Débora salió de la oficina de su hijo con una mirada triunfal. Le complacía saber que Angelo no podía hacer nada para detener la demanda. La demanda estaba en marcha y así se quedaría.Una sonrisa siniestra se dibujó en sus finos labios al pensar en el veredicto, que estaba segura, sería a su favor. Ese mocoso quedaría en sus manos y, aunque estaba convencida de que no era su nieto, le complacía el hecho de hacer sufrir a Ashley al arrebatárselo.Quería hacerla suplicar y retractarse de cada una de sus palabras, de esas cachetadas que le había dado y del hecho de atreverse a ponerle una mano encima.Ashley Jones quedaría enteramente destruida tras su venganza. [...]Ashley se sentía ansiosa por las decisiones que estaba tomando. De cierta manera sentía que estaba actuando de forma precipitada, pero con los Westler no podía bajar la guardia. Y mucho menos con esa víbora, Débora, una mujer sin escrúpulos que muy seguramente estaba detrás de todo esto.—¡Maldita mujer! —exclamó Ashley,
Ashley recibió la notificación de Enrique, había venido a buscarla al departamento. Luego de leer el mensaje, terminó de darle las últimas indicaciones a la niñera y se despidió de su hijo. —Vengo en un rato, cariño. No tardaré—dicho esto besó la frente del pequeño con devoción y afecto. Un vehículo la esperaba en la entrada de su edificio. Enrique bajó del mismo y le saludó gustosamente. —Te ves preciosa—halagó en cuanto la tuvo al frente.Las mejillas de la mujer se tiñeron de carmesí tras el cumplido. Había evitado maquillarse en exceso, para no dar la impresión de que lo estaba seduciendo, pero al parecer su rostro con poco maquillaje había causado un mejor efecto. —Gracias—contestó tímidamente. Dicho esto, Enrique abrió la puerta del copiloto y le invitó a subir al vehículo. Se trataba de un Ford Focus de color gris. El auto estaba limpio y bien cuidado, pero era evidente que no era nuevo.Y de esa manera inició el viaje entre ambos compañeros que ahora eran muy buenos amigos
—¿Es todo?—preguntó la mujer, luego de que su investigador privado le traerá la última información que había recabado. —Sí, señora. —Bien, puedes retirarte. Débora repasó una a una las fotografías tomadas por su empleado. En ellas podía verse a Ashley en diferentes escenarios: saliendo del trabajo, regresando a ese edificio de mala muerte en el que vivía por la tarde y, la última, pero no menos importante, saliendo con un hombre muy entrada la noche. —¡Zorra!—bramó mujer completamente segura de que el mocoso era hijo de ese o de cualquier otro tipo. Luego de terminar de revisar cada una de las fotos, concluyó que alguna de ellas podría llegar a servirle. Su abogado seguramente encontraría un tesoro en todo esto. La mujer tomó el teléfono y llamó a Gerónimo, el hombre contestó a los pocos segundos. —Mi señora—atendió meloso. —Ahorrémonos las tonterías, Beiger—lo interrumpió Débora, conociendo toda su sarta de parafernalia—. Tengo información que puede ser útil en el caso. —Por
Ashley ignoró la provocación hecha por su exsuegra y entró a la sala de audiencias, para esperar a que comenzara el caso de custodia de su hijo.Sin embargo, en el proceso, no pudo evitar cruzar miradas con Angelo, quien le devolvió el gesto con mucha más atención. Ese fugaz cruce de miradas hizo rememorar en su interior sensaciones que creía ya extintas y que, de alguna manera, le hicieron sentir frustrada consigo misma. Ese hombre se había atrevido a entablar una demanda en su contra con la única intención de arrebatarle a lo más importante en su vida y, ella se ponía a suspirar como si aún estuviese en la primaria, como si el tiempo no hubiese transcurrido y no le hubiese sido infiel.Se odiaba por eso. Y lo odiaba a él mucho más por todo lo que hacía sentir a pesar del tiempo…Ashley se obligó a alejar esos tormentosos pensamientos y se concentró en lo importante. Debía demostrar que era la mejor madre para su hijo, que nadie más aparte de ella estaba en las condiciones de cuid
Tras las palabras del juez, una oleada de tensión se impregnó en cada uno de los implicados. Ashley, Angelo y sus respectivos abogados se miraron unos a otros con una mezcla de ansiedad y nervios. Mientras tanto, en la sala del departamento de Ashley, se encontraba el pequeño Arnold, ajeno al drama que envolvía a sus padres, jugando inocentemente con sus juguetes, mientras era supervisado por la niñera que había sido contratada para cuidarlo esa mañana.Minutos después, fueron invitados todos a regresar a la sala de audiencias. Débora, quien se sentía segura de lo que sucedería a continuación, decidió entrar primero, sin evitar regalarle una mirada cargada de suficiencia a su exnuera. Ashley sintió una ira incontrolable fluir con ese simple acto. Odiaba a esa mujer. Era tan malvada. El silencio en la sala de audiencias se hizo palpable mientras el juez, con expresión seria, anunciaba su veredicto. Observando detenidamente las fotografías presentadas por Gerónimo, el juez expresó su
Después del inesperado intercambio de palabras entre Ashley y Angelo, la tensión en la sala se intensificó con la llegada de Débora. La mujer, con una actitud desdeñosa, se acercó con una mirada de desprecio hacia Ashley.—No creo que ese niño sea mi nieto—declaró con insolencia, lanzando un claro insulto a la joven. Ashley, molesta ante su insinuación y las constantes artimañas de exsuegra, respondió: —Si no cree que es su nieto, ¿entonces por qué quería quitármelo?Débora, sin poder disimular su burla, admitió con cinismo: —Solo quería quitártelo para hacerte sufrir, querida. Las palabras resonaron en la sala, dejando a Ashley impactada por la crueldad de esa mujer.Angelo, quien se encontraba presente, miró a su madre con notable decepción. Siempre era lo mismo.—¡Madre, basta!—exigió, pero como de costumbre fue ignorado por ella.En esos instantes la furia creció en Ashley, quien estaba a punto de abofetear a Débora, pero antes de que pudiera actuar en su contra, Angelo interv
Ashley recibió la información detallada sobre el horario de visitas de Angelo a Arnold. Mientras revisaba el documento, un suspiro escapó de sus labios, reflejando la frustración que aquella noticia le provocaba. «De nuevo tú», pensó con cansancio y deseando que el mismo Angelo desistiera de la idea de ver a su hijo. Pero sabía perfectamente que una vez ambos se conocieran, lo mejor sería que Angelo se mantuviera presente en la vida del pequeño Arnold. Odiaba la idea de que su hijo se encariñara con el hombre y viniera él un día y simplemente desapareciera, dejándole el corazón destrozado. Si llegaba a hacer algo como eso, nunca se lo perdonaría. Su hijo era lo más sagrado que tenía y no estaba dispuesta a tolerar que nadie le hiciera daño. Así que con eso en mente, decidió enfrentar la situación y sabía que tenía una conversación pendiente con su pequeño.¿Cómo decirle acerca de la existencia de su padre? Arnold tenía tan solo dos años y hasta el momento no había preguntado nada
A la hora del almuerzo, Ashley recogió a su hijo en el salón de juegos, y luego fueron juntos a la cafetería de la empresa, dónde sabía que Enrique la estaba esperando. Mientras caminaban hacia el lugar, miró a su pequeño y le acarició el cabello con ternura. —Voy a presentarte a un amigo, cariño—le notificó con una sonrisa.Los ojitos del pequeño se iluminaron aún más. —¿Es mi papá?—preguntó, con la esperanza palpable en su voz. Ashley, apretando su mano con cariño, le respondió con sinceridad: —No, mi vida, a tu papá lo conocerás mañana.Arnold, quien inicialmente se mostraba demasiado entusiasta por la idea de conocer a su padre, aceptó esta nueva noticia con curiosidad. —Oh, ¿y entonces quién es, mami?—Es un amigo de mamá. —¿Un amigo? ¿Cómo los que yo tengo en la escuela?—Así es, cariño.Luego de darle una breve descripción de lo especial que era el amigo que conocería, se encaminaron al lugar. Aunque la emoción de Arnold no era tan intensa como la expectativa de conocer