Pruebas

—¿Es todo?—preguntó la mujer, luego de que su investigador privado le traerá la última información que había recabado.

—Sí, señora.

—Bien, puedes retirarte.

Débora repasó una a una las fotografías tomadas por su empleado. En ellas podía verse a Ashley en diferentes escenarios: saliendo del trabajo, regresando a ese edificio de mala muerte en el que vivía por la tarde y, la última, pero no menos importante, saliendo con un hombre muy entrada la noche.

—¡Zorra!—bramó mujer completamente segura de que el mocoso era hijo de ese o de cualquier otro tipo.

Luego de terminar de revisar cada una de las fotos, concluyó que alguna de ellas podría llegar a servirle. Su abogado seguramente encontraría un tesoro en todo esto.

La mujer tomó el teléfono y llamó a Gerónimo, el hombre contestó a los pocos segundos.

—Mi señora—atendió meloso.

—Ahorrémonos las tonterías, Beiger—lo interrumpió Débora, conociendo toda su sarta de parafernalia—. Tengo información que puede ser útil en el caso.

—Por
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