dos semanas después que había estado cautiva por al menos tres años. Sabía que había sido secuestrada en el cumpleaños de mi abuelo, así que solo hice una cuenta rápida cuando me dijo qué día era hoy. -¿Por qué incendiaron tu hogar? – Preguntó esa mañana cuando estaba limpiando su habitación. Realmente no había mucho que hacer ya que era un niño bastante ordenado, pero era mi parte favorita del día. Este pequeño era el único dentro de la manada que me trataba como cualquier persona y no le importaba el hecho de que yo no aullara a la luna. -No lo sé. - Dije honestamente. – Un día estaba en casa celebrando el cumpleaños del abuelo y lo siguiente que sé es que había un montón de gritos afuera. -¿Eran muchas personas? – Preguntó intrigado. Supongo que para el niño era un cuento de una grandiosa aventura. Ah, la inocencia. -Estaba bastante oscuro y mis pobres ojos humanos no podían ver bien. – Dije y me dio una sonrisa torcida. Oh, mi pobre corazón, cuando cre
Mi rutina era sencilla: Evitaba a todos y a todas las lobas del lugar mientras me concentraba en limpiar a fondo la casa de la manada. Después, iría directo con el Señor Fred para que siguiera dándome un poco de teoría ya que no poseía la fuerza y los músculos suficientes para comenzar con un verdadero entrenamiento. Las comidas desde que llegué a la manada eran mucho mejores que mi antigua prisión, pero no conseguía recuperar peso. Mis ocupadas tardes no pasaron desapercibidas por mucho tiempo porque pocos días después, el Alfa Bastian me dijo que fuera a su oficina después de limpiar la cocina. -Toma asiento, Rose. – Dijo en cuanto llegué. – Iré directo al grano ya que no tengo tiempo, quiero saber ¿Qué es lo que haces cuando sales de aquí? Tengo reportes de mis exploradores viendo cómo te escabulles al bosque y Susan dice que no llegas a dormir hasta bien entrada la noche. -Limpio la cabaña del señor Fred. – Dije en el mismo tono que usaba cada que hablaba con él… y con cualquie
Llegamos sin mayores contratiempos con el lobo mayor y le expliqué rápidamente que teníamos que escondernos cuando abrió molesto la puerta. -¿Y por qué m****a no fueron al Lugar seguro en vez de aquí? – Dijo con un gruñido molesto mientras abría su perta de par en par y nos dejaba entrar. Yo colapsé en el piso junto a la puerta cuando mi tobillo dejó de funcionar. -La Casa de la Manada está bajo ataque. – Dije con la respiración entrecortada. – Además, no tengo idea de dónde se encuentra el Lugar seguro. -No funcionaría, el camino al lugar seguro estaba bloqueado. – Dijo Chase transformándose y apresurándose para ayudarme a levantarme. -¿Qué sabes de la situación?- Preguntó el señor Fred en mi dirección. -¿Por qué todos piensan que yo sé una m****a? – Dije malhumorada apoyándome en la pared y en Chase para levantarme. – Yo solo sé que hay lobos aún más hostiles corriendo libremente por el lugar. El señor Fred soltó un bufido y luego me tomó en sus brazos para depositarme con cui
(Un año y medio después.) -De nuevo, estás descuidando tu flanco izquierdo. – Dijo el Señor Fred sentado cómodamente debajo de la sombra de un árbol mientras yo me quemaba hasta las pestañas con el maldito calor. -No lo estoy descuidando. – Dije malhumoradamente. – Esta posición hace que apoye un poco de peso extra y… -Sin excusas, humana. Un error así podría costarte la vida. -Tiene razón, Rose. – Dijo Chase atacando mis costillas. – Incluso yo puedo ganarte en una pelea. -Me ganas en una pelea porque no quiero golpearte. – Dije con una sonrisa cálida al ver sus intentos por derribarme. -Eso no es cierto, ya te he ganado… -Tristemente, cachorro, la humana tiene razón. Nunca ha entrenado realmente fuerte contigo. Bajé mi bastón y me acerqué a mi pequeño compañero de entrenamiento ante su mirada triste. -Tranquilo, estoy segura de que en un par de años más serás el lobo más fuerte de tu manada. Y hablaba en serio. En el último año que había estado aquí, he visto que el pequeño
Lo primero que hice después de tranquilizarme fue salir del gimnasio y dirigirme hacia la oficina de Rowan. En mi tiempo aquí me había enterado de que el tipo era algo así como la niñera, contador, ejecutor, manicurista… en fin, todo lo que pudiera necesitar Bastian. Así que estaba segura de que él podría decirme lo que necesitaba saber. -Adelante. – Dijo su voz al otro lado de la puerta cuando toqué suavemente. Abrí y me encontré con el lobo sentado frunciendo el ceño leyendo cualquier cosa que tuviera adelante. Levantó la vista hacia mí y me miró con curiosidad. -Hola, Rose. ¿Se te ofrece algo? Dentro de la manada solamente Chase, el señor Fred y Rowan me llamaban por mi nombre; todos los demás me llamaban “humana” a secas o “humana” con algunas variaciones sobre mi higiene personal, mi aspecto o mi lugar en la cadena alimenticia. A Rowan no podía considerarlo un amigo, pero al menos tenía educación y me hablaba como si ser humano no fuera como crecer entre desechos y enfermeda
Algo estaba perturbando mi sueño y mi consciencia semi despierta no podía ubicar qué era lo que estaba mal. Me estiré en la cama y me espabilé un poco mirando a mi alrededor; todo estaba bien. Entonces qué… El sonido de una fuerte explosión a lo lejos seguido de cosas rompiéndose en el piso de arriba me tuvo alerta, fuera de la cama y tomando mi bastón en milésimas de segundos. Subí lo más rápidamente que mi pierna me permitió en silencio por las escaleras y me detuve en la rampilla para poder escuchar algo más. -Dudo que quede algo de valor en esta cabaña. – Dijo la voz de un hombre con un gruñido animal. -Te dije que venir aquí era una pérdida de tiempo, mejor vayamos con los otros a saquear las casas más vistosas; tenemos tiempo antes de que el Alfa se dé cuenta y regrese a su territorio… Siguieron diciendo algunas cosas más pero me fue imposible escucharlos porque se alejaron de mi rango de audición. Esperé al menos cinco minutos más antes de abrir la rampilla y salir de mi es
La cabeza y el cuerpo en general me dolía miserablemente. Cuando mi conciencia comenzó a despertar me tensé levemente porque no recordaba en dónde estaba. La última vez que esto me había sucedido tenía trece años y alguien me había sujetado a una mesa quirúrgica de metal para… Comencé a hiperventilar. -¿Humana, estás despierta? ¡Traigan un poco más de la mezcla para el dolor! – Gritó una voz lejana. Mi corazón tronaba fuertemente en mi pecho y estaba segura de que moriría en cualquier momento. Podía sentir la humedad de mis ojos corriendo por mi cara; traté de abrir mis ojos, sin embargo simplemente no recordaba cómo hacerlo. La oscuridad era aterradora. -¡Sujétenla! En cuanto sentí restricciones en mis manos y piernas comencé a gritar en pánico. -¡No, por favor! Seré buena, no volveré a hacer ruido pero… por favor… ¡Con el martillo otra vez no! – Gemí miserablemente. A mi alrededor se hizo un silencio sepulcral y eso me puso aún más nerviosa. -Déjenla. – Dijo una voz femenin