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¡Negociando mi soltería!

Había llegado a un pequeño lugar, a un pueblo remoto

donde pude conseguir un modesto motel donde descansar. No tan lejos pero si lo suficiente de mi infierno.

Dormí como no lo había hecho en estos días de tortura y fue solo cuando sentí calor que me desperté con ganas de tomar una ducha refrescante.

Cuando salí del baño, me fije en el reloj de la pared cerca de la puerta de la habitación que marcaba las cuatro de la tarde y por las ventanas de cortinas de tela liviana podía reflejarse el sol de la modesta ciudad.

Había sido valiente y me alejé por más de diecisiete horas y media de mi hogar, estaba cansada y con el cuerpo adolorido por conducir por todo ese tiempo haciendo muy pocas paradas para comprar provisiones en el camino.

Llegue al motel entrada la noche y al entrar a la habitación, me sentí sola y sin ganas de nada, derrotada. Me quité toda la ropa que tenia puesta para entrar al baño con todo los materiales para el cambio de look exprés que me haría y al terminar y ducharme como era debido no hice nada más que lanzarme a la cama y caer como muerta.

Solo hoy comenzaría mi pequeña libertad, iría a conocer la pequeña ciudad, o bueno, el lugar donde terminé escondiéndome. Sinceramente no estaba segura de dónde estaba parada exactamente, pero de qué estaba lejos, lo estaba, que es lo que más me importaba hasta ahora.

Me detuve por un momento frente al espejo de cuerpo completo que estaba en la esquina del cuarto, y me mire con admiración al ver mi cabello negro y mis ojos grises brillando en el reflejo de forma sincera, y aunque estaba al tanto que la había cagado al escaparme, nunca me arrepentiría de esto.

Aprecié la manera en la que me quedaba el conjunto deportivo, y tomé un bolsito para meter un poco de dinero para ver dónde podría conseguir un celular.

Salí de la habitación y le pedí a la chica de la recepción, la ubicación de un lugar donde conseguir un celular, me la indicó y con ganas de salir a conocer un poco, me fui caminando por toda la calle que se veía llena de vida para ser un viernes en la tarde.

Nunca me imaginé que terminaría parando en un lugar así de hermoso, no dejaba de sonreír al momento de apreciar todo el lugar.

Seguí mi camino y a los quince minutos pude ver el pequeño centro comercial que me había dicho la chica del hotel.

Entré en el y fui revisando las tiendas de tecnología hasta que conseguí una más confiable a mi parecer y terminé adquiriendo un celular inteligente de una gama baja para pasar desapercibida del mundo del que había escapado. Me terminaron haciendo una oferta para que me llevara el teléfono y la línea telefónica y con toda la calma me ayudaron a poner óptimo el mismo.

Cuando acabe en la tienda, salí más relajada de lo que entré y quedé encantada con la atención de los empleados de la misma y con una sonrisa y con más tranquilidad al saber que tenía un celular para ubicarme, seguí mi camino dentro del centro comercial.

Pase por un café y me compré un té helado con unos cupcakes para comer algo y no andar con el estomago vacío. Cuando termine, pague lo que consumí y salí del local.

Recorrí varios pasillos maravillada por la ropa, hasta que llegué a una dónde me recibió una persona externa de la tienda y me dio un volante diciendo que me esperaban esa noche.

Sonreí amablemente a la chica y miré curiosamente el papel, dónde describían la maravillosa experiencia de ir a una discoteca nueva de la ciudad. Con ganas de explorar la noche, terminé entrando a una tienda dispuesta a encontrar un vestido sencillo que se adaptara a la noche y a mi situación donde quería experimentar todo lo posible antes de volver y ser encarcelada en una jaula llamada matrimonio por conveniencia.

Con ayuda de una de las chicas de la tienda logré encontrar el vestido perfecto para la ocasión, terminé eligiendo un vestido negro a medio muslo pegado a la piel de mangas largas y hombros expuestos, algo sencillo pero que con mi nuevo cambio de imagen se me vería de muerte.

Un poco más relajada y con seguridad, volví al hotel para poder prepararme para la noche.

Tenía las esperanzas de que la noche fuera de otro nivel, para que me ayudara a no pensar en lo que sería mi vida cuando volviera a la realidad, lo que sería mi vida luego de casarme.

Entré a la habitación y tome una ducha para sacar el calor que me produjo la caminata y para prepararme mentalmente para la noche, solo quería divertirme por un momento y olvidarme que estoy hasta el cuello de problemas.

Luego de arreglarme un poco y maquillarme lo mejor que pude con lo poco que tenía, me aprecié en el espejo y me vi envuelta en esa segunda piel color negra. Me sentí bonita y deseable y salí nuevamente del hotel a las diez de la noche directa al taxi que pedí en recepción para que me llevara a la dichosa discoteca llamada Inferno.

Al momento de llegar, hice la pequeña fila de afuera y al pasar quince minutos, ya estaba dentro de la misma aturdiendo mi mente con música electrónica y un juego de luces rojas que daban la ilusión de que estabas entrando al mismísimo infierno.

Sonreí abiertamente y caminé con paso decidido a la barra para pedirme una cerveza, al momento de que me la dieron, le pase unos billetes por la barra al bartender y me quedé apoyada de esta mientras miraba el ambiente y bebía de la botella que había pedido. No quería ingerir mucho alcohol porque estaba sola, así que con una cerveza estaría bien pasar la noche.

Con cuidado ajusté mi pequeña cartera cruzada a mi torso, justo pegada por debajo de mis pechos y me despegue de la barra dispuesta a seguir explorando el lugar, y a medida que iba caminando iba observando cómo el ambiente iba cambiando, se iba oscureciendo por las luces más tenues y de la música electrónica, pasaron a música más sensual.

Y siendo estimulada por la cerveza y por el momento, me detuve a mitad de la pista y dejé que mi cuerpo se moviera al ritmo de la música, sintiéndome sexy con el vestido y sobretodo, sintiéndome libre.

Recorrí mi cuerpo con mis manos mientras movía las caderas al ritmo de Alone With You de Ashlee. Cerré los ojos para sentir mejor el ritmo y ponerme más intensa con los movimientos de cadera. Subí las manos hasta mi cabello y mis uñas acariciaron lentamente el cuero cabelludo mientras sentía la melodía de la canción. Me sentía sexy e inalcanzable. Normalmente no era presumida con mi físico, pero por un momento trate de sacar a la Olivia buena de mi cabeza, esa que no rompe las reglas y se considera una mujer tranquila, la saque y la envié lejos de mis pensamientos.

Hoy solo quería ser una mujer sexy en busca que paz y tranquilidad mientras movía su cuerpo como una serpiente venenosa lista para el ataque.

Mi cuerpo estaba ardiendo y mis manos seguían recorriéndolo de una manera poco decente, me encantaba sentir la música, me encantaba moverme sincronizadamente con ella. Al rededor de mi, habían muchas personas bailando sintiendo el momento al igual que yo, sintiéndonos libres, yo me sentía libre.

Mi cuerpo sentía un poco más de deseo y sensualidad con cada movimiento, mis manos subían y bajaban por mis curvas hasta que sentí como unas manos masculinas se colocaban encima de las mías y un calor me cubría la espalda.

Aunque me tense al principio por lo desconocido, no me detuve pues la persona a mis espaldas solo siguió mis movimientos mientras nos convertimos en uno solo a medida que la canción se ponía más sensual.

Me solté de una mano y la llevé hasta mi cabello, dejándolo sobre mi hombro derecho, dándole acceso a mi cuello al hombre que bailaba conmigo cada vez más pegado a mi, sentía su respiración en mi cuello y mi piel sintió el escalofrío porque inmediatamente se erizó, me mordí el labio inferior reteniendo el jadeo que amenazaba por salir y cuando pensé que el momento no se podía poner más sexy, el tipo subió una mano de mi cadera hasta mi cuello tomándome de ahí de manera firme pero sin hacerme daño, fué algo que me dejó en el limbo de la sensualidad y más porque a medida que la música iba cambiando nuestros cuerpos se iban acoplando.

Éste era realmente un momento candente que mi casi inocente mente nunca llegó a imaginarse.

Ni siquiera yo podía creerme que estaba bailando con un desconocido de una manera nada decente y recatada, si mi madre Amanda me viera haciendo esto ya se fuera desmayado.

Sonreí al imaginarme la escena y seguí disfrutando del momento hasta que la música fue cambiando lentamente.

Y con la curiosidad a flor de piel, giré sobre mis talones con mis hermosos tacones color tierra los cuáles había comprado para hacer conjunto con el vestido, y al momento de quedar frente la persona, mi vista quedó a la altura de un pecho masculino fornido y macizo cubierto por una camisa blanca con los tres primeros botones sueltos, pude admirar su piel bronceada y una cadena colgando de su cuello, mi cuerpo de tensó bajo sus manos, las cuales estaban tomando con firmeza mi cintura.

Subí la mirada lentamente hasta encontrarme con su rostro, y casi me caigo de culo al ver lo atractivo que era ese hombre, se me secaron los labios y por un momento detuve mis movimientos por la impresión, él también se detuvo y sonrió de lado haciendo que algo dentro de mi se moviera de forma sospechosa.

Coloqué mis manos en su pecho para buscar estabilidad y me pude dar cuenta de lo musculoso y cálido que era.

No sé qué me estaba pasando, pero me di cuenta que no estaba respirando con normalidad y no era por el baile, era por la impresión que había causado ese hombre en mi sistema en menos de cinco minutos.

Me había quedado como tarada viéndolo detalladamente y él a mi hasta que entré en sí cuando la música volvió a cambiar por otra un poco más movida, y simplemente por educación, me separé de él y quité mis manos de su pecho, a él no le quedó de otra que soltarme.

Me vió a los ojos con intensidad y estiró su mano de forma cortés para presentarse, se acercó a mi rostro, encorvando un poco su espalda y me susurró en el oído: –Me llamo Enzo. -su voz era lo más sexy que había escuchado en mi vida.

Tomé su mano lentamente y al hacer contacto con su piel, sentí un poco de corriente, que por inercia nos hizo soltarnos, el quedó confundido y yo sorprendida.

Aún con el entrecejo fruncido me acerqué un poco a él y dije un poco alto para que me escuchara por sobre la música: –Lo siento, mi nombre es Olivia –me sonrió de una linda manera y volvió a hablarme.

–Eres muy hermosa, Olivia. –soltó de manera espontánea haciéndome sonrojar. –Pero te ves más hermosa cuando te sonrojas.

Le sonreí tímidamente y él amplió su sonrisa haciendo que un hoyuelo se le formara en la mejilla izquierda dándole un toque más real.

Era el hombre más bello que había visto en mi vida, sinceramente.

–Muchas gracias, Enzo. –respondí arrastrando su nombre entre mis labios.

–¿Quieres un trago? –propuso cortés.

Lo pensé un poco y lo miré fijamente a los ojos. No vi nada raro en ellos y terminé asintiendo.

Él aún con su sonrisa, me tomó de la mano con delicadeza y me guio por la parte tenue de la discoteca hasta llegar a un área reservada, supongo que era un cliente VIP del lugar, ya que la estancia estaba rodeada de un cordón dorado y dos hombres con aspecto de muros de contención a cada extremo.

Me gané la lotería al parecer, un chico guapo en una zona VIP bailó conmigo y me invitó un trago, la noche puede prometer... Siempre y cuando no sea un asesino serial con mucho dinero.

Llegamos a la barra privada que tenía el espacio y con una seña, llamó al bartender.

–Un whisky, por favor –ahora que podía escuchar mejor, su voz era mucho más adictiva que hace unos minutos. –Preciosa, ¿Qué deseas tomar?

Me miró directamente a los ojos con ese iris verde azulado intenso que me estaba mareando.

–Una cerveza está bien, gracias. –respondí tímida y le di una sonrisa apenada.

Sinceramente no quería volarme la cabeza con alcohol, quería algo relajado por el ambiente.

Él le repitió la orden al chico de la barra y se giró a mi quedando frente a frente.

–Cuéntame de ti, preciosa. –me miró con interés.

–No hay mucho que contar, la verdad –le sonreí tímidamente.

En ese momento el chico de la barra nos sirvió las bebidas y se alejó dándonos privacidad.

Enzo me hizo señas para que lo siguiera al apartado con muebles acolchados y nos sentamos.

Me sentía un poco tímida porque no acostumbraba a socializar así como lo estoy haciendo, pero tomando en cuenta que no creo que lo vuelva a ver, me armé de valor para entablar una conversación con él.

–¿Te sientes incómoda? –me preguntó con preocupación.

–Un poco, si. –fui sincera con él.

Él asintió a lo que respondí y me sonrió con los labios juntos.

–Tranquila, no soy un asesino serial. –solté una risita porque dijo lo mismo que había pensado yo cuando me invitó a este reservado.

Aquí el ruido no era tanto, si estaba la música sonando, pero no tan fuerte como para gritar en una conversación.

–Espero que no. –le respondí cuando deje de reírme. –Seria un triste final. –me encogí de hombros. –Venir de tan lejos solo para morir en una discoteca a manos de un desconocido –hice una mueca y él me sonrió.

Era un hombre misterioso, demasiado. Mientras más enigmático fuera, más me sentía atraída por él.

–¿De dónde vienes? –me preguntó con curiosidad.

–De la capital, viaje casi veinte horas en auto hasta llegar aquí. –respondí evadiendo un poco su curiosidad, no dándole mucha importancia, pero él no dejaría pasar eso, al parecer.

–Ahora pienso que la asesina en serie eres tú. –soltó una risita ronca y le dio un sorbo al vaso mientras me veía fijamente.

Yo reí y bebí de mi botella.

–No te preocupes, no lo soy, solo me escapo de mi realidad por un tiempo.

Él me miró con curiosidad y ladeó la cabeza.

Mis ojos se perdieron en los suyos, mientras él me escaneaba lentamente.

–¿De qué realidad escapas, Olivia? –arrastró mi nombre en su boca de una manera que me hizo babear internamente.

–Escapo de mi vida. –me volví a encoger de hombros.

Puede estar muy guapo y todo, y puede que me traiga un poco nerviosa por su cercanía, pero no lo quería involucrar en mi estúpida vida, no quiero que se aleje de mi esta noche con el pensamiento de que estoy huyendo de mi propia boda.

O pero, que soy una perra infiel, jamás quisiera dar esa imagen. Era mejor no decirle la verdadera razón de mi huida y sacar de mi cabeza que le seria infiel a mi futuro esposo.

–Puedo ayudarte en eso. –soltó de manera sería.

–¿Cómo podrías ayudarme? –lo miré con curiosidad.

Me sentía un poco nerviosa por sus palabras, pero mi mente estaba trabajando a mil por horas para saber qué rayos me iba a proponer.

–Sé que nos acabamos de conocer, pero yo estoy de paso en esta ciudad y dentro de poco tengo que hacerme cargo de algo que cambiará mi vida, entonces, puedo ofrecerte un escape de nuestra realidad por unos días y luego... cada quién toma su camino. –se mordió el labio para detener sus palabras, pero yo asentí alentándolo para que siguiera hablando. –¿Quieres escaparte conmigo, preciosa?

Me hizo la pregunta de manera que sus labios se movieron lentamente, y pensándolo por un rato, negué. Por los Dioses, lo acabo de conocer. Estoy loca y soy una irresponsable de primera, pero es primera vez que lo veía, no podía hacer esto. Mi mente aun recatada me gritaba que no y me estaba aturdiendo, además, Enzo tenia cara de esos que sabes que te romperían el corazón en un respiro y lo menos que quiero ahora es cargar por un despecho por algo que no puede ser.

–No me mal interpretes, me gusta mucho la manera en que fluye la conversación entre nosotros, pero acabo de conocerte y no quiero dar una mala impresión. –lo último lo susurré viéndolo directamente a los ojos sin titubear.

Él asintió y se acercó a mi con lentitud y tomó mi mentón entre sus dedos índice y pulgar de manera suave, pero que al tacto era áspero y varonil, una mezcla perfecta.

–No tengo ninguna mala impresión de ti, recuerda que fui yo el que te propuso venir a este apartado, y tú amablemente aceptaste a pesar que fuera raro hacerlo. Está bien si no aceptas. –me tranquilizó por un momento sus palabras.

Yo asentí ante sus palabras y seguí mirándolo fijamente.

Me encanta ese rostro tallado por los mismos Dioses del Olimpo, pero al ser un rostro desconocido mi parte racional me pedía que me alejara.

Más bien era un poco fuera de lugar su propuesta, pero como no veía intenciones de obligarme a algo, dudaba un poco de mi radar contra tipos malos

Nos quedamos viendo fijamente durante un par de minutos, hasta que mi yo racional revivió y apartó la mirada para luego dar el último sorbo de la botella de cerveza acabando con ella.

–Debería irme ahora. –le dije con naturalidad.

–¿Tan pronto? –me preguntó con un poco de culpabilidad en su voz. –Disculpa si te ofendí con mi propuesta, no era mi intención ser un idiota. –se disculpó conmigo y su rostro solo mostraba arrepentimiento.

–No te preocupes, espero verte por ahí. –le sonreí mientras me ponía de pie con la botella en mano para dejarla en la barra antes de devolverme al área general de la discoteca.

Había sido demasiado por esta noche, lo mejor era volver al hotel y salir a primera hora de la mañana de hoy a un lugar más alejado de esto, ya había sido suficiente de este lugar, no estaba vacacionando y eso tenia que aceptarlo.

Enzo se levantó y como todo un caballero me acompañó hasta la barra donde él dejo su vaso ya vacío y yo la botella.

–¿Te volveré a ver? –se acercó un poco a mi de una manera tan lenta que hizo que mi respiración se volviera un poco errante.

–No lo creo. –le fui sincera. –Pero me encantó conocerte. -sonreí.

–A mi también me encantó encontrarte, preciosa. –dijo para luego darme una sonrisa lobuna, de esas que te dicen mucho pero a la vez nada.

–¿Encontrarme? –lo miré con confusión poco disimulada.

El asintió sin darme una respuesta, solo tomo mi mano entre la de él y se la acercó a su rostro, hasta darme un beso lento en mis nudillos.

Me sentí un poco ida al ver ese gesto, sonreí con timidez y me solté lentamente.

–Eres un poco raro. –solté una risita nerviosa y di dos pasos hacia atrás tomando distancias de él. –Adiós, Enzo. –alce la mano y me giré para irme rápidamente de ahí.

–Hasta luego, Mia bella.

No miré atrás luego de esas palabras que parecieron una promesa.

Su voz me resulto adictiva, y con un acento exquisito.

Mi vientre me cosquilleaba aún de manera vergonzosa luego de los estragos que me produjo su voz y negando repetidas veces salí como loca de ese lugar.

Gracias a los Dioses Estrellas, había una línea de taxis afuera de la discoteca, así que tomé uno directo al hotel, al llegar eran pasadas las dos de la madrugada, sin embargo, estaba la chica de la tarde activa en la recepción, así que le pedí amablemente que me buscarán mi camioneta y le dejé en claro que iba de salida.

Subí a mi habitación y recogí lo poco que tenía fuera del maletín que llevaba, dejé todo en orden y apenas cambiándome los zapatos salí de la habitación directa a la entrada del lugar.

Le agradecí a la chica por el servicio y sin más me subí en mi camioneta.

Ya en el camino encontraría dónde cambiarme de ropa y comprar provisiones para mí nuevo destino.

Díganme loca, pero las palabras de Enzo me calaron los huesos y no fue porque lo sentí como una amenaza, sino que lo sentí como una promesa.

Y antes de enredar mi mente con algo que sé que no podrá ser, prefiero huir de todo esto... ¡De nuevo!

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